Decirle a un paciente “vas a sentir dolor” en lugar de “vas a sentir presión” incrementa la percepción del dolor ante la misma intensidad de palpación, según un estudio liderado por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). La principal conclusión del trabajo publicado en Journal of Manipulative and Physiological Therapeutics es que el tipo de instrucciones que se da a los pacientes –la palabra dolor o la palabra presión- puede generar distintas expectativas o predicciones de dolor que incrementen su percepción y los aspectos fisiológicos que este desencadena, en concreto la dilatación de la pupila.
“Estos hallazgos pueden ayudar a comprender cómo las expectativas afectan la percepción del dolor y ayudar a desarrollar estrategias más efectivas para su manejo en entornos clínicos, como en tratamientos de rehabilitación, odontológicos o en cuidados paliativos”, destaca Laura Jiménez Ortega, investigadora de la Facultad de Odontología de la UCM.
Presión o dolor
Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores del departamento de Psicobiología y Metodología de Ciencias del Comportamiento de la UCM mostraron a los participantes vídeos con instrucciones diseñadas para generar expectativas de dolor o de ausencia de este (presión).
Posteriormente, se aplicó estimulación en el músculo masetero –músculo elevador de la mandíbula– mediante palpación que producía un dolor leve, utilizando una intensidad equivalente al 10 % por encima del umbral de dolor de cada participante. Esto se realizó dos veces: una mencionando la palabra “dolor” antes de empezar y otra la palabra “presión”.
En particular, se observó que la dilatación pupilar aumentaba desde el momento en que se mencionaba la palabra «dolor» hasta el final de la palpación. Además, la valoración final del dolor por parte de los participantes (medida en la escala visual analógica del dolor) fue mayor bajo la condición de expectativa de dolor, a pesar de que la intensidad de la estimulación fue idéntica en ambas condiciones.
Aumentar el bienestar
“A pesar de que las instrucciones eran ambas verídicas, en una se hablaba de producir dolor y en otra se describía una presión, ante la misma intensidad de presión o palpación los pacientes percibían más dolor cuando se les decía que era doloroso”, describe la científica
Con este estudio, añade Jiménez, se demuestra que la utilización de pupilometria para medir la dilatación pupilar, en situaciones constante de luz, puede ser una herramienta útil y objetiva para evaluar y cuantificar la percepción del dolor, incluso en la clínica, capturando aspectos emocionales, cognitivos y nociceptivos (estimulación sensorial) propuestos en los modelos más actuales de dolor.
“Este conocimiento puede ser útil además en la terapia psicológica, donde se pueden ajustar las expectativas de los pacientes para mejorar su experiencia del dolor y su bienestar general”, concluyen los investigadores.
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