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De árbol en árbol se calcula la absorción de carbono en regiones africanas áridas

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Burkina Faso.

Los satélites no solo traen noticias de tráfico y atascos orbitales: esta vez acercan información sobre la respiración de los árboles. Gracias al mapeo satelital, se han podido inventariar casi 10.000 millones de árboles en una región semiárida de África subsahariana, lo que hace posible contar con estimaciones detalladas de la cantidad de carbono almacenado en ese ecosistema.

Resulta bien conocido que los árboles nos ahorran contaminación y reducen parte del calentamiento de la atmósfera, ya que, cuando gozan de buena salud, absorben gases de efecto invernadero (especialmente CO2). Además, evitan la erosión del suelo y proporcionan sombra y buenas condiciones de cultivo o alimento para los animales, lo cual los torna imprescindibles en regiones amenazadas por el cambio climático.

De ahí la importancia de conocer las funciones que cumplen las plantas en cada ecosistema, así como disponer de herramientas que permitan medir la capacidad de absorción de carbono de la vegetación, especialmente en zonas áridas y semiáridas.

Ahora, en el marco de un estudio de NASA/ GSFC, conjuntamente con World Agroforestry, con sede en Burkina Faso, y publicado en la revista Nature, se han captado unas 300 mil imágenes satelitales que permiten una representación clara del ciclo del carbono, lo cual constituirá una ayuda valiosa para la restauración de sistemas degradados o en riesgo de desertización.

La evaluación se efectuó en más de 9.900 millones de árboles, sobre una superficie de 10 mil millones de kilómetros cuadrados, en zonas semiáridas —al norte de la línea ecuatorial— del continente africano.

A través del aprendizaje automático, se escanearon esos cientos de miles de imágenes satelitales en alta resolución con el fin de identificar y cartografiar árboles individuales.

El equipo liderado por Compton Tucker pudo calcular, de esta manera, la cantidad de carbono almacenado en el follaje, la madera y las raíces de cada árbol. Esos valores, a su vez, se dividieron según diferentes zonas pluviométricas: hiperárida (0-150 mm de lluvia al año), árida (150-300 mm al año), semiárida (300-600 mm al año) y subhúmeda seca (600-1.000 mm al año).

Mientras la reserva media de carbono de un solo árbol es de 51 kilos de carbono (kg C) en la zona hiperárida, en la árida se sitúa en los 63 kg C, en los 72 kg C en la semiárida y en los 98 kg C, en la subhúmeda.

El resultado de estas investigaciones contribuye a ajustar los escenarios del calentamiento global, ya que permite comparar estas medidas concretas con modelizaciones anteriores para la misma zona. En este caso, la conclusión a la que llegan los autores en el artículo es que la mayoría de los modelos anteriores para esta región habían sobreestimado las reservas de carbono de los árboles.

La biomasa del Sahel

Consultado por SINC acerca de la relevancia de mapear ejemplares individuales en esas zonas álgidas del planeta, el autor principal Jules Bayala —representante para el Sahel del Centre for International Forestry Research, desde Burkina Faso— señala que en el estudio se presentan tanto “ecuaciones alométricas genéricas (se incluyen todas las especies de un bosque determinado) como ecuaciones alométricas específicas (para cada especie individual)”. Cabe señalar que una ecuación alométrica describe gráficamente la relación entre la biomasa (materia orgánica) y el diámetro o la altura de una planta.

Este nivel de detalle “es necesario para las tierras secas, porque los árboles están aislados y varían mucho en tamaño y densidad”, según afirma Bayala en un artículo en coatoría con Meine van Noordwijk —también de World Agroforestry—, que acompaña la publicación del estudio.

“Estimar la cantidad de biomasa y de carbono resulta más preciso con las ecuaciones específicas”, aclara el ecofisiólogo burkinés. Al mismo tiempo, una correcta “identificación de las especies resulta fundamental para afinar las estimaciones de biomasa y carbono”, según indica.

En efecto, este trabajo proporciona información inédita sobre la distribución de las masas arbóreas en tierras secas (con precipitaciones de hasta 1.000 mm de lluvia al año) y su densidad, cobertura, tamaño, masa y contenido de carbono.

Paisaje del Sahel. /Pixabay en SINC.

Para ello, la investigación se centró en identificar cuántos kilos de carbono secuestra el tronco, qué cantidad corresponde al follaje y cuánto absorben las masas radiculares de cada planta, mediante la combinación de datos de campo, aprendizaje automático, información  de satélite y cálculos informáticos. Las reservas medias de carbono de cada árbol quedaron registradas en una base de datos, con la que Tucker y sus colegas alimentaron una app con geolocalizaciones, que es de libre acceso.

A juicio del científico con base en Uagadugú, el hallazgo es, asimismo, la eficacia del«enfoque propuesto por los investigadores”, ya que esta aproximación al terreno “ayuda a evaluar grandes áreas con mayor precisión que la que se había logrado anteriormente”.

En términos más generales, “establecer y actualizar inventarios nacionales de árboles requiere mucho trabajo”, ya que a veces hace falta “agregar datos de árboles individuales para ofrecer una visión global de los países y de toda la región árida africana, que se extiende desde el océano Atlántico hasta el mar Rojo y abarca el sur del Sáhara, el Sahel y la zona septentrional de Sudán”, se lee en Nature.

Base de datos de las acciones de restauración

El estudio del equipo norteamericano supone “un gran paso adelante en los esfuerzos por generar datos precisos sobre las reservas de carbono de las zonas áridas”, que podrían servir de base para la futura gestión de esas regiones, aseguran Bayala y van Noordwijk.

Acerca del modo en que los investigadores locales pueden contribuir a la generación de conocimiento, en la línea del que brindan estas herramientas internacionales a gran escala, el especialista en ecofisiología subraya la necesidad de “compartir saberes y capacitar a los principales actores”, por un lado, y también habla de la posibilidad de “utilizar un mismo planteamiento o, al menos, disponer de indicadores comunes que ayuden a crear una base de datos regional sobre las repercusiones de las diversas actividades de restauración realizadas por los distintos agentes de desarrollo”.

Generar “estadísticas regionales sobre estas actividades” ayudará a los países a “responder a sus compromisos internacionales”, añade. A partir de este paso, «los métodos requieren reajustes basados en datos a largo plazo de distintos puntos de observación”, concluye.

Referencia: 

C. Tucker et al. «Sub-continental-scale carbon stocks of individual trees in African drylands». Nature (2023)

 

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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