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Una ONG panameña promueve la protección de las tortugas marinas

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Panamá.

El pueblo panameño de Punta Chame, que no tiene más de 500 habitantes, está en una delgada península en el Océano Pacífico. Aquí, Jorge Padilla de la ONG Fundación Tortuguías, mantiene una lucha casi en solitario por la preservación de especies de tortugas marinas en extinción.

“Amenazas con la que cuentan las tortugas marinas, tanto en el Pacífico como en el Caribe, son muchas: la colecta ilegal de huevo, el consumo en exceso de la carne de sus aletas, y también la colecta de sus partes, como el caparazón, pues son utilizados para peinetas o espuelas de gallos entre otras prendas de vestir”, comentó Jorge Padilla.

Los huevos y las crías de tortuga, también son depredados por animales como perros abandonados y águilas arpías. Con ayuda de algunos voluntarios del pueblo, este guía recoge los huevos recién puestos por las tortugas y luego los entierra en un vivero enrejado un poco más lejos de la orilla. Al cabo de 45 días, nacen las tortugas. Una o dos horas después, Padilla la saca del vivero en una bandeja, las libera en la arena y estas se meten al mar por primera vez.

“Si las tortugas nacen a eso de las 6:30 de la tarde, son liberadas en el momento. Y si nacen en el transcurso de la madrugada, son liberadas en la mañana”, explicó Padilla.

Las hembras volverán a desovar en esta misma playa dentro de 18 o 20 años. “El recorrido que ellas hacen, el ciclo, el por qué ellas hacen ahí. Muchas personas dicen ‘tíralas al agua’, pero no porque su mecanismo llamado impronta, es la que las va a hacer volver en 18 o 20 años en la playa que ellas nacieron”, agregó.

En el pueblo es un secreto a voces que hay vecinos que se dedican a vender huevos de tortuga, una actividad ilegal. Ofrecen huevos casa por casa al precio de casi un dólar, atendiendo una falsa creencia de la población.

“El huevo no te sirve, los míos tampoco. No son afrodisíacos. Normalmente las personas dicen, los hombres principalmente, creen que al comer huevo de tortuga van a tener un mejor placer sexual”, comentó Padilla.

Pero otros vecinos intentan cambiar el futuro de las tortugas y alientan a sus hijos en otra dirección. “Vengo a traer a los niños a que vean la liberación de tortugas para que se vayan empapando en el asunto, ya que ellas son las futuras generaciones y aprendan sobre el cuidado de la protección de una especie que está en peligro de extinción”, dijo una ciudadana.

Las tortugas son uno de los temas destacados de la COVID-19 “Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres”, que se desarrolla hasta el 25 de noviembre en la capital panameña.

A la reunión, asisten delegados de más de 180 países y expertos en conservación, quienes debaten 52 propuestas para modificar los niveles de protección incluidos los de algunas tortugas.

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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