EE. UU.
Vivimos en un planeta de agua. Desde millones de kilómetros de distancia, la Tierra brilla azul, con casi el 70% de su superficie cubierta de agua. Pero la mayor parte de esa agua está en los océanos es salada. En la Tierra, sólo un 3% del agua es dulce: la que bebemos y utilizamos para alimentar nuestros cultivos y está en constante movimiento.
A través de la atmósfera, el suelo, los acuíferos subterráneos e incluso los seres vivos. Ahí es donde entran en juego los satélites de la NASA. La observación global del agua dulce proporciona información importante sobre sequías, inundaciones y calidad del agua en todo el planeta.
Cuanto más sepamos sobre el agua y su disponibilidad, mejores decisiones podremos tomar sobre cómo gestionarla. Desde detectar la inseguridad alimentaria antes de que se sequen los acuíferos hasta determinar cuándo y dónde se desbordarán los ríos.
El seguimiento del agua desde el espacio nos da una ventaja a la hora de utilizarla. Por ejemplo, la misión GRACE (Gravity Recovery and Climate Experiment) midió el agua almacenada en los acuíferos. Cuando la actividad humana y la sequía agotan los acuíferos, éstos pueden reponerse con precipitaciones suficientes. Pero no siempre es así. GRACE observó cómo el agua entraba y salía de los acuíferos entre 2002 y 2016.
Más cerca de nuestros pies, el agua del suelo cambia rápidamente en respuesta a las precipitaciones. Podemos ver cómo el suelo se humedece en respuesta a las precipitaciones y, aproximadamente un mes después, observar cómo florece la vegetación allí donde el suelo está suficientemente húmedo.
Podemos seguir todos estos pasos con satélites, que nos ayudan a predecir dónde puede surgir la inseguridad alimentaria antes de que se convierta en un problema. Los satélites también nos ayudan a rastrear ríos y lagos. Los embalses pueden contaminarse por la proliferación de algas que crecen como respuesta a los fertilizantes procedentes de granjas y ciudades.
En la región del Medio Oeste de EE.UU. hay cientos de lagos, por lo que puede resultar difícil hacer un seguimiento individual de cada uno de ellos. Una vista desde el espacio nos ayuda a vigilar los lagos con algas en flor. Los ríos son una importante fuente de agua para las comunidades de todo el mundo, y a menudo se originan en la nieve de las montañas.
El manto de nieve, es decir, la cantidad de nieve que cae y se acumula en el suelo, alimenta los ríos según las estaciones. Un deshielo más temprano puede afectar en cómo y dónde se dispone de agua para el riego, y a medida que el clima sigue calentándose, la capa de nieve está desapareciendo a altitudes más bajas, y la que existe se derrite más rápidamente.
Nuestro planeta está en constante movimiento y el agua dulce se desplaza por todo el planeta. Esos cambios se están produciendo más rápidamente en un mundo que se calienta, con precipitaciones que se suceden en lugares diferentes y ríos que fluyen a nuevas velocidades.
La visión de la NASA sobre dónde está el agua dulce y cómo se mueve es más importante que nunca. Desde las profundidades del suelo hasta la atmósfera o ayudando a la gente a gestionar mejor su agua.
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