Brasil.
Amarillo brillante, así tiene que estar el fruto del cacao para que Izete Costa lo pueda recoger. “Es de buena calidad, pero todavía tiene algo de acidez. Esa acidez se irá en el momento en que lo pongamos a fermentar”, Izete Costa, cultivadora de cacao.
Izete Costa cultiva cacao desde hace 40 años. Es un negocio familiar y en él ha invertido sus recursos para desarrollar una agricultura sostenible. Aquí, en sus 7 hectáreas en la isla de Combu, sigue los principios de la agrosilvicultura que combina el cultivo con el cuidado forestal. Sin tala de árboles, ni fertilizantes químicos y en sintonía con la naturaleza, líderes políticos de la Amazonía, quieren promover una economía sostenible para proteger la selva.
“Necesitamos que nuestros gobernantes hagan una reforma agraria para darle acceso al microcrédito a los pequeños productores o incentivos como ayudas para comprar maquinaria. No para convertirnos en una gran industria, sino para las pequeñas industrias artesanales”, relató Costa.
Pequeñas industrias como la suya que procesan todo por cuenta propia desde la semilla hasta una selección regional de chocolates de los que Costa está orgullosa. Además, las inversiones podrían dar un respiro a la naturaleza acosada por la explotación intensiva, lo que ayuda a regenerar áreas degradadas.
“Un 20% de la selva amazónica aquí en Brasil ha sido destruidos y es sobre todo por actividades agrícolas aquí en el país, pero proyectos como este aquí cerca de Belén podrían mostrar una alternativa sostenible que a la vez también está dando un ingreso a las familias locales. La pregunta es si esto va a ser sostenible si la demanda sube”, comentó Patricia Pinho, del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía.
Debido a la demanda de productos de la región, como el cacao su cultivo está en auge, lo que aumenta el riesgo de expandir un monocultivo que podría acabar con la selva. Por eso, para la bióloga Patricia Pino, el concepto de bio-economías debe poner el foco en las comunidades locales, que también son víctimas de la destrucción de la región amazónica.
“Quieren que se proteja su territorio. Quieren autonomía para tomar decisiones sobre su territorio. Quieren que las futuras generaciones que sus hijos vean las mismas prácticas y productos que ellos han tenido. Creo que es algo que deberíamos tener en mente. Quieren mantener su forma de vida”, dijo una especialista.
Por eso importa más la calidad que la cantidad para preservar algo de lo que todos nos beneficiamos. También es el camino que eligió Izete Costa, una productora de cacao que entendió hace tiempo que cuidar la futura salud de la selva es determinante para el futuro de la humanidad.
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