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Estudian una colonia de pingüinos emperador y acantilados de origen volcánico

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Italia.

“Estamos ubicados en Cape Washington, un área especialmente protegida dentro del Área Marina Protegida del Mar de Ross y aquí hay algunos animales muy especiales: los pingüinos emperador”, comentó Gianfranco Santovito de la Universidad de Padua.

Son el símbolo de la Antártida. Con un andar inconfundible, un fuerte grito que se puede escuchar incluso desde lejos y sin miedo al hombre. De hecho, somos nosotros los que tratamos de mantener la distancia para no molestar.

“Los pingüinos son animales muy curiosos. Por lo general, no sería educado pararse detrás de alguien que habla frente a la cámara, pero lo perdonamos”; contó Santovito.

Miles y miles de pingüinos que los científicos de la Expedición del Programa Nacional de Investigación Antártica observan y estudian.

“No son todos iguales. Los que ves grises son los polluelos de pingüinos. Los pollitos. Nacieron este invierno, todavía tienen su plumaje juvenil que perderán al final de la temporada cuando sea hora de hacerse a la mar”, destacó Santovito.

A partir de unos meses serán las hembras. Los chicos, en cambio, se quedarán aquí. Para ellos, Cape Washington es un verdadero hogar.

A poca distancia, los investigadores del proyecto Magic, en el que participan la Universidad de Pisa, el IGG-CNR, la Universidad de Perugia y el INGV, estudian los acantilados formados por antiguas erupciones.

“Lo primero que estas rocas le dicen al ojo entrenado es qué tipo de actividad volcánica hubo. También podemos estudiar las interacciones entre el magma y la atmósfera, qué había allí cuando salió el magma.

Aire, a veces hielo, a veces agua líquida y esto da un tipo diferente de productos volcánicos, por lo que podemos usar estos productos para reconstruir las variaciones de temperatura. Podría haber sido 4-5 grados más fríos que ahora o 4-5 grados más calientes que ahora.

El punto es que cambió mucho más lento de lo que lo hace. Ahora la Tierra estaba mucho más caliente que hoy, pero cambiaba un grado cada 100.000 o un millón de años. Ahora cambia un grado cada 100 años y eso debería preocuparnos”, concluyó Santovit.

Por RAI Italia. 

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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