Entre abril y junio de 2019, un equipo multidisciplinar de 34 investigadores realizó la expedición más grande jamás realizada a la cima del mundo: el monte Everest. La misión, bautizada como National Geographic and Rolex Perpetual Planet Everest Expedition, estuvo conformada por glaciólogos, geólogos, meteorólogos, biólogos y cartógrafos; y tuvo como objetivo analizar las consecuencias de la actividad humana sobre el entorno y su población. Sus resultados, un año después, acaban de publicarse en la revista One Earth.
“El gran objetivo de este proyecto es recopilar información científica sobre el cambio climático y cómo están cambiando los glaciares”, señala Paul Mayewski, científico climático de la Universidad de Maine en EE UU y líder de la expedición. “Los glaciares no mienten”, advierte en uno de los vídeos que ha preparado National Geographic para documentar esta aventura.
La magnitud de esta expedición ha permitido a los diferentes equipos estudiar múltiples efectos de la acción del hombre: desde el deshielo de los glaciares y el riesgo de desprendimientos, hasta la pérdida de la biodiversidad y agrodiversidad en el Himalaya, pasando por el aumento de la presión atmosférica o los cambios en los patrones de las precipitaciones. Han detectado incluso microplásticos en las zonas más altas.
Uno de los trabajos más relevantes de esos tres meses de recogida de datos ha sido la comparación de la masa de hielo de las últimas seis décadas. Gracias a una serie histórica de fotografías tomadas por satélite, los investigadores han observado una pérdida constante de la masa desde los años 60 hasta el presente.
“Esto ha sucedido principalmente a un ritmo de adelgazamiento de cerca de un metro al año en los glaciares ubicados a una altitud de unos 5.000 metros sobre el nivel del mar, pero también hemos medido el adelgazamiento del hielo por encima de los 6.000 metros en las laderas septentrionales del Everest”, indica Owen King, glaciólogo en la Universidad St. Andrews (Escocia) y autor de uno de los estudios.
Según King y sus compañeros, la razón principal de este deshielo se encuentra en el aumento de las temperaturas. “El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) predice un mayor calentamiento en esta región en todos los escenarios que contempla en sus trayectorias de concentración de gases de efecto invernadero, por lo que esperamos que la pérdida de hielo continúe al menos al ritmo actual en las décadas futuras”, explica King.
Uno de los equipos perfora el hielo a 8.020 metros de altitud./ Mark Fisher (National Geographic)
Si continúa la regresión de los glaciares, los científicos temen que a medio plazo este deterioro pueda disminuir los recursos hídricos de las poblaciones locales en los próximos decenios, ya que el agua del deshielo de los glaciares del Himalaya es una de sus fuentes principales, sobre todo fuera de los monzones.
“Dentro del Valle del Khumbu, el derretimiento de los glaciares proporciona el 65 % del agua utilizada por la comunidad local durante la estación seca. El continuo derretimiento de los glaciares y el declive de la capa de nieve aumentará claramente el estrés hídrico dentro de la región del monte Everest antes del inicio del monzón de cada año”, concluye este estudio.
Cada vez es más sencillo escalar la montaña
El derretimiento del hielo no es sino uno de los muchos efectos que provoca el aumento de las temperaturas sobre el monte Everest. Otro importante hallazgo de la expedición 2019 National Geographic and Rolex Perpetual Planet Everest Expedition muestra cómo con el paso de los años hay más oxígeno en las zonas altas de la montaña, facilitando la labor de ascensión a los escaladores.
“La atmósfera debajo de la cima se expande a medida que se calienta, lo que provoca que la presión del aire aumente en el Everest. En consecuencia, la presión del aire es proporcional a la cantidad de oxígeno. En promedio, el calentamiento facilitará ligeramente la respiración en la cumbre, pero no olvidemos algunas de sus otras consecuencias”, advierte Tom Matthews, climatólogo en la Universidad de Loughborough (Reino Unido) y coautor de otro de los estudios, publicado en la revista iScience.
Para estimar el nivel de oxígeno, Matthews y su equipo recurrieron a los datos proporcionados por varias estaciones meteorológicas instaladas en las laderas del monte. “Al vincular las observaciones recientes de esas estaciones con registros de mayor duración del clima regional, pudimos reconstruir las variaciones de presión y de oxígeno desde 1979”, explica el climatólogo.
Aunque pudiese parecer una particularidad de la montaña asiática, Matthews afirma que este fenómeno se puede aplicar a todas las cumbres del mundo, aunque cree que solo tiene sentido en las más altas. “Esto se debe a que el cuerpo humano es más sensible a los cambios de oxígeno a una presión menor. Es decir, a mayor altitud”, argumenta.
“El aumento de la presión atmosférica en las cumbres y de la disponibilidad de oxígeno refleja el calentamiento mundial de la atmósfera”, expone.
Microplásticos en los confines de la Tierra
Desvinculado en parte de la crisis climática, pero ligado a la acción humana, un tercer estudio emitido por esta expedición y publicado en la revista One Earth alerta de la presencia de microplásticos en las zonas más altas del Everest.
“De acuerdo con nuestros resultados, se ha encontrado contaminación microplástica desde el fondo del mar hasta cerca de la cima de la montaña más alta del mundo —a 8.440 metros sobre el nivel del mar—. Aunque a menudo está ligada al océano, la contaminación plástica es omnipresente en nuestro medio ambiente”, certifica Imogen Napper, doctora en Ciencias Marinas, investigadora en la Universidad de Plymouth (Reino Unido) y autora del estudio.
Mediante la toma de muestras de nieve y agua de los arroyos, Napper y sus compañeros detectaron en su laboratorio partículas de plástico de menos de 5 milímetros de grosor. “Honestamente no sabía qué esperar en términos de resultados, pero me sorprendió mucho encontrar estos contaminantes en cada muestra de nieve tomada, que oscilaba entre 3 y 119 microplásticos por cada litro de nieve”, detalla la investigadora.
La mayor concentración de micropartículas se detectó en el Campo Base del Everest, donde los escaladores pasan una cantidad considerable de tiempo. Allí, la muestra albergaba 79 microplásticos por litro.
El equipo de geólogos recogió muestras de agua en un lago glacial de Gokyo (Nepal)./ Freddie Wilkinson (National Geographic)
Lejos de los focos de contaminación que acaban vertiendo plástico a los mares, en esta ocasión procede del material que se emplea en este tipo de expediciones, como fibras de poliéster, acrílico, nailon y polipropileno.
“Esos materiales se utilizan cada vez más para fabricar la ropa de exterior de alto rendimiento que usan los escaladores, así como tiendas de campaña y cuerdas de escalada, por lo que sospechamos que este tipo de artículos son la principal fuente de contaminación en lugar de cosas como recipientes de comida y bebida”, considera Napper.
Según la autora de la publicación, “los esfuerzos medioambientales tienden actualmente a centrarse en reducir, reutilizar y reciclar residuos más grandes. Esto es importante, pero también debemos empezar a centrarnos en soluciones tecnológicas más profundas que se centren en los microplásticos, como cambiar el diseño de las telas e incorporar fibras naturales en lugar de plástico cuando sea posible”, señala la autora.
“Saber que estamos contaminando cerca de la cima de la montaña más alta de la Tierra es una verdadera revelación: tenemos que proteger y cuidar nuestro planeta”, concluye la investigadora.
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