Baréin.

En una joyería de Manama, la capital de Baréin, los clientes contemplan la variedad de productos con perlas naturales, las únicas autorizadas en este país del Golfo que quiere capitalizar esta tradición ancestral.

Las perlas naturales se pueden encontrar en diversos artículos (pulseras, collares, gemelos y otros artículos de cuero) en esta pequeña tienda, propiedad de la familia Mattar, una de las más antiguas dedicadas a este comercio en Baréin.

Orgullosa de pertenecer a la «primera generación integrada por mujeres» en 200 años de actividad familiar, Faten Mattar dirige al personal y asesora a los clientes. Hace 22 años, su padre abrió esta joyería para «revivir» una tradición olvidada.

«Actualmente, uno de nuestros objetivos es hacer que las perlas sean más atractivas para todos», aunque a menudo se asocian con el lujo de antaño, dice Mattar. «Tenemos pequeñas joyas de uso diario y colecciones de cuero para los más jóvenes e incluso para hombres», señala. Antes del descubrimiento del petróleo en la década de 1930, la mayoría de los países árabes del Golfo vivían principalmente de la pesca de perlas.

A bordo de ‘dhows’, veleros árabes de madera, los buzos partían durante meses para desenterrar del fondo del mar esta joya apreciada por las familias reales de la región, así como por la industria del lujo en Europa, como la casa Cartier.

En la década de 1930, el mercado de perlas naturales decayó debido a la crisis económica en Europa y a la competencia de las perlas cultivadas en Japón, que eran más baratas y fáciles de producir.

»Fascinantes y únicas»

Al igual que sus vecinos, Baréin se ha desarrollado desde entonces gracias a los hidrocarburos, pero el país se enorgullece de ser el único país que ha prohibido el cultivo de perlas artificiales.

«Para nosotros, es un desafío porque no podemos producir en masa», con lo que las perlas son «más fascinantes y únicas», explica Faten Mattar.

Crear un collar armonioso puede necesitar «cuatro o cinco años» de trabajo «o incluso más», asegura.

Baréin alberga una zona histórica compuesta por un pequeño puerto, un antiguo zoco y residencias de antiguas familias de comerciantes, que la Unesco ha inscrito en su Lista del Patrimonio Mundial como el «último ejemplo completo de la tradición cultural de la perla».

El país busca alentar la tradición perlera y cuenta con Danat, uno de los pocos laboratorios del mundo especializado en el análisis de perlas.

Cambio climático

En una sala equipada con máquinas ultramodernas, jóvenes gemólogos con batas blancas escudriñan las perlas a simple vista o con la ayuda de un microscopio. Una de ellas incluso pasa un examen de radiología bajo la mirada atenta de Fatema Almahmood.

El objetivo del examen es encontrar «líneas de crecimiento natural» que permitan determinar la autenticidad del objeto, explica la joven, licenciada en física y gemología, señalando círculos irregulares en la imagen de la perla proyectada en una pantalla.

Danat, creado en 2017, recibe perlas de comerciantes adinerados o de personas que desean evaluarlas. «No te imaginas la cantidad de personas sorprendidas al saber que han heredado perlas cultivadas», bromea Noora Jamsheer, directora ejecutiva de este instituto público.

Los expertos de Danat también realizan investigaciones para determinar el impacto del cambio climático «en las perlas, su cantidad, la calidad de las ostras», asegura Noora Jamsheer, a quien le preocupa especialmente «la temperatura y la calidad del agua».