Chile.
Tras más de una década de sequía, Santiago, enclavada al pie de la cordillera de los Andes, comienza a adaptarse al clima semidesértico. El pasto y las plantas que requieren mucha agua empezaron a ser reemplazadas por otras de menor consumo, mientras preparan un racionamiento si no llega la lluvia.
En el año 2021, el arquitecto Joaquín Cerda, de 35 años, se dio cuenta de que la ornamentación «al estilo europeo», con grandes extensiones de césped y vegetales que demandan mucha agua no se condecían con el nuevo clima de Santiago, en que las estaciones marcadas y los inviernos lluviosos son cada vez más escasos.
Para hacer frente a esta transición desde un clima mediterráneo, Cerda decidió poner en marcha el proyecto «Vereda Nativa» para reemplazar el pasto que tapizaba unos 150 m2 de veredas en el residencial barrio de Pedro de Valdivia Norte, en la comuna de Providencia, por 25 especies nativas, como el esparto, la flor del minero (Centaurea cachinalensis) o plantas herbáceas anuales.
«Son especies nativas que están acostumbradas al clima mediterráneo de Santiago, a períodos de sequía prolongados y adaptadas a vivir mucho tiempo sin agua», relata a la AFP.
Maravillados con el proyecto, los vecinos ayudaron a sacar el pasto, a plantar y regar la vegetación nativa. Después de un año, estas especies crecen sin problemas.
«Nosotros regamos acá una vez a la semana por media hora y un sistema de riego por goteo. Cada gota de agua es muy preciada y redujimos el consumo de agua a menos de un décimo de lo que se gastaba antes con la franja de pasto», dice Joaquín Cerda, quien dirige la organización Paisajes Colectivos.
Megasequía
Desde hace más de una década la sequía golpea a la región central de Chile. En 2021, el déficit de lluvia fue de un 71 por ciento, convirtiendo al invierno de ese año en el más seco del siglo XXI, según la Dirección Meteorológica de Chile.
Para el invierno austral que está por llegar, los pronósticos no son mejores y para la capital chilena se espera otro año de déficit de lluvias como consecuencia del cambio climático.
Sin lluvias, los principales embalses, lagos y ríos que abastecen a los 7,1 millones de habitantes de Santiago se encuentran en situación crítica.
Frente a este escenario, las autoridades prepararon un protocolo de racionamiento de agua, que considera tres niveles de alerta según el nivel de acumulado y las necesidades de la población: los dos primeros implican el cuidado del agua y la reducción de su presión.
En el último nivel, de «alerta roja», se aplicarán cortes de agua «rotativos», en un sector a la vez y por un máximo 24 horas.
«Nosotros no podemos hacer llover. Eso está fuera del alcance de nuestras manos, pero sí podemos prepararnos para cuando lleguemos a una situación extrema», advirtió Claudio Orrego, gobernador de Santiago.
– El río Mapocho –
Cada día el ingeniero agrícola Pablo Lacalle asoma su cabeza hacia el lecho del río Mapocho, que cruza de este a oeste unos 30 km de Santiago, y ve con preocupación cómo su caudal disminuye: el año pasado cayó un 57 por ciento, según datos oficiales.
«Para nosotros es como un indicativo. Es como leer el diario durante la mañana; entonces tú con eso te haces una idea de qué va a pasar durante el día con el recurso hídrico», sostiene Lacalle, responsable de Recursos Hídricos del Parque Metropolitano de Santiago (Parquemet).
Con una extensión de 737 hectáreas, el parque está enclavado en el cerro San Cristóbal, uno de los más grandes de Santiago, con más de seis millones de visitantes anuales.
Sus extensos prados se riegan con aguas del Mapocho, que también es el principal abastecedor de los ricos -y más verdes- barrios del este de Santiago.
La población humana de la capital chilena se triplicó en los últimos 50 años.
«Nosotros tenemos que planificar para saber nuestra capacidad de riego en el parque porque tenemos un déficit del 87% de agua respecto a los años anteriores», afirma Lacalle.
Eduardo Villalobos, director del Parquemet, explicó que desde hace más de una década comenzaron a implementar estrategias para la sequía.
«Realizamos el recambio del bosque exótico por el bosque nativo», como en la ladera norte donde se plantaron 100.000 árboles en tres años. «Reducimos el año pasado 50.000 m2 de áreas de pasto por especies nativas» y utilizan preferentemente el riego tecnificado, detalló.
Sin estos emprendimientos, tendrían «bosques secos e incendios». Y la «ausencia de bosques implica el calentamiento del terreno y la pérdida de ecosistema que conforman toda la vida natural de la ciudad», agregó.
En Chile, el agua es un bien nacional público pero su uso está entregado a privados. La Convención que redacta una nueva Constitución aprobó el lunes una norma que establace que «es un bien común unapropiable» cuya administración será participativa, solidaria y equitativa.
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