Portugal.
Reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad hace una década, El Fado se reinventa e incorpora instrumentos y letras que atraen a los más jóvenes sin perder su esencia.
Ejemplo de innovación es Lina, que trabaja con el catalán Raúl Refree sobre canciones de Amalia Rodríguez, la «reina del fado», y sustituye la guitarra portuguesa y la viola por instrumentos analógicos como el piano, teclados y sintetizadores bajos. De la Lisboa popular se expandió a una más bohemia, para llegar después a los teatros y salones de la aristocracia y convertirse en canción nacional con el cine sonoro y la radio a partir de los años veinte del siglo XX.
Otro salto importante llegó con el reconocimiento de la UNESCO hace una década, que supuso una reconciliación de la sociedad portuguesa con el fado, considerado por algunos sectores como una herencia de la dictadura. Además, se impulsó su promoción internacional, el renacimiento de las casas de fado y se abrieron oportunidades para las nuevas generaciones. Jóvenes que auguran larga vida a la expresión que mejor representa el fatalismo portugués.
Por: EFE.
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