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La cría en cautiverio del Lince Ibérico, al rescate de la amenazada especie

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Doñana, España

Cuatro cachorros duermen plácidamente al lado de su madre, Nota, uno de los ejemplares reproductores de Lince Ibérico del programa de cría en cautiverio en España, pieza clave de la recuperación de este emblemático animal que rozó la extinción.

Resguardados del intenso sol, Sismo, Sicilia, Senegal y Susurro, con poco más de tres meses de vida, descansan entrelazados en el centro del Acebuche, en el parque nacional de Doñana, un enclave de biodiversidad en Andalucía, sur de España.

Este es uno de los cuatro centros en España, además de un quinto en Portugal, de la red de cría en cautiverio del Lynx pardinus para su reinserción en el ámbito natural, creada en la década de 2000 cuando este felino moteado más grande que un gato se encontraba a punto de desaparecer.

Producto de la persecución humana y la escasez de conejos, su alimento, la especie bandera de la península ibérica fue mermando hasta bajar de los cien ejemplares en 2002 (había 100.000 al principio del siglo XX). Estaba «en peligro crítico» de extinción, según la «lista roja» de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Pero esfuerzos públicos y de ONG’s de conservación lograron a través de la repoblación de conejos, la lucha contra la caza furtiva y, sobre todo, la cría de animales y su reintroducción en la naturaleza, revertir la tendencia: en 2020 se censaron por primera vez más de 1.100 ejemplares.

Pese a seguir amenazado, este animal de orejas puntiagudas y largas patillas blancas a ambos lados de la cabeza se multiplicó en Andalucía y repobló regiones donde había desaparecido: Extremadura y Castilla-La Mancha en España y Portugal.

«Fábrica» de linces

«Estamos muy contentos y sorprendidos con el resultado» del programa de cría y reinserción, afirma Antonio Rivas, coordinador del centro del Acebuche, para quien la red es una verdadera «fábrica de producir linces».

En un amplio recinto cerrado en el Acebuche, que recrea su hábitat natural, los linces viven y se reproducen, mientras los cuidadores los perturban lo menos posible, para evitar que los animales, que serán liberados, se acostumbren al humano.

La «principal causa de muerte en el medio natural de la fauna silvestre está relacionada con las actividades humanas, atropellos, (caza) furtiva, encuentros indeseados», así que «cuanto menos interacción tengan con el hombre, mejor», explica Rivas.

Se alimentan de conejos vivos, mediante unos surtidores con temporizadores.

«Metemos un par de conejos o tres, y le ponemos (al surtidor) cuatro horas, y a las cuatro horas, saltan los conejos, entonces los linces no asocian la alimentación con el cuidador, que es lo que nos interesa», indica Antonio Pardo, uno de sus custodios.

Los linces son monitoreados 24 horas con cámaras y micrófonos, permitiendo estudiar el comportamiento del animal, más parecido a un tigre que a un gato.

En una habitación, sentada frente a una serie de pantallas y altavoces, que reproducen maullidos y rugidos -«vocalizaciones», según los expertos-, la «videovigilante» Blanca Rodríguez no pierde detalle.

«Tenemos que ir instalación por instalación buscando los ejemplares. Como es la hora de la siesta, los vamos a ver descansando», señala. Ahí están «Nota y sus cachorros, los tengo a todos dormiditos», dice.

Para proteger a los felinos, «sensibles al SARS-CoV-2», se reforzaron las medidas de seguridad con la pandemia y la mascarilla pasó a ser obligatoria todo el tiempo, comenta la veterinaria del Acebuche, Yasmín.

«¡En libertad!»

En marzo de 2005 se logró el gran hito en el Acebuche: el primer nacimiento en cautiverio de cachorros de Lince Ibérico, Brecina, Brisa y Brezo, de los que sobrevivieron los dos últimos.

Las camadas iniciales incrementaran la población en cautiverio para evitar tener que capturar más animales salvajes. A partir de 2011, comenzó la reinserción de ejemplares. Hasta 2020, se habían liberado 305 linces.

«Cuando tienen alrededor de doce meses, llega el día que (…) se les pone un collar GPS y se llevan a una zona de la península ibérica, se abre la compuerta y ¡a vivir en libertad!», exclama Antonio Rivas, precisando que el 85 por ciento de las crías nacidas en cautiverio se sueltan y su supervivencia «está cerca del 70 por ciento».

El programa ha permitido también mejorar su genética. Ahora en libertad, el lince tiene camadas anuales de hasta seis crías, se congratula.

Pese al aumento de su número, la UICN mantiene al Lynx pardinus en la categoría «en peligro», mientras la ONG WWF estima que el riesgo solo cesará cuando se sobrepasen los 3.000 ejemplares.

Por: AFP.

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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