México.
Al suroeste de la cuenca de México, hay un sitio que guarda una historia difícil de imaginar. Hace 2.000 años era un valle de bosques, praderas y cañadas, pero en el 280 de nuestra era, la lava de la erupción del volcán Xitle destruyó todo a su paso, en un área de 80 kilómetros cuadrados. Con el tiempo, esa lava se enfrió transformándose en una isla de roca: el Pedregal.
Sus diferentes altitudes y formas caprichosas facilitaron la aparición de microambientes con diversas formas de vida, nopales, helechos, orquídeas, aves, insectos, mamíferos, reptiles, anfibios y principalmente arbustos como el palo loco. Durante la época de sequía, su zona baja pareciera no tener vida. Menos del 20% de las plantas nativas son visibles, pues la mayoría se encuentran en forma de semillas. Pero al llegar las lluvias, la vida se reactiva y el Pedregal se tiñe de colores. Esta dalia atrae con su néctar a los polinizadores para hacer llegar su polen a otras flores, asegurando su reproducción. Los chapulines salen de sus huevos, se desarrollan hasta adultos y buscan pareja.
Durante el siglo XX, el Pedregal fue devorado por la mancha urbana, quedando menos del 30% disperso en varios fragmentos. En los años 50, la ciudad universitaria de la UNAM se levantó sobre estas rocas. Después de trabajar muchos años junto al Pedregal, sus académicos aprendieron a valorarlo y protegerlo. En 1983, se estableció la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel, Repsa, que hoy cubre un espacio de 237 hectáreas, convirtiendo a la UNAM en la única universidad de México que resguarda una reserva ecológica en sus campos.
Es tres veces más pequeña que Chapultepec, y sin embargo alberga seis veces más especies de aves y tres veces más de plantas. Es hogar de 300 especies vegetales, 900 insectos y arácnidos, 30 de mamíferos, 20 de reptiles y tres de anfibios, todas nativas del Pedregal. Se trata de un laboratorio vivo para los científicos interesados en saber cómo los animales y las plantas colonizaron un sitio inhóspito y cómo los humanos nos relacionamos con la vida silvestre en las ciudades.
Gracias a este ecosistema, el territorio de Ciudad Universitaria capta dos millones de metros cúbicos de agua al año, lo que contribuye al abastecimiento del acuífero y a la disminución de inundaciones. Pero la expansión urbana, la contaminación y la introducción de especies representan un peligro para la vida silvestre del Pedregal. Por ello, brigadas de voluntarios realizan actividades para su restauración.
El Pedregal, el ecosistema más diverso de la cuenca de México, con el que millones de personas conviven día con día, es un ejemplo de que la naturaleza no es un sitio lejano, es nuestro hogar.
Por: TV UNAM.