Colombia.
Jaime Ortiz Marino, un barbudo aficionado a la bicicleta, lideró una revolución hace 50 años a punta de pedal. Es el inventor en Bogotá de la ciclovía, una contracultura al uso del automóvil que ha inspirado al mundo. El 15 de diciembre de 1974, este arquitecto obtuvo un permiso para hacer una singular protesta contra la masificación de los autos, cerrar una zona de la capital colombiana a los autos y transitar en bici por el centro de la vía con otras 5000 personas.
“Un porcentaje mínimo de los viajes diarios de Bogotá se hacen en automóvil. La mayor parte de la gente se mueve en buses. Entonces, teníamos un diseño urbano que no correspondía con nuestra realidad”, contó Jaime.
El crecimiento demográfico y la mala planificación urbanística hacen de Bogotá una ciudad con cada vez más autos, pero menos espacio para que transiten. De las grandes urbes de la región, es la única que aún no tiene metro, cuya construcción apenas está iniciando. Hoy Bogotá, la cuarta ciudad más grande de América Latina, cuya población se ha multiplicado por 10 en los últimos 50 años, pasando de 800 mil habitantes a 8 millones, tiene cerca de 600 km de carriles construidos solo para ciclistas.
“Entonces esto es una ‘válvula de escape’ para una ciudad que en estos 50 años se transformó en una cosa muy complicada”, agregó.
El primer evento importante de este tipo en el mundo se convirtió rápidamente en una tradición muy popular de todos los domingos. Cada domingo alrededor de 1,7 millones de bogotanos caminan, montan en bicicleta, patinan o realizan otras actividades físicas a lo largo de 127 km de calle sin autos, de acuerdo con cifras oficiales.
“La ciclovía es parte del alma de Bogotá, es decir, hay muy pocas ciudades que la tienen y muchas ciudades en el país las implementaron después de que la comenzó Bogotá. Entonces es un buen ejemplo, es como parte de la cultura de nuestra ciudad y de nosotros como bogotanos es ‘la ciclovía’”, dijo Camilo Ramírez, especialista en migración.
Los paseos dominicales son un respiro profundo para los habitantes de una de las mayores metrópolis de América Latina con uno de los peores tráficos de la región y afectada por la contaminación del aire. “Ya llega el domingo y vamos a salir a montar bicicleta, entonces ya es como parte de la rutina del día domingo. Si no salimos ya la extrañan también, como no hoy no salimos o está lloviendo, o por alguna razón no la hicieron, ya la extrañamos porque ha sido parte de nuestra cultura también familiar”, dijo Anny García, esposa de Camilo.
Los deportistas disfrutan de la jornada soleada con paradas para refrescarse con diferentes bebidas y frutas y comer empanadas y otros bocadillos. Además de su aporte para el ejercicio físico y el medio ambiente, la ciclovía se convirtió también en fuente de empleo en un país cuya informalidad alcanza el 55% de los trabajadores.
Tal es el caso de Eladio Gustavo, un mecánico de 56 años que lleva 32 arreglando pinchazos e inflando neumáticos para los ciclistas. “De aquí he sacado lo que comentaba para educación para mi hija, el bienestar mío, una vivienda, siempre ha sido y doy gracias a Dios, por la ciclovía que me brinda esa oportunidad”, contó Eladio Gustavo.
La ciclovía Bogotá, que abarcaba la mayor parte de la ciudad, ha sido imitada con modelos similares por unas 200 ciudades del planeta, según la alcaldía. Desde Ciudad de México hasta Santiago y Sao Paulo, varias urbes latinoamericanas han puesto en marcha programas semanales de calles abiertas a la bicicleta en los últimos 20 años.