Cuba.

El cubano Julio Díaz ha dedicado casi dos décadas de sus 77 años de vida a la elaboración en forma artesanal de los utensilios necesarios para la práctica del arte marcial chino Wushu o Kung-fu.

En su humilde vivienda en el populoso barrio Centro Habana, en la capital de Cuba, Díaz trabaja cada día en un improvisado taller donde manufactura varios tipos de abanicos y armas utilizadas por los alumnos de la Escuela Cubana de Wushu & Qigong.

Después de trabajar durante casi cuatro décadas en la construcción de carreteras, Díaz sufrió en 2004 un infarto que lo mantuvo varios meses en cama, hasta que las atenciones médicas y el apoyo familiar le permitieron poco a poco recuperar la salud.

Un año después descubrió las clases de Wushu que se imparten a diario en la escuela, en pleno corazón del Barrio Chino habanero, a las que se incorporó para mejorar su calidad de vida.

Muy rápido se dio cuenta de las dificultades que tienen los alumnos y de manera particular los más ancianos, para adquirir los artículos que se requieren en las clases diarias y que no se venden en la red de tiendas del país caribeño.

“Al ingresar en la escuela, vi que hacía falta que cada alumno tuviera un abanico y me digo ¿Cómo yo me hago de un abanico si no lo puedo comprar? Entonces vi los abanicos chinos y traté de imitarlos y mejorarlos. Primero me salieron mal, pero después fui mejorando, y a la vez les resolví a muchos de mis alumnos de la escuela que no tenían y resolvimos la situación con madera reciclada, con lo que pudiéramos encontrar por ahí”; acentuó Díaz.

Desde ese momento y sin tener la más mínima noción de ese tipo de trabajo, Díaz se enfrascó en copiar los abanicos chinos y las armas originales que poseía la escuela, con el propósito de intentar reproducirlos en madera, actividad manual en la que ya ha adquirido una verdadera maestría.

El entrevistado calcula haber elaborado más de 200 abanicos, pues hay días en que elabora entre tres y cuatro, siempre con madera desechada por una carpintería cercana, material que además emplea en la manufactura de las armas. Utiliza también telas de sombrillas rotas y acetato para pegarlas a las varillas de formica o «plywood».

Los coloridos abanicos de Díaz, que él llama Abanicos de Mulán, son muy demandados no sólo para el uso en las clases, sino como elemento decorativo de algunas casas en la comunidad de descendientes de chinos.

Desde 2007, Díaz es el instructor de una veintena de personas mayores que practican Wushu, a quienes ha suministrado sus propias manufacturas.

Es increíble cómo un hombre con sus manos y con algunas dificultades que son producto de su edad, ha podido mantener viva la cultura del abanico. El sabe que a todo mundo le gusta el abanico y los cubanos buscamos a Julio por toda La Habana para ver qué abanico nos puede hacer. Y esto lo hace con material reciclable, con cosas que se encuentran y gracias a él tenemos la posibilidad de tener algunos abanicos”, destacó Roberto Vargas Lee, Presidente de la Escuela Cubana de Wushu y Qiqong.

El maestro señaló que la labor de Díaz resulta muy importante, por el lógico deterioro de los artículos originales utilizados en la práctica de la milenaria disciplina china y la imperiosa necesidad de renovarlos.

Díaz sigue empeñado en su singular trabajo, en el que tiene la ayuda de su esposa Miriam Pérez, con quien lleva casado más de 50 años y a la que aún trata de convencer para que se inicie también en la práctica del Wushu.