Chile.
El volcán Villarrica da forma al paisaje en el sur de Chile, con su nieve permanente y su fumarola constante. Es uno de los más activos de América del Sur y también uno de los pocos volcanes activos accesibles hasta el cráter. El borboteo de la lava es un imán para turistas de todo el mundo.
Joaquín Figueroa es uno de los guías de montaña que lleva gente al cráter. “Lo que más me gusta de él es la energía que uno siente. Uno puede estar muy cansado, se puede levantar muy cansado en la mañana, a las cinco de la mañana. Pero tú llegas ahí y se acabó el cansancio. Pura risa, alegría. Llegas acá y ¡boom! cansancio otra vez. Entonces estar allá es energía pura”, acentuó Joaquín.
Para el ascenso se necesitan entre cuatro y seis horas. Unas 20 mil personas suben al cráter cada año. Pero además de ser una atracción turística, el Villarrica muestra de vez en cuando su inmenso poder. Cincuenta años atrás, el 29 de diciembre de 1971, el volcán explotó y dejó más de 25 fallecidos.
Pedro Vázquez lleva toda su vida a los pies del volcán Villarrica, en 1971 él fue testigo de la tragedia. “Era como un fuego artificial, una cosa así, porque de catorce años no piensa uno tan bien como debe ser. Pero al otro día fue la tristeza, por ver todos los campos como quedaron, el vecino sin animales, el otro le había llevado las maletas. Fallecieron siete personas, que no las pillaron nunca más”, señaló Pedro Vázquez.
A pesar de esa experiencia, Pedro Vázquez ama su lugar y no pensó ni un segundo en dejar su tierra. “Este es un paraíso, no es otra cosa. Un regalo de Dios tremendamente hermoso. Hay que dejarlo que esté ahí nomás, que haga lo que quiera. Nacido, criado y muerto, que, si Dios lo permite”, manifestó Pedro Vázquez.
La erupción de 1971 sacó de las entrañas de la tierra 30 millones de metros cúbicos de lava, derritiendo las nieves y el glaciar del volcán, lo que desató avalanchas repentinas.
Esta zona, conocida como el Turbio, fue una de las más afectadas, Óscar Reyes trabajó como bombero acá. “En este sector donde estamos. Fue la parte más fuerte de la avalancha. Aquí pasó todo. De hecho, ese puente está a mi espalda, esto lo arrastró, lo sacó de este puente, tenía como 100 metros de largo”, explicó Óscar Reyes.
Joaquín Figueroa no vivió la erupción de 1971, pero conoce el poder del volcán. Esa permanente actividad lo fascina. “Hay veces que parece un tren a vapor y todos pensamos, se enojó el jefe. Pero hay veces que está muy tranquilo. Hay veces que se escuchan ruidos extraños y otras montañas no te ofrecen eso. Otra no va y viene y se lleva las vistas, pero acá siempre hay una emoción extra”, detalló Joaquín Figueroa.
Por: Deutsche Welle.
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