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Tormentas y deforestación: las inundaciones amenazan Manila

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Baras, Filipinas.

Desde su casa en un suburbio de Manila, Rowena Jiménez no puede ver las montañas taladas que rodean la capital filipina. Pero siente el impacto de la deforestación cada vez que su salón queda inundado.

La agricultura de tala y quema, la explotación forestal ilegal, la minería a cielo abierto y el desarrollo causado por el aumento de la población, han privado a Filipinas de gran parte de sus frondosos bosques.

En Manila, donde viven más de 13 millones de personas, las zonas de baja altitud a menudo quedan inundadas cuando las tormentas se precipitan sobre la cordillera de Sierra Madre, que se ubica al este de la ciudad y actúa de barrera frente el mal tiempo.

Sin vegetación suficiente para absorber la lluvia, el agua se precipita por sus laderas y los cursos de agua que conducen hasta la metrópolis, convirtiendo algunas zonas en ciénagas causantes de infecciones.

Jimenez, de 49 años, ha perdido la cuenta del número de veces que el río Marikina se desbordó e inundó la planta baja de la casa de dos plantas de su familia, situada a apenas unos bloques del curso fluvial.

«Hay siempre miedo de que pase otra vez», dijo Jimenez, que vive con su marido, su hija pequeña, su hermana, su sobrino y su madre.

«Tu corazón se encoge porque te das cuenta que las cosas por las que trabajaste tan duro para comprar se destruirán otra vez«.

Jimenez culpa de su situación a los «abusos» medioambientales en la cuenca alta del río Marikina. Solo un 2,1% de su superficie estaba cubierta de «bosque espeso» en 2015, según un informe del Banco Mundial.

En 2011, dos años después de que un tifón inundara un 80% de la capital y matara a cientos de personas, la zona fue declarada «paisaje protegido» por parte del entonces presidente Benigno Aquino.

Pero por aquel entonces, gran parte de los bosques en la cuenca habían sido talados para dejar espacio a carreteras, estacionamientos, complejos privados y zonas residenciales.

Tormentas más intensas

La combinación de la deforestación y las tormentas más intensas causadas por el cambio climático aumentaron el riesgo de inundación en Manila, considera Rex Cruz, experto de gestión de cuencas fluviales en la Universidad de Filipinas.

«La superficie de la cuenca del Marinika se ha modificado en algo que no puede absorber mucha precipitación«, dijo. Y la situación empeorará si «se mantiene lo de siempre» en este país, uno de los más vulnerables al cambio climático.

Los datos muestran que la superficie de bosque cerrado en el archipiélago de 30 millones de hectáreas pasó de 2,56 millones en 2003 a 1,93 en 2010. Luego, subió nuevamente a 2,22 millones en 2020.

Proteger los bosques existentes y replantar nuevos se hace complicado por la corrupción y a veces por los conflictos violentos entre los propietarios de la tierra y aquellos que la usan.

Watchdog Global Witness situó a Filipinas como uno de los países más peligrosos para los activistas medioambientales, con 19 asesinatos en 2021 y hasta 270 en la década anterior.

La Fundación Georeserva Masungi pasó años tratando de replantar unas 3.000 hectáreas en la cuenca alta del Marikina, a menos de 30 kilómetros de Manila, pero se encontró con disputas sobre cómo usar la tierra.

El guarda forestal Kuhkan Maas, de 32 años, recibió abusos e incluso disparos por intentar proteger la zona, donde ha plantado miles de árboles en la última década.

«Mi sueño es ver florecer todos estos árboles que hemos plantado y que esta zona antes estéril se convierta en un bosque exuberante», dice, todavía con la cicatriz en el cuello de la bala recibida en 2021.

En Manila, Jimenez recuerda que la casa de su familia nunca se había inundado en los 1980, cuando el río Marikina era de aguas «impolutas», rodeado de granjas, árboles y solo unas familias.

Pero con el desarrollo urbanístico, la casa empezó a inundarse en las década posterior a un ritmo de una o dos veces al año.

La mínima llovizna aterroriza a la madre de Rowena, que padece alzhéimer. «Empaqueta las cosas, las pone en una bolsa de plástico y nos apresura a nosotros», dice Jimenez.

«Es triste saber que la única memoria que le queda es la lluvia y las inundaciones».

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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