Ucrania.

Otra mañana más de arduo trabajo para Valentyna Lisnycha. Tiene a un soldado en la mesa de operaciones que solo respira por un pulmón. Una bala le atravesó el otro. Los cirujanos quieren intervenir para extraer el coágulo. “Empezamos nuestras operaciones a las 9:00. Últimamente empezamos a las 9:00 y acabamos… cuando acabamos”.

En el Hospital Mechnikov de Dnipró, dos tercios de los pacientes son soldados heridos en el campo de batalla. Antes de la guerra, Nikola trabajaba como programador en Leópolis. Nos cuenta que creía que iba a morir.

Me alcanzaron las balas cuando estaba en el frente. Me dieron en ambos pulmones, me aplastaron las costillas y el pecho”, dijo.

Los médicos llaman a su hospital “fábrica de supervivencia”. La llegada de nuevos pacientes no se detiene ni ante la sirena antiaérea.

“Este soldado fue herido por una mina y tiene heridas de metralla en las extremidades inferiores y en la espalda”, dijo un médico.

Es como si de repente estuviéramos en una película de terror y no pudiéramos salir. Se ha convertido en nuestro día a día. No se puede describir con palabras, tienes que verlo con tus propios ojos”, contó Lisnycha.

El área en donde trabaja Valentina se especializa en el tratamiento de pacientes con septicemia. Llegó aquí como estudiante y ahora dirige esta unidad. Desde 2014 hay combates a las puertas de Dnipró, pero en los dos últimos años el número de ingresos se ha disparado.

Los primeros auxilios que reciben los soldados son mucho mejores que antes. Pacientes que antes no habrían tenido ninguna posibilidad de sobrevivir al proceso de evacuación, ahora llegan vivos, así que recibimos pacientes heridos mucho mucho más graves”, dijo Valentina.

No solo han cambiado los pacientes, los médicos son más rápidos y eficientes, pero también están agotados. “Mis colegas y yo hemos dejado de preguntar a nuestros pacientes cómo resultaron heridos, lo sabemos y solo si ellos mismos nos cuentan su historia. Si empiezas a hacer demasiadas preguntas, no puedes rendir. Básicamente estamos siempre trabajando”, agregó.

El día termina, pero a Valentina le espera el turno de noche cuando ingresan la mayoría de pacientes. Los médicos no necesitan leer las noticias, ven cómo van las cosas por el número de ambulancias que llegan.