Jalisco, México

Reconocido como uno de los ilustradores más sobresalientes de Latinoamérica, Alberto Montt y su humor ácido son un precedente, no solo desde la perspectiva gráfica, sino también desde la narrativa empática frente a un cotidiano, en el que en ocasiones solo nos resta reír.

Durante el tercer día de actividades de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, este artista ecuatoriano-chileno participó en las actividades de FIL Joven con la charla “Mil jóvenes con… Alberto Montt”, en donde dialogó sobre sus experiencias personales y las motivaciones que lo llevaron a convertirse “en un contador de historias que utiliza la ilustración como un medio narrativo”.

Hablando de sus primeras motivaciones, Montt pasó sus primeros años en un pequeño pueblo de Ecuador, rodeado de revistas, historietas y situaciones cotidianas que lo llevaron a comprender la magia como un ente real. “Yo no leía estas historias como un cómic, porque para mí eran ciertas y lo veía en mi día a día” relató.

Sin embargo, fueron años después que conoció la música de Les Luthiers, una de sus mayores influencias narrativas: “Esa fue la primera vez en que me encontré de frente con el humor. A través de ellos entendí que el humor era una forma muy importante para transmitir ideas de manera sencilla”.

Y es que, para Montt, el humor es un aspecto medular en su trabajo; «(…) es un código que se interpreta y decodifica entre dos. Requiere que la otra persona responda a lo que tú propones, de la forma en la que tú lo piensas o de una forma distinta y ese diálogo es algo muy lindo. Ahí está la verdadera comunicación», recalcó.

Son estos factores los que lo llevaron esencialmente a la conjugación de su obra, aunado a una de sus mayores pasiones: dibujar. En sus palabras: «El dibujo es un espacio de reflexión, regocijo y comunicación. Cuando estaba en el colegio, me la pasaba dibujando y los profesores no me molestaban porque esto no interfería con mis calificaciones. Lograron entender que mi relación con la ilustración era un estado de concentración con el mundo”.

A raíz de ello, es que nació su proyecto más conocido, “Dosis diarias de Alberto Montt”, un diario personal de ideas ilustradas, que en un inicio fungió como una forma de reencontrarse con el dibujo, sus pensamientos y de cierta forma, una búsqueda por volver a sentir la misma magia que sentía cuando era niño.

Por: Miriam Jiménez / NCC Iberoamérica