GOIÂNIA, Brasil.
El racismo, la xenofobia, la aparofobia (discriminación a los pobres) así como el estatus legal ponen en serio riesgo la salud mental de los migrantes. Pero la situación se agrava en el caso de las mujeres.
Dos estudios, publicados recientemente en The Lancet Regional Health – Americas, dan nuevas luces sobre la salud mental y las desigualdades en el acceso a la salud no solo de quienes migran de un país a otro, sino dentro de un mismo país.
“Lo que el racismo y la xenofobia hacen en el fondo es establecer una relación de poder, donde alguien domina y el otro debe someterse.
Así se generan o validan situaciones de abuso, maltrato y negligencia que se alejan, desde todo punto de vista, de los derechos humanos universales”. Esto explicó a SciDev.Net Báltica Cabieses, de la Universidad del Desarrollo (Chile).
Ella es una de las autoras del estudio que trata específicamente de la situación de los venezolanos que llegan a las fronteras de Chile o Ecuador.
Las informaciones fueron recogidas mediante entrevistas con 60 informantes clave, como profesionales de la salud, trabajadores de albergues e integrantes de instituciones gubernamentales y no gubernamentales.
Extrema vulnerabilidad
Las respuestas revelan la situación de extrema vulnerabilidad enfrentada por los migrantes. Cuando cruzan las fronteras después de agotadoras jornadas, son invisibilizados por los sistemas de salud que no están preparados para acoger sus demandas.
En Chile, los migrantes sin documentación enfrentan dificultades para obtener el certificado de residencia. Sin él no es posible acceder al sistema público de salud. La xenofobia agrava el problema: el migrante es visto por la población local como alguien que le va a quitar puestos de trabajo y recursos.
En Ecuador, muchos venezolanos viven en áreas marginales y sin acceso a empleos formales o vivienda digna. Además la aporofobia aumenta la criminalización de los migrantes.
“El gobierno central ha ‘patrocinado’ una ‘narrativa institucional’ de que el aumento de la criminalidad se debe a la llegada de extranjeros al país”. Esto afirmó un entrevistado de una ONG internacional en Tulcán, ciudad fronteriza ecuatoriana, citado en el estudio.
Según Cabieses, investigar las fronteras es complejo, “porque es una zona de limbo, un espacio liminal [un espacio de transición] entre un país y otro, lo que hace que, al mismo tiempo, no le corresponda a nadie la responsabilidad legal, cultural o de salud”.
Añade que las fronteras también son espacios militarizados, que vuelve comunes las acciones de violencia. “Muchas veces el mero acto migratorio se puede concebir como algo criminal o digno de recibir violencia”, precisa.
La salud mental es tabú
La profesora de la Universidad Mayor de Chile, Teresita Rocha-Jiménez, primera autora del estudio, comenta que con necesidades más urgentes de salud primaria, la salud mental termina pasando a un segundo plano.
Los factores culturales o religiosos también pueden comprometer la búsqueda de este tipo de ayuda, sobre todo la relacionada con la salud mental, que a menudo se considera un tema tabú.
“Dependiendo de la cultura, es una debilidad asumir que no puedes resolver tus propios sentimientos”, afirma a SciDev.Net Nayara Belle, activista e investigadora en migración internacional y acceso a los servicios de salud, quien no fue parte del estudio.
Además, muchas veces los problemas de comunicación en idiomas diferentes y la necesidad de traductores imposibilitan brindar una información que implique exposición de la intimidad.
Mujeres migrantes: doble vulnerabilidad
En las teorías feministas, la interacción –o intersección– de factores que afectan a las personas, se denomina interseccionalidad. Eso significa que, dependiendo de las condiciones en las que se encuentren, algunas personas experimentan mayor vulnerabilidad y violencia.
Eso resulta evidente en los relatos de las mujeres migrantes: “Muchas de las mujeres que llegaron a Chile y Ecuador estaban embarazadas y no tuvieron acceso a control prenatal porque habían estado viajando, caminando”, refiere Rocha-Jiménez.
“Hablamos con personas de los servicios de salud locales que habían atendido a mujeres embarazadas, pero que ya estaban en una etapa avanzada de su embarazo y no habían tenido acceso a servicios prenatales”, informa.
Belle añade que también se ha observado un fenómeno de feminización de la migración, y con ello, la exposición de las mujeres migrantes a situaciones de vulnerabilidad.
Según la investigadora, falta, por ejemplo, información sobre cómo acceder a los servicios de salud antes y después del parto. También son más frecuentes las enfermedades debido a los abusos físicos y psicológicos. Además, hay más mujeres víctimas del tráfico de personas.
Desplazamientos internos
Las desigualdades en el acceso a la salud también afectan a las migrantes dentro de un mismo país.
El otro estudio de The Lancet Regional Health – Americas analizó datos de más de 10 millones de nacimientos en Brasil. Los investigadores concluyeron que los bebés de mujeres migrantes internas presentaron mejores indicadores de salud cuando sus madres se mudaron a ciudades con Índices de Desarrollo Humano (IDH) iguales o superiores a los de su ciudad de origen.
“El mensaje es que la migración puede ser una forma de resiliencia contra la pobreza, una forma de superar las barreras impuestas por los lugares donde nacemos”. Esto dijo a SciDev.Net Julia Pescarini, de la London School of Hygiene & Tropical Medicine y una de las autoras del estudio.
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