Japón

Se llama OriHime-D, pesa 20 kilos y desde hoy atiende como camarero en un café de Tokio. Se trata de un robot blanco de 1,20 metros de alto que funciona gracias a los movimientos que le ordena a distancia una persona discapacitada.

En Tokio no es raro ver robots dando servicio al cliente, pero ésta es la primera vez en la que personas discapacitadas han tomado el control de un tipo de androide que les permitirán convertirse en camareros dirigiendo desde sus casas cada movimiento de la máquina.

En el café del barrio tokiota de Akasaka funcionan desde hoy tres robots con ese nombre. Se mueven entre las mesas con precisión e interactúan con el cliente, el cual empatiza rápidamente. Cada consumición cuesta mil yenes (7,8 euros/8,8 dólares).

Pero, en su casa, y siguiendo los movimientos gracias a una cámara y un ordenador, un ser humano con limitaciones de movimientos interactúa con el cliente, toma nota y le lleva las bebidas a la mesa, como si se tratase de un camarero común y corriente.

Se trata de la primera cafetería que utiliza robots dirigidos a distancia por personas con discapacidades físicas graves, como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), y estará abierta hasta el 7 de noviembre en el edificio Nippon Foundation.

El desarrollador de este robot, Kentaro Yoshifuji, cuenta en una entrevista con Efe que durante tres años y medio no pudo ir al colegio porque se encontraba débil físicamente, momento en el que pensó que «quería tener otro cuerpo».

«Si hubiera tenido dos o tres cuerpos, podría haber dejado un cuerpo en casa, para tener tiempo con la familia», afirma Yoshifuji, y llegó a la conclusión de interesarse por la inteligencia artificial.

Durante diez años, después de experimentar «la soledad» y «lo duro que es sentirse aislado sin poder participar en la sociedad», el ingeniero Yoshifuji investigó la manera de crear un cuerpo que facilite esa inclusión social, explica, lo que le condujo a este proyecto pionero.

En la inauguración del establecimiento hoy había tres robots con función de un «avatar», cada uno manejado por alguien a distancia y cuya información personal se puede leer en una tarjeta colocada en la parte frontal de la máquina.

Uno de los OriHime-D lo controla desde su ordenador Naoko, que padece mielitis, una enfermedad que produce la inflamación de la médula espinal y que le obligó a terminar en silla de ruedas.

Ahora, Naoko encuentra gracias al robot la movilidad y la libertad que no tiene en el día a día, lo que le permite hacer las mismas funciones que un camarero e integrarse en la sociedad con más facilidad.

Otro de los avatares lo maneja Nozomi, que sufre una miopatía que provoca inflamaciones musculares crónicas y debilidad muscular. Nozomi espera que «en el futuro aumente la esperanza de todo el mundo usando robots como los OriHime-D», dice el catálogo del programa.

Por ahora se trata de una cafetería experimental en la que tanto clientes como trabajadores deberán responder a unas encuestas para valorar «si puede funcionar» y «si el servicio es correcto o no», indica Yoshifuji.

De esta forma, decidirán si se puede expandir este tipo de cafeterías dentro y fuera del país y sin perder de vista los Juegos Olímpicos y Paralímpicos que se celebrarán en menos de dos años en la capital.

Mientras algunos robots amenazan con quitar el trabajo a las personas, los OriHime-D están pensados para generar más empleos que favorezcan a su vez una inclusión social sin restricciones, condiciones u obstáculos físicos.

En suma, como sostiene Yoshifuji, se trata de «tener otro cuerpo».

por: EFE/ Ainara Cacho