Ciudad Juárez.-
Empoderadas y conocedoras de sus derechos, un grupo de mujeres de Ciudad Juárez defienden su vida y su libertad en esta urbe fronteriza con Estados Unidos, tristemente conocida por la violencia y los feminicidios, que se han duplicado en los dos últimos años.
«El año pasado quedamos por arriba de 90. Hemos visto este repunte de la violencia», explicó a Efe la coordinadora general de la ONG Red Mesa de Mujeres de Ciudad Juárez, Imelda Marrufo, que destacó que la «impunidad» en los delitos, que en México es de 98 %, atiza los ataques contra las mujeres.
La crónica negra persigue a esta ciudad del estado de Chihuahua donde los cárteles de Juárez, de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación se disputan el trasiego y la venta de drogas.Según el recuento de la Red Mesa de Mujeres, de 1993 a 2017 se registraron más de 1.600 feminicidios, que son los asesinatos a mujeres por razón de género.
Los peores años fueron 2010 y 2011, con 191 casos cada uno. Y tras un descenso paulatino, de 2016 a 2017 se pasó de 57 asesinatos a 92 en esta ciudad de 1,5 millones de habitantes. A modo comparativo, en España, un país con cerca de 50 millones de habitantes, la violencia machista cerró el año con 48 asesinatos de mujeres.
Las mujeres se enfrentan a los feminicidios, pero también desapariciones, violencia intrafamiliar, abusos sexuales o trata. «Es fruto de una cultura de misoginia», denunció Marrufo.
Las denuncias son investigadas por la Fiscalía Especializada de la Mujer de Chihuahua, un organismo creado «ex profeso» para cumplir con un protocolo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por el caso Campo Algodonero, un descampado en el que fueron encontrados los cuerpos de ocho mujeres desaparecidas a inicios del siglo XXI.
«Atendemos violencia familiar, doméstica en todos sus rubros, económica, psicológica y cualquier tipo de violencia que pueda afectar a la mujer», señaló a Efe Silvia Nájera, vocera de esta fiscalía.
Positivamente, Red Mesa de Mujeres y la Fiscalía Especializada destacan el Protocolo Alba para la búsqueda de mujeres, con un porcentaje de éxito de 98 %. El 2 % restante, detalló Nájera, son en su mayoría mujeres que escapan de casa por violencia familiar, e «incluso se van fuera del estado».
No obstante, sorprende el choque de datos entre ambos organismos. La Fiscalía Especializada reportó una veintena de feminicidios en 2016, una cifra que ascendió a 41 en 2017. Es decir, también se duplicaron los asesinatos, pero la cifra es menor.
Y al menos la mitad de los casos, continuó la vocera, se lograron judicializar; es decir, detener el presuntos responsable y consignarlo ante un juez.
Para Nájera, muchos asesinatos no son por razón de género al tratarse de «jovencitas envueltas en otro tipo de situaciones», como que «su pareja era de un bando criminal».
Lejos de las impolutas oficinas de la Fiscalía, en la colonia (barrio) Fray García de San Francisco, un grupo mujeres se forman para ser defensoras comunitarias de la mano de la ONG.
Para ellas, la violencia es mucho más que un dato. «Vivimos siempre asustadas y con miedo a que nuestras hijas salgan solas», indicó a Efe Dora Fermán, una comerciante con cuatro hijos, hoy separada tras padecer ataques de su expareja.
Dora aprende a «cucharaditas lo que es la violencia» gracias a los talleres que imparte la ONG durante ocho meses a mujeres consideradas líderes en su comunidad para darles herramientas para ayudar y dar consejo a otras mujeres de su vecindad.
«¿Qué es género y qué es violencia?», les pregunta Yadira Cortés, coordinadora de proyectos de la ONG, a la decena de mujeres que siguen la charla ofrecida en el patio de la humilde casa de una de ellas.
Red Mesa de Mujeres lleva ocho años con este proyecto, que ha dado capacitación a 360 mujeres de 30 colonias (barrios) con altos índices en violencia contra las mujeres.
El proceso es lento -detalló a Efe- porque muchas de ellas, pese a ser mujeres fuertes, han sido «violentadas tanto por su pareja como por la comunidad o las instituciones».
«He aprendido a tener autoestima, a valorarme, a empoderarme como mujer y a saber tomar decisiones sin dejarme manipular», aseguró María Elena Mejía, de 55 años, vendedora con tres hijos, diez nietos y dos bisnietos.
Hoy soltera, todo lo que aprende lo transmite a «compañeras de trabajo y vecinas». Y en esta labor escucha muchas problemáticas, desde celos del marido a insultos de la hija.
La clase avanza, y hoy escuchan la historia de Karla Ivonne, asesinada por su marido en 2016. Las futuras defensoras comunitarias no pierden pista y se hacen varias preguntas.
Entre sus funciones, está la de dar acompañamiento a mujeres que padecen violencia en casa. Incluso asistiéndolas en la difícil tarea de denunciar ante las autoridades.En el taller afloran muchos sentimientos. Y al concluir la clase, hacen varios ejercicios de relajación, se sacuden y se abrazan.
Sobresale el espíritu de unidad, de red, que le da alas para continuar con su lucha diaria.
Por EFE
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