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Productos farmacéuticos amenazan ríos, en especial en mundo en desarrollo

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Suiza

Los ingredientes farmacéuticos activos (API) son motivo de creciente preocupación por la contaminación de los ríos del mundo, especialmente en países en desarrollo, advierte un estudio global.

Las implicaciones ecológicas nocivas podrían incluir una contribución a la resistencia a los antimicrobianos (RAM) en diferentes microorganismos y efectos desconocidos a largo plazo sobre la salud humana, según el informe publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.

Los API son los principios activos o sustancias que constituyen el núcleo de cualquier fármaco cuyo objetivo es desencadenar una actividad farmacológica o generar algún efecto directo sobre una enfermedad.

Los API pueden llegar al entorno natural durante su fabricación, uso y eliminación. El estudio monitoreó mil 52 sitios de muestreo a lo largo de 258 ríos en 104 países, lo que representa la huella digital farmacéutica de 471 millones de personas vinculadas a estas áreas.Las concentraciones acumulativas más altas se observaron en el África subsahariana, el sur de Asia y América del Sur.

Las concentraciones de al menos un API en 25,7 por ciento de los sitios de muestreo fueron superiores a las consideradas seguras para los organismos acuáticos, revela el informe. Los más detectados con más frecuencia fueron carbamazepina (antiepiléptico) y metformina (antihiperglucemiante).

Aunque los riesgos de consumirlos individualmente son bajos, los humanos podrían estar expuestos a una mezcla compleja de productos farmacéuticos a lo largo de su vida, dice Alistair Boxall, uno de los autores, a SciDev.Net en un correo electrónico.

“Algunos de los fármacos que detectamos actúan a través del mismo mecanismo de acción, por lo que creemos que los efectos de estos simplemente se sumarán”, explica. “Los efectos de la mezcla de productos farmacéuticos con diferentes modos de acción son más difíciles de evaluar”.

Luego de la publicación del artículo, los autores comenzaron a realizar estudios para aclarar esa cuestión. “Los primeros resultados sugieren que algunas de las mezclas más contaminadas son extremadamente tóxicas para las plantas y los invertebrados”, anticipa Boxall.

Las observaciones sobre el terreno revelaron que las altas concentraciones de API se detectaron en sitios que reciben insumos de la fabricación farmacéutica (por ejemplo, en Lagos, Nigeria) o descargas de aguas residuales no tratadas (Túnez), en climas particularmente áridos (Madrid, España) y que reciben aguas residuales emisiones de camiones extractores y vertido de residuos (Nairobi, Kenia).

Las concentraciones medias más altas se detectaron en Lahore, Pakistán (70,8 microgramos por litro); La Paz, Bolivia (68,9 µg/L) y Addis Abeba, Etiopía (51,3 µg/L).
“Algunos de los sitios más contaminados estaban asociados con el vertido de residuos”, dice Boxall. “Sospechamos que reciben desechos ilegalmente de Europa y América del Norte. Tenemos que acabar con estas prácticas”.

“La fabricación también es un contribuyente importante, por lo que debemos alentar a la industria a tratar mejor sus emisiones”, afirma.

Marcos Cipponeri, presidente de Cap-Net, grupo de organizaciones especializadas en recursos hídricos de Argentina, también apunta a los sistemas de tratamiento de aguas residuales.

El Río de la Plata “es a la vez receptor de caudales cloacales y fuente de agua potable”, recuerda por teléfono con SciDev.Net. “Y la mayoría de las plantas de tratamiento de Buenos Aires [la provincia argentina de 17 millones de habitantes] no está operada adecuadamente”.

Además, Cipponeri subraya la conexión entre el cambio climático y la presencia de contaminantes. “A medida que aumenta la temperatura promedio hay menos lluvia y nieve para abastecer de agua a los ríos. Su capacidad de dilución se debilita, lo que lleva a una mayor concentración de contaminantes”, lamenta Cipponeri, que no participó en el estudio.

Los compuestos con el mayor porcentaje de sitios que excedieron las concentraciones seguras fueron sulfametoxazol (en África), ciprofloxacina (Asia), propranolol (Europa), enrofloxacina (Oceanía), propranolol y sulfametoxazol (Norteamérica), claritromicina, enrofloxacina y metronidazol (Sudamérica).

“El sulfametoxazol y el propanol estarán afectando la ecología de los ríos, mientras que la ciprofloxacina, la enrofloxacina, la claritromicina y el metronidazol estarán seleccionando para RAM y posiblemente afectando la producción primaria a través de sus efectos sobre las bacterias y cianobacterias en el medio ambiente”, especifica Boxall.

La RAM se produce cuando bacterias, virus, hongos o parásitos ya no responden a los medicamentos que antes los eliminaban debido a cambios genéticos y adaptación de los mismos microorganismos. “La falta de agua potable y saneamiento y la prevención y el control inadecuados de infecciones promueven la propagación de microbios, algunos de los cuales pueden ser resistentes al tratamiento antimicrobiano”, dice la OMS.

“La AMR Industry Alliance [una coalición de empresas biotecnológicas y farmacéuticas] está trabajando para alentar a la industria a tratar mejor sus emisiones, pero aún queda un largo camino por recorrer”, recuerda Boxall.

“No solo necesitamos una regulación más estricta, sino también comenzar a introducir enfoques de tratamiento de bajo costo y poco mantenimiento que se puedan aplicar a una escala muy local”, recomienda.

Las plantas de tratamiento de aguas residuales de baja complejidad, como las lagunas de estabilización, funcionan con sencillez y pueden cumplir su función de purificación si están bien gestionadas, confirma Cipponeri.

“Pero solo son útiles para hogares aislados. A gran escala, sus compuestos derivados de los nitratos siguen siendo contaminantes”, recuerda. “En áreas urbanas, una red de alcantarillado debe ser siempre la primera opción”.

La contaminación con API puede poner en riesgo el logro del Objetivo de Desarrollo Sostenible 6.3 de las Naciones Unidas, que tiene como objetivo “mejorar la calidad del agua al reducir la contaminación, eliminar el vertido y minimizar la liberación de productos químicos y materiales peligrosos”.

A medida que avanzamos hacia 2030, el monitoreo ambiental debe involucrar esfuerzos inclusivos e interconectados. “Solo a través de la colaboración global podremos generar los datos de monitoreo necesarios para tomar decisiones informadas sobre los enfoques de mitigación”, concluye el estudio.

 

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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