Para Fernando Pérez y sus compañeros que día a día realizan la ceremonia ritual de los Voladores de Papantla en las afueras del distinguido Museo Nacional de Antropología de México, la pandemia de COVID-19 supuso un duro golpe del que aún no se recuperan del todo.

“Aquí nos fuimos un año y medio desde que comenzó la pandemia el 18 de marzo y regresamos hasta junio. Nos fuimos un buen tiempo”, dijo Fernando Pérez. No obstante, Pérez dijo con el convencimiento tajante que sus 51 años le permiten, que la contingencia sanitaria también les dio más fuerzas para reinventarse y subsistir en los meses más duros, así como para, una vez superados estos, continuar defendiendo la tradición milenaria de la que forman parte y se enorgullece todo México.

Pérez explicó que tras el regreso del confinamiento al que obligó la enfermedad del coronavirus por más de un año, el grupo de voladores va recuperando sus niveles de trabajo e ingresos prepandemia, aunque aún no en su totalidad. “A partir de este año se ha comenzado a evolucionar poco a poco, con el turismo y así hemos recolectado un poco. Igual a la gente”, contó Fernando Pérez.

El paulatino incremento del turismo y de visitantes al Museo de Antropología, así como a otros sitios y destinos turísticos de México que cuentan con la presencia de grupos de voladores, hacen que Pérez esté seguro de la permanencia y resurgir con nuevos bríos de la tradición que defiende.

“La verdad sí, nos encanta el turismo, presentarnos aquí o donde quiera que vayamos igual la gente nos aplaude y se emocionan al vernos actuar, al vernos volar”, detalló Fernando Pérez.

El rito es una danza asociada a la fertilidad que realizan varios grupos étnicos de México y Centroamérica, y de manera destacada los totonacos de Papantla, municipio del Estado mexicano de Veracruz. Inscrita desde 2009 en la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la ceremonia de los Voladores de Papantla tiene una antigüedad de más de 2.500 años.