José Boiteux, Brasil. 

Carl Gakran es categórico: la extinción de los árboles araucaria en el sur de Brasil llevaría a la desaparición de su pueblo, los indígenas xokleng. Por eso plantan miles de esquejes de esta especie amenazada que les provee alimento, medicina y sentido espiritual.

«Los xokleng no existen sin la araucaria (…) Nuestro pueblo y nuestra cultura corren riesgo de extinción, porque nos quedamos sin nuestro alimento tradicional«, explica Gakran, de 32 años, habitante de la tierra indígena Ibirama-Laklano, en el interior del estado de Santa Catarina.

«En nuestro bosque ha habido mucha destrucción debido al valor comercial de la madera» de la araucaria, una conífera presente en otros países del hemisferio sur como Chile, Argentina, y Australia.

La tala desenfrenada de la Araucaria angustifolia, variedad nativa de la región sur de Brasil, colocó a esta especie en la lista oficial de flora amenazada de extinción en el país.

Se estima que restan apenas 3% de los bosques originales que albergan a esta especie, según la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa).

Por eso, Carl y su esposa Gape Gakran fundaron hace cuatro años el Instituto Zag («araucaria» en lengua xokleng), un proyecto de conservación con el que estiman ya haber plantado más de 50.000 ejemplares.

Además de la madera, de sus árboles de tronco largo, corteza rugosa y ramas en forma de candelabro se extraen los piñones, semillas ultranutritivas que constituyen la base de alimentación de los xokleng, cuya población estimada es de 2.200 personas.

«Somos sus guardianes, es nuestra madre, nuestro árbol sagrado», explica Gape Gakran, de 36 años, vestida con una chaqueta de algodón colorida y un gran tocado de plumas, mientras amamanta a su hija.

 Ritual de protección 

El proceso de reforestación involucra a toda la comunidad. De cada piñón, pueden obtener un esqueje que tarda alrededor de un año en germinar, plantada en una bolsa biodegradable.

Antes de ir a la tierra, estos pasan por un ritual de protección con cánticos y danzas xokleng alrededor de una fogata.

Las araucarias, que los xokleng también emplean en sus remedios tradicionales, tardan entre 12 y 15 años para empezar a dar piñones. Y viven en promedio unos 400 años.

Como otros pueblos indígenas, los xokleng sufrieron décadas de persecución y sus tierras fueron invadidas por diversos grupos, como madereros y agricultores.

El territorio Ibirama-Laklano, que los xokleng comparten con los pueblos guaraní y kaigang, es objeto de una acción judicial de demarcación pendiente en la corte suprema de Brasil, cuyo veredicto afectará numerosas otras tierras en disputa.

La región perdió parcialmente su estatuto de reserva después de que un tribunal inferior acogió el argumento de que los indígenas no pueden reivindicar el territorio porque no estaban allí en 1988, año en que se aprobó la Constitución que les da derecho a sus tierras ancestrales.

Los indígenas afirman que no estaban allí porque la dictadura militar (1964-1985) los expulsó por la fuerza.

Para los xokleng, plantar araucarias es otra forma de resistencia.

«Aprendí con mis abuelos que los pueblos indígenas nacimos para preservar la selva, somos los guardianes de esta tierra, de los bosques de araucarias. Y precisamos el apoyo de todo el mundo para protegerlos», concluye Carl Gakran.