Panamá.
Entre hilos, vapor y dedicación, Nilda Domínguez Barahona ha dedicado más de cuatro décadas a un arte que pocos dominan: el planchado y mantenimiento de polleras, los vestidos típicos más representativos de la tradición panameña.
Con 42 años planchando y 35 lavando polleras, Nilda conoce cada pliegue, cada labor y cada truco que esconde esta indumentaria ancestral. “Primero la plancho por dentro para que el tejido se ponga firme, luego por fuera y al final comienzo con los pliegos”, cuenta con la paciencia de quien convierte la rutina en una ceremonia.
Cada pollera le toma entre dos y tres horas. Algunas llegan manchadas o con hilos delicados que exigen técnicas distintas, pero ella tiene sus “secretos”, productos especiales que le han funcionado por años para devolverles su color original.
“Nosotros somos como la parte oculta de la pollera”, dijo con humildad, pero también con firmeza. Y no le falta razón. Su trabajo es el toque final que transforma una pieza de tela en una obra de arte.
Nilda recuerda con orgullo cada pollera que ha pasado por sus manos y que luego ve desfilar en eventos o incluso en otros países. “Es un trabajo que no todos lo quieren, ni lo pueden, ni lo saben hacer”, afirmó.
Con la sabiduría que dan los años, envió un mensaje a la juventud: “No se avergüencen de hacer un trabajo como este. Es muy decente y bonito. Esto no es solo a nivel distrital, es a nivel mundial. Las polleras nuestras viajan, se aprecian, se valoran. Denle valor a este trabajo, es muy lindo”.
Entre vapor y tradición, Nilda sigue firme, planchando con orgullo no solo vestidos, sino parte del alma cultural de su país.
Por: SER TV Panamá.
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