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Objetivo: crear el mapa de los animales que aún nos quedan por descubrir

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El emú común, la tercera ave más pesada y la segunda más alta del mundo, difícilmente hubiera pasado desapercibido a los ojos de los primeros británicos que llegaron a Australia en el siglo XVIII. Por eso, el ave fue mencionada en 1789 en el libro del capitán Arthur Phillip, primer gobernador de la primera colonia europea en el continente y fundador de la ciudad de Sídney, que la denominó Casuario de Nueva Holanda.

Quien describió el emú fue el ornitólogo y naturalista británico John Latham, que aportó los primeros nombres científicos de las aves australianas. Habían pasado solo unas pocas décadas desde que comenzaran a clasificarse las nuevas especies de animales según el Systema Naturae del científico, naturalista y zoólogo sueco Carlos Linneo. El hallazgo y descripción de nuevas especies se aceleró así hasta principios del siglo XX, cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial.

“El ritmo de descubrimiento anual de especies se recuperó inmediatamente después de la guerra, pero ya no aumentó. Desde entonces hemos encontrado de media unas 18.000 especies nuevas cada año”, indica Quentin D. Wheeler, expresidente del Colegio de Ciencias Ambientales y Forestales de la Universidad Estatal de Nueva York en EE UU.

Las que se descubren ahora ya no son tan perceptibles como el emú común descubierto hace dos siglos, ni siquiera son aves, sino anfibios, más pequeños y escurridizos. Un ejemplo de ello es la rana Brachycephalus guarani, que no se descubrió hasta 2012 en Brasil. Esto sugiere que aún quedan más animales de este tipo por encontrar y nos lleva a una pregunta: ¿cuántas especies animales no se han descubierto aún?

Es una cuestión a la que biólogos y ecólogos llevan tiempo tratando de responder. Nunca se sabrá la respuesta. La crisis de biodiversidad que el planeta está sufriendo provoca que muchas especies se extingan antes de que conozcamos su existencia.

Nanocamaleón
Brookesia nana es hasta ahora el camaleón más pequeño jamás descubierto. Su descripción se publicó el pasado mes de enero en la revista Scientific Reports. / Frank Glaw

 

Un inventario de 10 millones de especies que podrían existir

“Creo que tal ignorancia es inexcusable, y le debemos a las generaciones futuras el cerrar rápidamente estas lagunas de conocimiento”, dice Walter Jetz, profesor de ecología y biología evolutiva en la Universidad de Yale, en EE UU. Las estimaciones realizadas hasta ahora señalan que solo se ha descrito formalmente entre el 10 por ciento y el 20 por ciento de las especies de la Tierra, es decir unos dos millones.

“Viviendo en la era de la información, es vergonzoso que no haya aún una respuesta precisa”, lamenta Wheeler. Según el taxónomo, una de las razones de esta falta de conocimiento es el desfase que existe entre el momento del hallazgo de la especie y su descripción y publicación en las revistas especializadas.

Las cifras proporcionadas por los diferentes expertos permiten así estimar en 10 millones el número de especies animales que existen en total en nuestro planeta, de los que ocho millones son aún desconocidas. “Es la cifra redonda que cito con más frecuencia, pero la verdad es que, sencillamente, aún no lo sabemos. No es más que una conjetura”, comenta Wheeler.

Pero no es la única cantidad con la que juegan los biólogos. El número total de especies podría ascender a 100 millones o más si se incluyeran también a los microbios, bacterias y arqueas, entre otros. Y esto en parte se explicaría por la enorme variación genética que se ha hallado entre microbios gracias a los estudios metagenómicos que aíslan el ADN de muestras ambientales del suelo y agua.

Sin embargo, los científicos como Quentin Wheeler son aún cautos a la hora de saber si esta diversidad genética se puede traducir en diversidad real de especies. “Me siento más seguro hablando de plantas y animales y, en ese caso, sospecho que el número está más cerca de los 10 millones de especies… Pero prefiero llegar al número a la antigua usanza, contándolas”, confiesa el experto, que está trabajando en un libro sobre la necesidad de crear un inventario de especies a escala planetaria, el renacimiento taxonómico, y el regreso de los museos de historia natural a una posición de liderazgo en la exploración y conservación de especies.

“Eso requerirá aumentar el número actual de descubrimientos de especies a 200.000 al año”, cuenta el entomólogo estadounidense, descubridor de varios escarabajos. Esta tarea podría lograrse modernizando la estructura de los museos y la investigación, así como mejorando el apoyo a los taxónomos.

Dado que las especies se extinguen a un ritmo acelerado, es necesario centrarse en otra pregunta: ¿qué tipo de animales nos quedan por hallar? La respuesta “dará lugar a todo tipo de nuevos descubrimientos sobre la diversidad y la historia evolutiva de las especies”, indica el experto estadounidense. También permitirá debatir un nuevo marco en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica, que se celebra en octubre de este año.

Mapa de la Vida
Mapa de la Vida de los lugares donde podrían encontrarse aún reptiles. / MOL

 

La vida desconocida en un nuevo mapa

Para tratar de clasificar la distribución y el tipo de especies que ya se conocían, hace 10 años, el investigador de Yale Walter Jetz lideró la creación del Mapa de la Vida, reordenando y recuperando todas las bases de datos y la literatura científica disponibles hasta la fecha sobre este tema.

Ahora, los científicos han puesto en marcha un trabajo aún más ambicioso: crear el mapa de los lugares donde aún queda vida por descubrir y revelar qué animales serán. “Hemos añadido una nueva capa al Mapa de la Vida para representar a las especies desconocidas”, cuenta Mario Moura, antiguo asociado posdoctoral de Yale en el laboratorio de Jetz y ahora profesor de la Universidad Federal de Paraiba en Brasil.

Este trabajo, publicado en la revista Nature Ecology & Evolution, ayudará no solo a los científicos a entender patrones de similitudes y diferencias entre especies, sino también a los gobiernos y a las instituciones científicas a decidir dónde concentrar sus esfuerzos para documentar y conservar la biodiversidad.

Moura y Jetz recopilaron datos exhaustivos que incluían la ubicación, el área de distribución geográfica, las fechas de descubrimiento histórico y otras características ambientales y biológicas de unos 32.000 vertebrados terrestres conocidos. Su análisis permitió extrapolar dónde y qué tipos de especies desconocidas de anfibios, reptiles, aves y mamíferos tienen todavía más probabilidades de ser identificadas. En los próximos años se ampliará a especies vegetales, marinas e invertebradas.

“Las especies desconocidas suelen quedar fuera de la planificación, la gestión y la toma de decisiones en materia de conservación. Por eso, encontrar las piezas que faltan en el rompecabezas de la biodiversidad de la Tierra es crucial para mejorar su conservación en todo el mundo”, comenta el científico brasileño.

Los dos investigadores se centraron en once factores clave para predecir mejor los lugares en los que podrían localizarse las especies aún no descubiertas. Por ejemplo, era más probable que ya se hubieran descubierto animales de gran tamaño con una amplia área de distribución geográfica en zonas pobladas. Los hallazgos de estas especies pueden ser así poco frecuentes en el futuro. Pero los animales más pequeños, con áreas de distribución limitadas que viven en regiones más inaccesibles, tienen más probabilidades de no haber sido detectadas hasta ahora.

Los resultados sorprendieron a los científicos: “Solo el 10 % de la superficie terrestre de la Tierra puede albergar casi el 70 % de todos los futuros descubrimientos de nuevas especies”, recalca Moura.

Los bosques tropicales concentran los ‘puntos calientes’

Gracias a un modelo estadístico, el análisis sugiere que BrasilIndonesiaMadagascar y Colombia tienen en general mayores oportunidades de identificar nuevas especies, con un 25 % de todos los potenciales descubrimientos. Las especies no identificadas de anfibios y reptiles tienen más probabilidades de aparecer en las regiones neotropical (en Centroamérica y América del Sur) e indomalaya (al sur y sureste de Asia).

Estas zonas, que incluyen las cuencas del Amazonas y del Congo, son conocidas como ‘puntos calientes’ de la biodiversidad. “Están increíblemente poco exploradas y albergan un número especialmente elevado de especies”, informa Wheeler, quien las compara con otras regiones como Europa occidental, bastante más conocida y donde se declaran unas 600 nuevas especies cada año.

Los bosques tropicales de países en desarrollo como Brasil, Indonesia, Madagascar y Colombia se convierten así en la cuna de los futuros descubrimientos. “De ahí que sea imperativo protegerlos y detener las tasas de deforestación si queremos tener la oportunidad de descubrir realmente nuestra biodiversidad”, advierte Moura.

Además de los cálculos realizados en el estudio de Moura y Jetz, el taxónomo estadounidense Wheeler, sugiere que también se pueden predecir las zonas en las que pueden aparecer nuevas especies en función de los estudios taxonómicos anteriores, junto con los conocimientos ecológicos.

Selva amazónica
Selva amazónica cerca de Manaus. / Neil Palmer/CIAT – Flickr

 

Ranas y serpientes, esquivas nuevas especies

¿Qué especies podrían descubrirse aún en el planeta? Hasta ahora, de los animales que ya se conocen los insectos son los más numerosos, con más de un millón de especies descritas. “Muchos entomólogos creen que solo se trata de un 25 por ciento del número total, lo que deja unos tres millones de insectos por descubrir”, señala Wheeler.

Los anfibios y reptiles completarían los futuros descubrimientos: “Tres cuartas partes de todos los futuros descubrimientos de vertebrados terrestres serán de anfibios y reptiles, animales muy sensibles al cambio climático”, subraya Moura. Según el experto, la mayoría de estos animales serán ranas que se encuentran en la hojarasca de los bosques tropicales, así como salamanquesas y serpientes.

En cuanto al resto, la probabilidad de encontrar aves —de las que se conocen 9.700 especies en la actualidad, con 50 mil millones de individuos, según un estudio reciente de big data—, estará más limitada. “Conocemos la mayoría de las aves del mundo y no se encuentran más de dos o tres especies nuevas en un año”, subraya Quentin Wheeler. Los modelos de Moura y Jetz van en la misma línea: “Nuestros modelos prevén el descubrimiento de unas pocas especies de pájaros cantores y quizás de búhos”, detalla el investigador brasileño.

Entre los mamíferos, aunque también son bastante conocidos por la comunidad científica, aún queda un número importante de especies por descubrir en grupos como los roedores y los murciélagos, coinciden los científicos.

Pero en general, muchas de las especies desconocidas pueden pertenecer a grupos megadiversos como los ácaros, los gusanos redondos o los hongos. “No es de extrañar… Generalmente son de pequeño tamaño y poco estudiados”, explica a SINC Wheeler.

Riesgo de extinción de especies
Descubrimientos acechados por el riesgo de extinción

Mientras los ecólogos, biólogos y taxónomos siguen buscando qué animales pueblan recónditas áreas de nuestro planeta, no sabemos cuáles ni cuántas de ellas se extinguen cada año antes de ser descubiertas. “Es imposible establecer una tasa precisa”, anuncia el taxónomo de la Universidad del Estado de Arizona.

Sin embargo, los estudios sobre extinciones, en particular hacia la sexta extinción masiva, se publican desde hace décadas. Uno de ellos trató de establecer una tasa media de extinción global. Su conclusión fue que cada año se extinguen unas 20.000 especies. A este ritmo, señalan los autores, perderíamos el 70 por ciento de todas las especies en 300 años.

“Es una cifra importante. Es el umbral de lo que los paleontólogos llaman una extinción masiva”, señala Wheeler. En su libro The Diversity of Life (1992), el entomólogo y biólogo Edward O. Wilson, ya calculó que cada año se pierden unas 27.000 especies. “Aunque el libro es antiguo, sus estimaciones siguen siendo relevantes”, añade el experto estadounidense.

Para evitar ser testigos de la temida sexta extinción masiva, Walter Jetz propone que los recursos taxonómicos se distribuyan de manera más uniforme, así se acelerarían los hallazgos y se limitaría el número de extinciones de especies desconocidas.

Sin embargo, la deforestación, la contaminación, la sobreexplotación de los recursos, el cambio climático, incluida la acidificación de los arrecifes de coral, entre otras amenazas provocadas por el ser humano, se convierten en la espada de Damocles de las especies conocidas y por conocer.

“El sombrío futuro hacia el que nos dirigimos en la actualidad no es el futuro que será finalmente, como en un cuento de Dickens, sino un futuro posible si no aprendemos a vivir de forma sostenible y en armonía con la biosfera”, concluye Wheeler, quien a pesar de todo se muestra optimista sobre las posibilidades de evitar una extinción masiva. La solución, según los expertos, podría estar en el inventario de la biodiversidad que impulsaría la descripción de especies en todo el mundo.

Por: SINC.

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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