Cuyabeno, Ecuador

Cuando escasearon los peces en la Amazonía de Ecuador, los indígenas sionas lo atribuyeron a «chamanes envidiosos» que bloquearon su paso por los ríos del Cuyabeno, un humedal biodiverso pero amenazado por el cambio climático, la contaminación y la minería.

Este bosque inundado de árboles gigantescos es la segunda área protegida más grande del país, después del Parque Yasuní, y una cápsula verde en riesgo por las actividades destructoras del hombre.

El chamán Rogelio Criollo, con 74 años y huellas de pintura roja en el rostro, lo explica desde su tradición. Al pie de un río, cuenta las visiones reveladas a los indígenas sionas durante una ceremonia con ayahuasca o yagé, la planta sagrada y alucinógena de los pueblos originarios.

«Un sabio que conocía el espíritu de esta selva y el espíritu del río», que era de otro pueblo, tomó «yagé en la laguna y cerró las puertas de los peces, de tortugas», dice.

Aunque Criollo escucha otras teorías: «Muchos dicen que es por la contaminación», añade.

Con casi 600.000 hectáreas, el sistema lacustre del Cuyabeno y las cercanas reservas de Lagartococha y Yasuní fueron declaradas en 2017 cada una como un humedal de importancia internacional para la lucha contra el cambio climático, de acuerdo con la Convención de Ramsar, un tratado ambiental de la Unesco.

Juntas crean un corredor hídrico vecino a Colombia y Perú en el que habitan más de 200 especies de anfibios y reptiles, 600 de aves y más de 160 de mamíferos.

«Ya no hay tanto pez y en parte puede ser también por efecto de otras actividades humanas que vienen desde arriba como la minería o la contaminación», explica Jorge Celi, director de la cátedra Unesco para manejo de aguas tropicales de la estatal universidad amazónica Ikiam.

«Sumamente grave»

Son diversas las amenazas que extienden sus garras sobre este humedal ubicado en el norte de la Amazonía ecuatoriana.

«La información satelital nos demuestra que (en los alrededores) hay un proceso de deforestación sumamente grave», dice el director de la reserva, Luis Borbor, tras un congreso en Quito sobre pesca.

La frontera agrícola en las afueras del humedal Cuyabeno pasó de 819 hectáreas en 1985 a 5.002 en 2022.

El peor impacto de la deforestación es la pérdida de hábitat de millones de especies, que dentro de la reserva encuentran un oasis con una cobertura boscosa del 97%, según el proyecto Mapbiomas.

A decenas de kilómetros, la explotación minera también causa estragos y contamina el agua.

Un estudio divulgado en febrero por el Instituto Nacional de Biodiversidad develó «patrones de acumulación de metales pesados en peces» de varios ríos amazónicos, entre ellos el Aguarico y Cuyabeno que atraviesan la reserva y son fuente de alimento para pueblos originarios.

«Inusual»

La crisis climática deja huellas como tierra reseca y cuarteada en algunas zonas donde antes hubo agua.

El año pasado, la Laguna Grande se secó en dos ocasiones. Se trata de un fenómeno «inusual», en el lugar más turístico del Cuyabeno, que afecta la economía local.

La temporada seca es habitual, pero los cuidadores de la reserva empiezan a evidenciar cambios.

Borbor, que ha estado allí desde la década de 1990, recuerda que este periodo solía ir acompañado de 15 días seguidos sin lluvia en los que la Laguna Grande se drenaba.

Ahora con mucho menos, «cinco días deja de llover y los niveles de agua descienden», sostiene el biólogo.

«Son alertas para nosotros, decir que sí hay cambio climático en esta región», añade.

Las variaciones bruscas e impredecibles del clima transforman la calidad del agua, lo que «puede afectar procesos ecológicos y eventualmente a los servicios ecosistémicos que nos da la naturaleza», precisa Celi.

La sequía este año en el sur y la Amazonía del país agotó embalses de hidroeléctricas, provocando cortes de energía de hasta 13 horas diarias que se extendieron por casi tres semanas.

Valiosos saberes

El sabio Delio Payaguaje, de 72 años, describe la ceremonia en la que acudieron al mundo espiritual para solventar la falta de peces.

Alrededor de una olla de ayahuasca, los chamanes emprendieron un viaje para traer vida a las 14 lagunas que forman parte del área protegida.

Ataviado con collares de colmillos y un tocado de plumas, rememora el triunfo sobre aquellos días de escasez que desde hace un tiempo se presentan cada tanto.

Tras la ceremonia fueron al río y recuerda haber visto movimientos y burbujas en el agua. «Mire cómo sube el bocachico», le decía a un hermano, según su relato.

«Ahora en la laguna hay peces», comenta haciendo con sus manos señales de abundancia.

Para proteger el Cuyabeno, una de las reservas mejor conservadas en Ecuador, han sido claves los conocimientos indígenas, según Borbor.

Los siona, siekopai, cofán y kichwa son los guardianes de un bosque lleno de aves como el martín pescador, guacamayas y garzas, además de monos o delfines rosados.

Además, subsisten del turismo de naturaleza y saben que «les conviene tener un guacamayo rojo vivo», sostiene.