París, Francia.
Un estudio genético publicado el miércoles, esboza los contornos de una «organización social» de una misma familia de neandertales que vivían hace más de 50.000 años en una cueva de Siberia.
La secuenciación en 2010 del genoma del hombre de Neandertal por el sueco Svante Paabo, recientemente galardor del Premio Nobel de Medicina, permitió trazar a grandes rasgos la historia de esta línea extinta que pobló el oeste de Eurasia hace entre 430.000 y 40.000 años.
Gracias a las excavaciones arqueológicas, se sabe que algunos neandertales enterraron a sus muertos, fabricaron herramientas elaboradas e incluso adornos. Un hallazgo lejos de la imagen de brutos primitivos que los acompañó durante mucho tiempo.
Pero se sabe poco sobre su estructura social. La secuenciación genética de todo un grupo de individuos, el más grande que se realizó sobre estos homínidos, aporta algunos elementos.
El inicio de un nuevo descubrimiento
La historia transcurre en el sur de Siberia, en Rusia, región particularmente fructífera para la búsqueda de ADN antiguo, ya que el frío ayuda a conservar este frágil y precioso índice del pasado.
Allí se descubrió el genoma del hombre de Denisova -otra raza humana extinta-, en la gruta que lleva el mismo nombre. Esto lo recuerdan en un comunicado del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), donde se llevaron a cabo los trabajos publicados en la revista Nature.
A unos cien kilómetros de distancia se encuentran las cuevas de Chagyrskaya y Okladnikov, ocupadas por los neandertales hace unos 54.000 años.
Allí se recuperon numerosos vestigios en una sola capa de depósitos, lo que indica que los ocupantes vivieron aproximadamente, durante el mismo período.
Para comprobarlo, había que hacer hablar el ADN. Una tarea un tanto más delicada, ya que no se trataba de esqueletos enteros, sino de dientes y fragmentos de huesos dispersos.
«Primero tuvimos que identificar con cuántos individuos contábamos», explica el paleontólogo Stéphane Peyrégne, uno de los principales autores del estudio.
Su equipo utilizó nuevas técnicas para aislar el ADN humano antiguo -a menudo ahogado en contaminación microbiana- y capturarlo.
Se confirmó que los restos procedían de 13 neandertales (7 hombres y 6 mujeres, entre ellos 5 eran niños o adolescentes), 11 de ellos se encontraron en la cueva de Chagyrskaya.
Importante consanguinidad
En su ADN mitocondrial -transmitido por la madre- los investigadores encontraron una misma variante genética, la heteroplasmia, que persiste solo en pocas generaciones.
Los genes también revelaron estrechos vínculos de parentesco: un padre y su hija adolescente, un niño y una mujer adulta que habría sido su prima, tía o abuela.
Pruebas directas de que estas personas pertenecían a la misma familia y vivían en la misma época.
Gracias a la genética, «producimos una imagen concreta de cómo podría haber sido una comunidad de neandertales», comenta Benjamin Peter, que supervisó las investigaciones junto a Svante Paabo.
Una especie única en su tipo
El grupo en cuestión, genéticamente cercano a los neandertales del oeste de Europa, no se mezcló con otras especies -sapiens y denisova- como lo hicieron otros neandertales en otras épocas.
Su diversidad genética es por otra parte muy débil, signo de una importante consanguinidad y de una vida en un pequeño grupo compuesto por entre 10 y 20 individuos, mucho menos que en las antiguas comunidades del Homo sapiens.
«Probablemente se trata de una población muy subdividida», pero que no vivía completamente aislada, explica Stéphane Peyrégne.
Las mujeres habrían tendido a emigrar de comunidad en comunidad para procrear y con esto, los hombres quedaron en su clan de origen.
Este funcionamiento «patrilocal», que también prevalecía en Sapiens, se sugiere debido a una diversidad genética de los cromosomas Y (transmitidos por la línea masculina) mucho más débil que la del ADN mitocondrial, transmitido únicamente por la madre.
Tal organización avanzó después del descubrimiento de fósiles de la cueva de El Sidrón en España, pero sobre la base de un material genético menos completo, observa el paleoantrólogo Antoine Balzeau, que no participó en el estudio.
«Es una proeza técnica muy interesante para nuestras investigaciones, aunque habrá que comparar con otros grupos», respondió este investigador en el Museo Nacional de Historia Natural.
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