Iberoamérica.

El Protocolo de Montreal se firmó en 1987 y entró en vigor dos años después. Un nuevo estudio demuestra ahora que su impacto llega hasta el Ártico: su aplicación está retrasando hasta 15 años la aparición del primer Ártico sin hielo.

El estudio, a partir de simulaciones de modelos climáticos, se publica en la revista PNAS y sus resultados concluyen, asimismo, que si no se hubiera promulgado este tratado internacional, la temperatura media mundial en superficie sería aproximadamente medio grado más cálida y el casquete polar ártico casi un grado más cálido en 2050.

La investigación, que vincula sustancias que agotan la capa de ozono (SAO) y el calentamiento, está liderada por científicos de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) y de la Universidad de Exeter (Reino Unido).

Cuando los científicos descubrieron un agujero sobre la Antártida en 1985, los países de todo el mundo se unieron y redactaron un tratado destinado a proteger la capa de ozono, que resguarda a la Tierra -y a sus ciudadanos- de los niveles nocivos de radiación ultravioleta.

El Protocolo de Montreal, el único tratado de las Naciones Unidas ratificado por todos los países del mundo, entró en vigor (1989) cuando se sabía muy poco sobre su impacto en el clima mundial, recuerda un comunicado de la Facultad de Ingeniería y Ciencia Aplicada de la Universidad de Columbia.

Su objetivo era reducir las concentraciones atmosféricas de SAO (regula cerca de cien sustancias químicas), utilizadas habitualmente en productos como frigoríficos, aparatos de aire acondicionado, extintores y aerosoles.

El primer verano ártico sin hielo -con el océano Ártico prácticamente libre de hielo marino- «será un hito importante en el proceso de cambio climático», explica Lorenzo Polvani, de la citada universidad.

«Nuestros resultados demuestran que los beneficios climáticos del Protocolo de Montreal no se producen en un futuro lejano: el protocolo está retrasando el deshielo del mar Ártico en este mismo momento», resume el investigador, para quien el rápido deshielo de este es la mayor y más clara señal del cambio climático antropogénico.

Las proyecciones actuales indican que el primer verano ártico sin hielo se producirá probablemente en 2050, debido en gran medida al aumento de las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera. Sin embargo, otros potentes gases de efecto invernadero contribuyen a la pérdida de hielo marino en el Ártico, sobre todo las SAO.

Polvani y Mark England, de la Universidad de Exeter, estaban especialmente interesados en explorar su impacto porque sus moléculas, aunque mucho menos comunes en la atmósfera, son decenas de miles de veces más potentes a la hora de calentar el planeta que el dióxido de carbono.

Para llegar a sus conclusiones, compararon el calentamiento estimado por las SAO con y sin el tratado de Montreal en dos escenarios de emisiones futuras de CO2 entre 1985 y 2050. El equipo calculó que cada 1.000 toneladas de emisiones de SAO evitadas salvan unos siete kilómetros cuadrados de hielo marino ártico, detalla la universidad británica en una nota.

Asimismo, mostraron que si no se hubiera promulgado el protocolo, la temperatura media mundial en superficie sería aproximadamente medio grado más cálida y el casquete polar ártico casi un grado más cálido en 2050. Sin el Protocolo de Montreal el primer verano ártico sin hielo ocurriría entre 7,4 y 15 años antes, dependiendo de las futuras emisiones de CO2.

«Esta importante mitigación climática se debe por completo a la reducción del calentamiento de los gases de efecto invernadero provocado por las SAO reguladas», sin que las pérdidas de ozono estratosférico evitadas desempeñen ningún papel, afirma England: «Aunque detener estos efectos no era el objetivo principal del Protocolo de Montreal, ha sido un subproducto fantástico».

Desde mediados de los años noventa, el protocolo ha conseguido reducir las concentraciones atmosféricas de SAO y hay indicios de que la capa de ozono ha empezado a recuperarse. Sin embargo, investigaciones recientes han sugerido un ligero aumento de las concentraciones de SAO entre 2010 y 2020; los autores de este trabajo subrayan la importancia de mantenerse alerta.