La Habana, Cuba.
Decenas de practicantes celebraron hoy en Cuba el Día Mundial del Qigong, con presentaciones en todas las provincias de la isla, donde existe un fuerte movimiento de ese tradicional sistema chino de ejercicios útiles para conservar o mejorar la salud.
La principal celebración corrió a cargo de la Escuela Nacional de Wushu y Qigong, que reunió en el Barrio Chino de La Habana a practicantes de todas las edades, en otra muestra de la aceptación de ese método entre los cubanos.
Niños, adolescentes y ancianos se reunieron para hacer una demostración durante más de una hora en el epicentro del barrio chino habanero, la Plaza San Fan Con, como nombran en Cuba a Guan Gong, el legendario héroe chino.
En especial los más ancianos, casi siempre han recurrido al Qigong como un elemento para curar alguna dolencia física como explica Guilbert Valdés, un antiguo entrenador de natación, devenido ahora profesor de Qigong, a los 76 años.
«Estos ejercicios además de permitirnos ganar en flexibilidad y dar movilidad, aumentan o rescatan la capacidad vital de los practicantes», explicó Valdés.
El hombre, a quien todos llaman Macho, recordó que hace 13 años, cuando sufría una dolorosa crisis en la columna vertebral, decidió incorporarse a un grupo de practicantes entre los que ya se encontraba su esposa.
«Después que empecé a realizar esos ejercicios, que fortalecieron los músculos de la espalda, dejé a un lado las muletas y desde entonces no he padecido más de aquellos dolores», rememoró.
En la actualidad, Macho es una especie de líder entre los practicantes menos jóvenes y realiza sus ejercicios con destreza y agilidad, además de impartir clases a una veintena de adultos mayores.
Otro caso singular es el de Anna Guinzburg, quien desde hace 18 años practica el Qigong, en cuyos movimientos encontró solución a un profundo estado de ansiedad que le provocaba dolores de cabeza, falta de aire e inseguridad al caminar.
«Estaba hecha una ruina cuando descubrí estos ejercicios», afirmó sin ambages Guinzburg, una rusa de 79 años que desde hace más de cinco décadas vive en Cuba, donde hizo familia.
La mujer, que ahora como profesora transmite sus conocimientos a un grupo de unas 30 personas, confesó que en un inicio rechazó los movimientos tan lentos, porque, dijo, los rusos pensamos equivocadamente que los ejercicios efectivos tienen que ser de fuerza y velocidad.
«Sin embargo, a los tres meses subía rápido los tres pisos de escaleras hasta mi casa y no me faltaba el aire. Ahora estoy físicamente mejor que cuando empecé hace tantos años atrás», aseveró.
Lo cierto es que cada anciano cubano practicante del Qigong tiene una historia casi siempre vinculada a la necesidad de resolver algún problema de salud o de al menos mitigar el impacto de alguna enfermedad.
Muy diferente es el caso de niños y adolescentes, quienes por lo regular se acercan a la práctica atraídos por los movimientos y la flexibilidad que adquiere el cuerpo a partir de los tres principios básicos: respiración, concentración y postura.
Desde la formación hace casi tres décadas por el maestro Roberto Vargas Lee de la Escuela Cubana de Wushu y Qigong, en Cuba hay unos 6.000 practicantes.
Esas personas se reúnen por las mañanas al menos tres veces por semana en parques o áreas abiertas para ejecutar la rutina de movimiento, una imagen que poco a poco se ha vuelto común en casi todas las grandes ciudades cubanas.
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