Por: Nicolás Bustamante Hernández / SciDevNet América Latina

Los Laboratorios Vivos para las Personas (Living Labs 4 People, LL4P, en inglés) comienzan a mostrar su eficacia como plataformas de aprendizaje y producción de conocimiento en diversas regiones del mundo en desarrollo.

Se trata de un espacio donde interactúan, en igualdad de condiciones, ciudadanos, organizaciones de investigación, empresas, ciudades y regiones que, al mismo tiempo, se constituyen en intermediarios entre sí para lograr la cocreación de valor, la creación rápida de prototipos o la validación para escalar horizontal y verticalmente la innovación en diversos sectores de desarrollo.

Actualmente funcionan en Kenia, China, Vietnam y Colombia, entre otros países, abarcando temas que incluyen salud, innovación, seguridad alimentaria e incluso gobernanza y políticas públicas.

En Colombia, el piloto está en marcha desde 2023 y su objetivo es adaptar acciones que permitan un sistema alimentario bajo en emisiones y resiliente, señala Martha Vanegas, coordinadora del LL4P en este país e investigadora de la Alianza de Bioversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical(CIAT).

Para lograrlo, el enfoque LL4P propone fomentar alternativas como redes de agricultores locales y organizaciones que conecten productores y consumidores. Asimismo, enfatiza la importancia de iniciativas arraigadas en el contexto local para aprovechar las capacidades de la población, explica.

“También aboga por una nueva gobernanza que redefina los roles y su articulación dentro del sistema, y promueve el empoderamiento individual a través de procesos reflexivos, donde los participantes toman decisiones y utilizan recursos para su propio beneficio”, añade.

Ubicación del Municipio La Montañita, Dpto. de Caquetá. Es una zona estratégica por ser de transición entre los Andes y la Amazonía. Crédito de la imagen: Milenioscuro/Wikimedia Commons, bajo licencia Creative Commons CC BY-SA 3.0 Deed.

El LL4P piloto está a cargo del CIAT y la Universidad Javeriana en el municipio de La Montañita, departamento de Caquetá, al oriente del país, región de transición entre los Andes y la Amazonía.

Su objetivo es ofrecer alternativas de gobernanza para aliviar la presión sobre los bosques y contribuir a la construcción de la paz.

Según Vanegas, Caquetá es una región profundamente afectada por el conflicto armado interno que azotó al país desde los años 60 y que aún hoy no está completamente resuelto. Además, es un departamento crucial para los esfuerzos de reducción de emisiones de Colombia.

El 72 por ciento de su territorio está cubierto de bosque, pero ostenta una de las tasas de deforestación más altas del país, donde la conversión de bosque natural a pasto representa el 84 por ciento de las emisiones totales del departamento.

Por todo eso, estratégicamente se eligió trabajar con las cadenas de valor del ganado/leche y del cacao, refiere Vanegas, científica dedicada a la conservación de bosques y naturaleza, especializada en políticas y sociedad en la Universidad de Wageningen (Países Bajos).

Potenciar el desarrollo local

En Colombia, diversas organizaciones impulsan innovaciones para el uso sostenible de la tierra. Sin embargo, admite la experta, estas iniciativas suelen quedarse a nivel piloto, sin alcanzar su potencial de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

En cambio, la iniciativa Mitigate+ del Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR en inglés), que impulsa los LL4P, reconoce la necesidad de transformar el sistema alimentario, reduciendo sus emisiones anuales mediante un trabajo de colaboración con productores locales.

“Enfoques participativos y multiactor, como los laboratorios vivos, tienen el potencial de ayudarnos a lograr los cambios necesarios, a la vez que trabajamos en objetivos de desarrollo local”, indica la experta.

Luz Ángela Rodríguez, profesora asociada de la Pontificia Universidad Javeriana, copartícipe de la implementación del LL4P en Colombia, señala que parte del trabajo ha consistido en potenciar, mediante innovación participativa, el proceso que comenzó en la zona de la Montañita en 2018 con la idea de construir un territorio agroalimentario sostenible.

“Esta idea tiene su origen en las expectativas generadas con la firma del Acuerdo de paz que para muchas personas participantes en este proceso significó la esperanza de tener un futuro agenciado y autogestionado por ellos mismos” comenta Rodríguez.

“Desafortunadamente —reconoce— la reconfiguración de la violencia en los territorios ha puesto esta posibilidad en gran riesgo”.

Pese a que el gobierno colombiano firmó un acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC (la más numerosa del país) en 2016, el conflicto no terminó por completo y actualmente hay presencia de distintos grupos armados, entre los que destacan las denominadas disidencias de las FARC y el ELN.

La investigadora afirma que, pese a las circunstancias adversas, las comunidades siguen apostándole a la paz y a la gestión de un territorio configurado alrededor de la producción de alimentos y la transformación de los sistemas productivos hacia la sostenibilidad.

“Estamos adaptando [los laboratorios vivos] bajo la óptica de la innovación rural participativa. El objetivo es identificar, construir, planear de abajo hacia arriba y, ojalá, probar innovaciones para que los sistemas alimentarios sean más sostenibles”, dice.

Gregorio Rodríguez, director de la organización Agrosolidaria La Montañita, asegura a SciDev.Net que la experiencia ha sido “muy fructífera” en lo concerniente a la defensa del agua y el territorio.

Afirma que las propuestas trabajadas han sido debatidas, estudiadas y sacadas adelante de manera consensuada con la comunidad, teniendo en cuenta tanto el valor académico como la sabiduría de los campesinos.

“Eso nos ha llevado a sentirnos gratamente reconocidos en este proyecto que tiene en cuenta estos dos modelos educativos, el saber empírico y el saber profesional, académico. Cuando a nosotros, como campesinos, se nos tiene en cuenta es muy grato y tenemos una gran esperanza que este proyecto siga”, reflexiona.

Una alternativa para el sur global

Para Miguel Sierra, experto en innovación del Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) de Uruguay, la desconexión que muchas veces existe entre la investigación y la innovación, o el mundo de los usuarios y adaptadores activos de las soluciones tecnológicas “requiere de estos espacios donde encontrarse, procesar los puntos de vista, demostrar las propuestas de valor en funcionamiento y juntos definir fortalezas y aspectos a mejorar”.

En el INIA de Uruguay actualmente están trabajando “living lab” en temáticas de digitalización y agro, creando un espacio abierto donde las empresas o start ups que tienen soluciones digitales puedan validarlas o verificar su propuesta de valor.

“Dicha propuesta se llama “Converge” y cuenta con financiación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Agencia Nacional de Investigación e Innovación del Uruguay”, informa Sierra a SciDev.Net.

“El BID sugirió que la propuestas vengan en estadio de prototipo como mínimo y que ofrezcan soluciones relacionadas al cambio climático. Por tanto no es una cocreación desde el origen de la definición del problema y las soluciones; es un espacio de validación conjunta pero no contempla todas las condiciones de un living lab, que requiere la coinnovación en todas sus fases”, precisa.

Wei Zhang, codirectora de Mitigate+, la iniciativa de investigación del CGIAR sobre Sistemas Alimentarios de Bajas Emisiones, recuerda que desde el inicio su equipo estuvo decidido a convertir los laboratorios vivos “en algo más allá de lo que conocemos del hemisferio norte, lejos del enfoque de la tecnología y la innovación desde el punto de vista de los diseñadores, que a menudo ven los laboratorios vivos como un medio para conseguir la aceptación de los usuarios”.

“Queríamos que los laboratorios se convirtieran en una institución sostenible, integrada en el sistema de gobernanza local y sustentada por los intereses de la población, incluidos los grupos marginados y subrrepresentados tradicionalmente”, añade.

Para proponer el concepto, primero identificaron algunas deficiencias clave en la teoría y en la práctica de los laboratorios vivos ya existentes, muy vinculados a la tecnología y la innovación, “y luego desarrollamos un conjunto de principios normativos para hacerlos más inclusivos y efectivos”, indica.

Actualmente, existen laboratorios vivos promovidos desde distintas organizaciones, como el del Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo (CIRAD), que trabaja los temas de salud y territorios en varios países en desarrollo de África y Asia.

El lago de Guiers es una fuente importante de agua potable en Senegal. La intervención comunitaria a través de laboratorios vivos en salud y territorio está permitiendo un mejor manejo. Crédito de la imagen: chelsealwood/Flickr, bajo licencia Creative Commons CC BY-SA 2.0 Deed.

“En este caso, los laboratorios vivos están desarrollados para abrir espacios de discusión y de creación con las comunidades. Así, las problemáticas locales son discutidas directamente con los científicos y, luego, con las comunidades se realizan experimentos, innovaciones o intervenciones que responden directamente a sus problemas”, explica a SciDev.Net Erwan Sachet, coordinador de un componente de trabajo del proyecto del CIRAD.

Ouléye KÂ, quien vive en Keur Momar Sarr (Senegal) y es parte del Laboratorio Vivo de Salud y Territorio, afirma que este le ha permitido conectar con personas clave que le ayudaron a descubrir aspectos importantes sobre la salud del lago de Guiers, al norte de Senegal.

“Este laboratorio vivo nos ha permitido ver que el lago esté en peligro de degradación a corto plazo. Aunque la atención se ha centrado sobre la salud del lago, hemos planteado otros temas, como la seguridad de los bienes y de las personas, la movilidad de los animales, la calidad de la energía y las prácticas agrícolas, entre otras”, dice a SciDev.Net.

Repensando el desarrollo de capacidades

Según la investigadora Rodríguez, la experiencia del laboratorio en Colombia tiene potencial para aplicarse en otros países amazónicos y otras regiones del mundo.

“A través de esta experiencia, podemos aportar a una reflexión sobre el papel de la academia en el fortalecimiento de los procesos locales, que nacen de la iniciativa de las comunidades y, en los cuales, tratamos de acercarnos de manera respetuosa para aportar nuestras herramientas metodológicas y conceptuales”, asegura.

En la ciencia ciudadana, al igual que en otras formas de investigación participativa, la academia interactúa con la gente para dar solución a problemas específicos. Crédito de la imagen: Serfor/Perú, imagen en el dominio público.

“Si bien no podemos decir que se trata de un proceso puro de investigación-acción participativa, sí estamos tratando de usar herramientas participativas y lograr un diálogo entre miradas, epistemologías y saberes”, precisa Rodríguez.

Quetzalcoátl Orozco, especialista en extensión e investigador del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México, remarca la importancia de este tipo de iniciativas, que forman parte de la investigación participativa, junto con otras más conocidas, como la ciencia ciudadana, en las que el desarrollo de la investigación se hace en interacción con la gente, en la búsqueda de soluciones a problemas específicos.

En este sentido, la propuesta de los laboratorios vivos es buena, porque cumple con estos principios, señala. “Lo que se ha encontrado es que las tecnologías que se desarrollan fuera del contexto en donde se van a aplicar por lo general no funcionan”, agrega.

Sin embargo, reconoce que uno de los principales obstáculos que enfrenta la investigación participativa es su masificación.

“A  la hora de ponerlas en práctica se requiere de un equipo de trabajo muy especializado, muy dedicado y esto hace que sea difícil la masificación de este tipo de iniciativas”, reconoce Orozco.

“Se requiere que para cada región, departamento o municipio haya una entidad dedicada a hacer este tipo de desarrollos, entonces es difícil que se pueda escalar masivamente, como la tecnología tradicional. Esa es una de las desventajas, pero no por eso quiere decir que sea una mala iniciativa”, concluye.