Madrid, España.
El ‘greenwashing’ o lavado verde es una práctica de empresas, sobre todo de combustibles fósiles, que declaran ser sostenibles cuando su actividad no se lo permite, pero también practicado por gobernantes muy dados a hacer anuncios que luego no se ven reflejados en los programas nacionales que presentan en las COP.
En realidad es «decir una cosa y hacer otra», es vender que se está realizando esfuerzos para ser más sostenible, desarrollando una actividad para ser más verde o ecológica y «que sea mentira», explica el portavoz de Greenpeace en temas de combustibles fósiles y cambio climático, Pedro Zorrilla.
Esta práctica de vender sostenibilidad está generalizada en el mundo empresarial, pero se da sobre todo en las empresas extractoras de petróleo, gas o carbón, según Zorrilla, un sector con las mayores emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) responsables del calentamiento global, y de las que «mayores presiones ejercen en las negociaciones».
El ‘Informe sobre la Brecha de Emisiones’ de 2023 de la ONU señala que las políticas actuales para la reducción de gases GEI son insuficientes y de continuar por esta senda el aumento de la temperatura de la Tierra alcanzará los 3 grados con respecto a la era preindustrial.
Según el documento presentado pocos días antes de la COP28 en Dubái, los compromisos de la comunidad internacional se encuentran «lejos» de alcanzar los objetivos del Acuerdo de París (2015) que limita la subida de la temperatura a menos de 2 grados, y mejor a 1,5 grados, cuando la Tierra ya acumula actualmente un calentamiento de 1,1 grados con respecto a la era preindustrial.
En Europa, según un informe de 2022 realizado por Greenpeace, las grandes empresas petroleras europeas continúan invirtiendo mayoritariamente en la explotación de combustibles fósiles, a pesar de anunciar una «falsa imagen de compromiso» con la descarbonización para reducir emisiones y su compromiso con energías renovables.
En el informe ‘Las Sucias Doce: el blanqueo en verde de 12 petroleras europeas’, la ong ecologista recoge que a pesar de que España es un país especialmente sensible a los impactos del cambio climático, Repsol aumentó sus emisiones un 16 %, destinó el 82 % de sus inversiones a combustibles fósiles y solo el 0,82 % a la producción de renovables.
Pero también «nos están engañando» con los biocombustibles, según Zorrilla, doctor en Ecología y Medioambiente, porque se han aumentado ciertos cultivos para su producción en algunas zonas, provocando «el aumento de la deforestación en nuevas áreas que tenían cobertura forestal para nuevos cultivos».
Además, alimentos que antes se dedicaban a la alimentación «ahora se dedican a los biocombustibles», provocando «un aumento de los precios de los cultivos en algunos países del Sur Global».
Y el ahorro de emisiones de los biocombustibles «no es tan amplio», por lo que los esfuerzos que implican «no compensan» en términos de emisiones, y además porque el porcentaje que utilizan «por ahora es muy pequeño, llegando en algunas ocasiones solo al 0,1 % de la gasolina».
En relación al greenwashing en el sector de la tecnología, Zorrilla distingue las tecnologías para descarbonizar la economía y las «falsas soluciones», como algunas para la captura de carbono, «que es absorber CO2 gaseoso e introducirlo en depósitos geológicos, como en sitios de donde se extrae gas».
Son proyectos que se venden como «pioneros», pero «son caros» y «no logran absorber tantas emisiones» como se preveía, asegura porque «el potencial es mucho menor del que nos querían vender».
En contraposición están las energías renovables que sí reducen emisiones y en el análisis del ciclo de vida se ha demostrado que emiten menos CO2.
A pesar de ello, las renovables también tienen un impacto ambiental por los minerales que se necesitan para su producción, «un 100 % menor que la que se necesita para la producción de carbón y fósiles, pero de acuerdo a la forma en la que se están extrayendo ahora esos minerales como el litio, «también tienen sus impactos».
Es necesario que la extracción se realice de «forma más sostenible» tanto ambientalmente, como que se planifiquen vías de restauración de los lugares de donde se sacan esos materiales, así como mejorar las condiciones de vida de la población afectada, subraya.
Zorrilla apunta asimismo el greenwashing del hidrógeno verde, una tecnología «con mucha polémica a su alrededor», dice, porque aunque «sí va a ser necesaria su utilización, lo será en cantidades muy pequeñas y tiene sentido usarse allá donde se produce».
Explica que en España, Enagás está promoviendo la construcción del H2Med, un entramado de grandes tuberías a lo largo de cientos de kilómetros para transportarlo, pero «se está haciendo este ‘greenwashing’ y consiguiendo con ello muchas subvenciones públicas para su investigación».
Además, explica que a pesar de que las eléctricas están instalando energías renovables, siguen utilizando, manteniendo y promoviendo para el futuro instalaciones de gas de ciclo combinado para producir electricidad, como Iberdrola, Endesa, Naturgy, Repsol o Campsa.
Entre los países, Francia o Emiratos Árabes Unidos (EAU) son de los casos más conocidos, dice, el primero por la producción de energía nuclear «con unos intereses económicos directos de una parte de la industria francesa» y un «potencial económico que tiene frente a otros países y pretende mantenerlo y llevarlo a la próxima COP28».
El de EAU, siendo uno de los mayores productores de fósiles albergará la Cumbre del Clima, presidida por un CEO de una empresa petrolera y donde se adoptarán precisamente las directrices para limitar las emisiones.
Según Zorilla, el objetivo de las organizaciones civiles en Dubái es que los países acuerden el fin de los fósiles y un compromiso para terminar con las subvenciones a los mismos.
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