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Gaza apuesta por la desalinización para enfrentar su creciente escasez de agua

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Palestina.

Gaza, desde hace años al borde del límite por el bloqueo israelí, las escaladas bélicas recurrentes o su precaria economía, afronta otro reto que pone en riesgo su propia existencia: la falta de agua.

Este recurso escasea cada vez más por sus malas condiciones medioambientales y la crisis climática. Ante ello, la Franja apuesta por la desalinización para superar el problema. «Desalinizar es la única forma de obtener agua potable, no tenemos otra opción», dice a EFE Ahmed Robae, mientras revisa tuberías de la planta de desalinización del sur de Gaza, la más grande del enclave.

Situada frente al Mediterráneo, tiene varios depósitos a pie de playa que recogen agua marina, la transportan hasta la planta y la transforman en agua dulce, un proceso que según Robae -director de la instalación- debe optimizarse aún más para cubrir las necesidades de los más de 2,3 millones de habitantes de Gaza, pequeña lengua de tierra con una de las densidades demográficas más altas del mundo.

En Gaza -bloqueada por Israel desde 2007, cuando el movimiento islamista Hamás tomó su poder- beber agua del grifo era normal en el pasado, pero «ahora no lo hace nadie» porque el riesgo de contraer infecciones o enfermedades es demasiado alto, comenta a EFE Sami Abu Omar, residente en la urbe sureña de Jan Yunis de 58 años.

Él y su familia dejaron de usar agua del grifo hace dos décadas, cuando se evidenció que el agua corriente ya no era bebible por su alta salinidad y la presencia de nitratos o residuos contaminantes.

El acuífero costero que recorre Gaza de norte a sur, su principal fuente de agua, está afectado por una extracción tres veces superior a su capacidad de regeneración natural con la lluvia, sobre todo por las necesidades surgidas del constante aumento de población, que en 2030 podría alcanzar tres millones, casi el doble de los 1,8 que había en 1998, explica a EFE Monther Shoblaq, director general del Servicio de Agua de los Municipios Costeros de Gaza (CMWU).

Según remarca, «la sobreexplotación hizo que el agua de mar se filtre cada vez más en el acuífero», a lo que se suma la intrusión de nitratos, sustancias derivadas de la actividad agrícola como fertilizantes y aguas residuales, aunque estas están cada vez más controladas por la mejora de su tratamiento y del alcantarillado, que «ya llega al 80% de población».

Sin embargo, esta situación causó que el 97% del agua subterránea de Gaza no sea apta para consumir y a eso se suma que la recuperación del acuífero puede tardar tres décadas y sus habitantes solo pueden usar este recurso para lavar la ropa o ducharse, aunque se perciba una ligera capa de sal en los tejidos o la piel.

En el campo de refugiados de Jabalia, en el norte de la Franja, la familia de Asmaa Tayeh, de 27 años, tiene un gran depósito que una compañía rellena cada mes, una salida que usa mucha gente Gaza para tener agua potable, aunque Shoblaq alerta que las empresas privadas que proveen agua no garantizan su total salubridad.

A ello se suma la crisis climática, con un aumento de temperaturas y descenso de precipitaciones aún más intenso en Oriente Medio, una región que se calienta el doble de rápido que la media mundial. Esto agrava la falta de agua en Gaza, «donde tener máximas de 40 grados ahora es normal, pero no era común antes», dice Shoblaq.

Años atrás, por motivos como la escasez de agua potable, la ONU ya señaló en un informe que Gaza sería inhabitable para 2020. Tres años después de ese plazo, aunque muchos constatan que su situación es insostenible, el enclave busca vías como la desalinización para sobrevivir.

El Servicio de Agua de Gaza emprendió esta tarea en 2012, cuando empezó a construir sus plantas desalinizadoras con financiación de la UE y otros donantes y acompañamiento de UNICEF.

Gaza tiene ahora tres complejos (en su zona norte, centro y sur respectivamente) para desalinizar, con capacidad para obtener unos 36.000 metros cúbicos de agua por día junto a una parte procedente de Israel a través de la compañía pública Mekorot, que conserva las tuberías por donde antes proporcionaba agua a las colonias judías.

«Con esto, un 40% de población de Gaza recibe agua de calidad», asegura Shoblaq, aunque matiza que hay problemas pendientes como la crisis energética del enclave, con pocas horas de electricidad al día, lo que a menudo paraliza la actividad de las desalinizadoras.

En el futuro, añade, la meta es ampliar y construir más plantas para producir unos 100.000 metros cúbicos de agua al día, «cantidad que cubriría a toda la población». «Estamos adaptándonos», dice Shoblaq, que pese a las dificultades, cree que la desalinización lleva a Gaza por buen camino.

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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