Medjez El Bab, Túnez.
Tahar observa con pesar las ovejas que pastan en sus campos de cebada y trigo, ahora secos. Este año la cosecha de cereales será catastrófica en Túnez, debido a una sequía inédita en el noroeste del país.
Túnez atravieza su cuarto año de sequía pero, a diferencia de años anteriores, la falta de lluvia afecta también al fértil noroeste, rico en cereales.
Su dependencia de las importaciones aumentará en un contexto de precios elevados desde la invasión de Ucrania por Rusia, dos productores fundamentales.
Esta mañana de principios de abril, tres tractores aran los campos de Tahar Chauachi, en Medjez El Bab, a 55 km al oeste de Túnez. La mayoría de las parcelas ya no serán necesarias y se dejarán en barbecho.
De las 600 hectáreas que este cultivador de 65 años había plantado de trigo, cebada y legumbres, sólo 70 darán este verano un poco de cereales, destinados sobre todo a la alimentación animal.
«Sembramos trigo, pero los brotes murieron porque la tierra está demasiado seca», explica mostrando el suelo polvoriento.
«Aquí se dice que la lluvia de marzo es oro puro. Pero no llovió ni en marzo ni en abril. Hemos estado sin precipitaciones todo el año«, lamenta.
Túnez depende principalmente de la recolección de agua de lluvia para su abastecimiento de agua potable, y las presas de este país de 12 millones de habitantes están actualmente a sólo un tercio de su capacidad.
El embalse de Sidi Salem, en la lluviosa región de Beja, cerca de la explotación de Tahar Chauachi, está en apenas un 16%.
Amenaza para el país
La sequía obligó al ministerio de Agricultura a restringir el consumo de agua. Este prohibió hasta finales de septiembre el riego con agua potable de los cultivos, los espacios verdes y la limpieza de las calles.
Además, se impusieron a los particulares cuotas de agua por barrios y hasta cortes nocturnos.
«La sequía es una amenaza para nuestro país. La economía del agua es una garantía para la continuidad de la vida de nuestros niños», anuncian grandes carteles en la entrada de la capital.
El año pasado, Chauachi logró producir 1.000 toneladas de cereales. «Este año será cero. No vamos a producir nada, ni heno, ni trigo, ni legumbres. No habrá nada», precisa.
Esto supondrá unas pérdidas de cerca de 20.000 dólares para el cultivador. «Se pierde todo lo que se había invertido en semillas, fertilizantes, pesticidas y salarios», dice.
Para alimentar a su población, Túnez necesita tres millones de toneladas de trigo duro (para la pasta y la sémola) y tierno (para el pan) y de cebada al año, de los cuales aproximadamente dos tercios proceden habitualmente del extranjero.
Cosecha catastrófica
Pero «este año la cosecha va a ser catastrófica», explica Anis Kharbèche, portavoz del principal sindicato agrícola Utap, que prevé «cosechar entre 1 y 1,5 millones de quintales de cereales» (100.000 a 150.000 toneladas) contra 7 millones el año pasado.
El país «tendrá que importar todas sus necesidades de trigo duro, blando y cebada», afirma, exigiendo una «estrategia clara» para aumentar las reservas de agua y conceder cuotas para un mínimo de riego agrícola.
La agricultura representa entre 10% y 12% del PIB, pero «entre 2% y 3% de los agricultores abandonan el sector cada año», destaca Kharbèche.
Raudha Gafrej, experta en gestión del agua, llama a «repensar el modelo agrícola frente al cambio climático».
«Ya no tiene sentido utilizar el 80% de los recursos de agua (potable) para un 8% de las tierras agrícolas útiles y dejar la agricultura temporal sin agua. Con la sequía ya no habrá agua para la agricultura de secano», añade.
Además de una «agricultura de precisión», que utiliza datos satelitales e inteligencia artificial, preconiza técnicas agrícolas que requieren menos agua, e incluso un «cese de la exportación de dátiles», una actividad que consume abundante agua subterránea en las plantaciones del sur de Túnez.
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