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Cambio climático, pesticidas y parásitos tienen cansados a los apicultores europeos

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Quimper, Francia

«Se está complicando mucho para nuestra pobre abeja». Reunidos en un congreso en Quimper, noroeste de Francia, apicultores europeos pintaron un panorama sombrío para su actividad, enfrentada a cosechas cada vez más irregulares debido a la degradación ambiental.

«He luchado durante 30 años por la abeja, pero si tuviera que elegir hoy, no sé si me haría apicultor», expresó Henri Clément, apicultor de las Cevenas y portavoz de la Unión Nacional Apícola Francesa (UNAF).

A sus 62 años, Clément, quien tiene 200 colmenas en Lozere, Herault y Aude, está cera de su jubilación. «Pero no es una buena noticia para los jóvenes que quieren iniciar en un negocio», lamentó.

El contenido de los debates celebrados en el congreso europeo de Quimper es prueba de ello: los avispones asiáticos, la varroa (un parásito), los pesticidas y el cambio climático ocuparon un lugar destacado en la agenda.

«El mayor problema (con el cambio climático) es el tiempo errático», sostuvo el entomólogo estadounidense Jeffery Pettis, presidente de Apimondia, la federación internacional de apicultores de 110 países.

«Las plantas que estaban habituadas a una determinada temperatura se enfrentan ahora a veranos calurosos y secos y ya no hay flores», dijo. «También perdemos colmenas por inundaciones o incendios».

Pettis, un ex investigador del departamento de Agricultura estadounidense, había demostrado en un estudio de 2016 que la calidad del polen del solidago, una planta perenne, disminuyó con el aumento de los niveles de CO2 en la atmósfera.

«Nuestras abejas en Norteamérica dependen del solidago» para pasar el invierno, apuntó. «Y eso puede ocurrir con otras fuentes de polen, no lo sabemos», añadió.

En Estados Unidos, como en Francia, 30% a 40% de las colmenas mueren cada invierno, estimó, afectadas por los ácaros de la varroa, los pesticidas y la reducción de los espacios silvestres.

Drones polinizadores

«Actualmente hay emprendimientos estadounidenses desarrollando drones para polinizar en lugar de abejas. Es completamente absurdo», reclamó Clément.

Los apicultores franceses deberán este año recoger entre 12.000 y 14.000 toneladas de miel, lejos de las más de 30.000 toneladas de los años 1990, según la UNAF. Y Europa, segundo importador mundial de miel, apenas cubre 60% de su consumo.

En un debate sobre pesticidas, Jean-Marc Bonmatin, investigador del centro de biofísica molecular de Orleans, indicó que los parásitos y patógenos de las abejas, como la varroa o los virus, se ven «favorecidos por la presencia de (pesticidas) neonicotinoides» que además «envenenan directamente a los polinizadores».

Prohibidos desde 2018, los neonicotinoides fueron reautorizados en febrero por el gobierno francés para el cultivo de remolacha. 

Esas sustancias pueden permanecer en el suelo entre cinco y 30 años, según Bonmatin, quien también alertó sobre otros pesticidas como los fungicidas SDHI (inhibidores de la enzima succinato deshidrogenasa).

Para permitir a los agricultores proteger a las abejas, el investigador anunció el lanzamiento próximo de un programa informático de código abierto llamado «Toxibee», que permitirá identificar rápidamente las moléculas menos tóxicas.

«Antes de prescindir de los pesticidas, podemos intentar reducir su efecto», agregó. «Porque lo que mata a las abejas acaba perjudicando a la salud humana».

Frente a las sombrías perspectivas de los apicultores, Pettis reiteró su confianza en la resistencia de las abejas, citando el ejemplo de la abeja negra de Ile-de-Groix (Morbihan) «que sobrevive a la varroa sin tratamiento».

«Creemos que dependen de nosotros, pero en realidad sobreviven muy bien sin nosotros», sostuvo el entomólogo-apicultor. «Y siempre está la belleza de las abejas. Es muy bonito trabajar con abejas».

Por: Antoine Agasse

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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