Italia.
Joseph Daka vive en el distrito rural de Rufunsa, a unas tres horas en coche de la capital, Lusaka, y es agricultor, pero también voluntario sanitario. Le está haciendo la prueba del paludismo a la pequeña Natasha, que vive en un pueblo cercano. Afortunadamente, no la tiene. “Tenía algunos síntomas. Ahora tendrá que tomar Fancidà y Panadol como prevención”, dijo Daka, voluntario sanitario.
Joseph anotó el estado de Natasha en un registro especial, documenta los resultados de todas las pruebas realizadas a la población local y las entrega periódicamente al centro de salud local. “La población local viene a mi casa en lugar de ir a la clínica. Les hacemos las pruebas aquí. Si encontramos a alguien que tiene malaria, vamos y hacemos las pruebas a toda su familia. Si están afectados, les damos el tratamiento. Si están sanos, les damos la medicina preventiva”, detalló.
Es Zambia rural, la lucha contra la malaria se libra con una respuesta comunitaria que parte de sus habitantes con vigilancia entomológica, con capturas, con profilaxis, con actividades de información en los centros de salud locales. Se trata de una necesidad, en las zonas profundas de Zambia, debido a la lejanía de los hospitales y a las dificultades para desplazarse. Una situación agravada por los efectos del cambio climático.
En Rufunsa, el centro de salud de Chinyunyu es es el principal punto de referencia para un vasto territorio habitado por casi noventa mil personas. ¿En qué medida ha afectado el cambio climático a la propagación de la malaria aquí, en el distrito de Rufunsa, en los últimos años? Según las palabras del Director de Salud del Distrito de Rufunsa, Kakonde Peter : “el cambio climático tiene un impacto global sobre la malaria. Existe el problema de la seguridad alimentaria y también el de la nutrición. Si la nutrición es deficiente, también lo es la inmunidad en las enfermedades. Ahora, con este cambio climático, los suministros de alimentos se reducen, la gente prefiere reservar los pocos recursos que tienen sólo para comer en vez de gastarse el dinero en el autobús para ir a hacerse las pruebas de la malaria. Gracias al apoyo del Fondo Mundial hemos podido llevar a cabo estas actividades desde junio hasta hoy”.
En Chinyunyu, los médicos se reúnen con muchas personas con programas de educación sanitaria para explicarles qué es la malaria y cómo defenderse, distribuyen mosquiteras a las familias, los voluntarios rocían las casas con insecticida y se ocupan de las capturas. Los especímenes se recogen y estudian, para comprender sus mutaciones y comportamiento. Esta es una de las diez casas de los tres sitios centinela del distrito de Rufunsa. Conocimos a un recolector de mosquitos, Jimmi Tembo, que comentó cómo funciona su negocio.
“Se trata de una trampa para mosquitos, pues atraídos por la luz, acaban en la bolsa y después de recogerlos los llevamos al centro de salud para su identificación. Este es nuestro mosquitero, lo usamos todas las noches”, explicó.
Todas estas actividades están dando resultados: la incidencia de la malaria está disminuyendo. En 2023, Rufunsa tuvo más de 350 casos. El año pasado, menos de 200.
Por: RAI.
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