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Un experimento busca reconciliar a los ganaderos con la Amazonía colombiana

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Colombia.
Eran enemigos: en Guaviare, puerta de entrada a la Amazonía colombiana, los ganaderos armaron sus potreros a expensas de la selva. Pero un experimento para acomodar sus animales en espacios más pequeños y reforestar, podría reconciliar al bosque con sus antiguos depredadores.

En un lugar donde la tierra abunda y la presencia estatal escasea, avanzó progresivamente la «ganadería extensiva»: se talan y cercan grandes porciones de bosque para introducir unas cuántas reses y reclamar posesión sobre todo el terreno.

Pero ahora la tendencia es que los vacunos pasen sus días en encierros de menor dimensión y organizados, rotando entre potreros, comiendo eficientemente, sin destruir la selva circundante. La producción de leche aumentó, y el espacio sobrante es destinado a plantar árboles y tratar de resarcir el daño causado.

Cambio de modelo productivo

Desde el aire se ven los mordiscos que el pastoreo y los cultivos ilícitos de coca arrancaron entre la espesa vegetación que rodea a San José de Guaviare, capital del departamento, poblado durante la segunda mitad del siglo XX por colonos atraídos por la promesa de «una tierra sin hombres, para hombres sin tierra».

A finales de la década de 1970, estos rumores llegaron a Olga Martínez, una ganadera que hoy tiene 65 años y arrea sus vacas lecheras por una propiedad de unas 55 hectáreas de superficie.

Cuando Martínez llegó hasta allí, hace 45 años, el paisaje era «solo montaña (selva)». Aunque no tenía motosierra, tumbar la selva para volverse propietaria le pareció «fácil».

«Ir a echar machete para uno no era imposible, ya mis manos se habían acostumbrado», recuerda en entrevista con la AFP.

Pero en 2022 renunció a las talas y firmó un «acuerdo de conservación» con la ONF Andina, subsidiaria local de la Office National des Forêts (ONF), una entidad del gobierno francés que vela por los bosques. Desde entonces ha sembrado unos 1.200 árboles en su propiedad, sin renunciar a una sola cabeza de ganado.

»Coexistir»

«Tanto los bosques como la ganadería tienen que coexistir porque de eso vive la gente», explica a la AFP Luis Páez, vocero de la ONF Andina.

Con unos 30 millones de cabezas, el sector representa el 1,7% del PIB nacional, casi el doble de lo que aporta el café, según la Federación Colombiana de Ganaderos (FEDEGÁN).

En lugares como Guaviare es uno de los pocos negocios rentables, debido a la ausencia de vías pavimentadas, que dificulta el transporte de cosechas perecederas.

También «es uno de los principales motores de deforestación en nuestro departamento. El modelo fue talar bosque para sembrar pasto (…) un negocio muy rentable», anota Xismena Martínez, funcionaria de la gobernación de Guaviare. La región perdió 25.000 hectáreas de bosque en 2021, según la estadística oficial.

Para contrarrestar esta tendencia, la ONF propuso a los ganaderos cercar una decena de corrales de menos de una hectárea en sus propiedades, donde se colcan algunas decenas de animales, y establecer un sistema de «rotación de pastos». El ganado permanece en el primer potrero hasta que agota el pasto, luego pasa a un segundo, y así sucesivamente, optimizando de esta forma el consumo de alimento y del espacio productivo.

«Cuando vuelve a la primera parte ya el pasto se ha recuperado» y el ciclo vuelve a iniciar, explica Páez. Unos 35 propietarios se han sumado al programa, conocido como Terramaz.

Más leche, más bosque

Al confinar su ganado en lugar de apostar al pastoreo extensivo, los productores liberan tierras que se comprometen a reforestar. Además, el rendimiento de las vacas lecheras mejora «porque no caminan tanto» como cuando deambulaban por grandes extensiones, y gastan así menos energía, detalla Nelcy Rodríguez, protegida del ardiente sol bajo un sombrero vaquero.

«Las diez vacas que estoy ordeñando (…) daban por ahí 40 litros (diarios) y ahora en las parcelas pequeñas me dan entre 60 y 55» litros, calcula Rodríguez, cuya finca tiene bosque en 15 de sus 48 hectáreas.

En 1995 llegó a la zona rural de San José en busca de tierras y encontró «selva y coca», el principal ingrediente de la cocaína.

«Cada persona iba tumbando (el bosque) para sembrar coca», recuerda.

A principios del siglo XXI el cultivo ilícito -que se utiliza en la producción de la cocaína- se redujo sustancialmente debido a una agresiva y polémica campaña gubernamental de fumigaciones con glifosato. El ganado se convirtió entonces en el principal renglón de la economía local.

«Yo sembraba coca y también iba comprando mis animales. (…) Cuando se acabó la coca, ya tenía mis vacas y me dediqué a la ganadería», recuerda sin tapujos Rodríguez, testigo de primera mano del cambio de mentalidad entre los habitantes de Guaviare.

«A uno ya le da pesar ir a tumbar un árbol. Al contrario, estamos bregando para reforestar», concluye la ganadera.

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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