Por: María Luisa Santillán, DGDC-UNAM.
«Siento que si de verdad voy a tener una voz, debo tratar de usarla lo mejor posible y ser un ejemplo para inspirar y tratar de impulsar a más mujeres a que puedan hacer una carrera científica», expresó la doctora Susana López Charretón, ganadora del Premio L’Oreal-UNESCO 2012.
Investigadora del Instituto de Biotecnología de la UNAM, la doctora López Charretón ha dedicado su vida al estudio del rotavirus. Al principio realizó trabajos de epidemiología para identificar cuántos niños lo padecían, posteriormente profundizó más sobre este virus y su laboratorio fue el primero en el mundo en secuenciar un gen viral de este patógeno.
Egresada de la tercera generación de la licenciatura de Investigación Biomédica Básica por el Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, Susana cursó su maestría y doctorado en esta misma institución y al concluir sus estudios fue invitada a incorporarse como investigador asociado C.
Recordó que a la par del nacimiento de su primer hijo, le llegó la oportunidad de trasladarse al Instituto de Biotecnología, cuya sede es la ciudad de Cuernavaca, Morelos. Finalmente en 1987, se incorporó a esta institución y su entonces director, el doctor Francisco Bolívar Zapata, le brindó el apoyo necesario para montar el laboratorio que dirige en la actualidad en el Departamento de Genética del Desarrollo y Fisiología Molecular.
Investigación en rotavirus
Uno de los primeros investigadores en estudiar rotavirus en México fue el doctor chileno Romilio Espejo, quien a la postre se convertiría en profesor, tutor y amigo de la doctora Susana López Charretón. Con él realizó la tesis de licenciatura, la maestría y el doctorado, teniendo siempre como base el estudio de este virus.
«La formación científica la tengo a partir de él. Nos impulsó siempre mucho. Nos íbamos a venir a Cuernavaca con él, pero decidió regresarse a Chile y, algo insólito: ¡nos dejó su línea de investigación! Esa generosidad y nuestra formación se la debemos totalmente a él”, comentó la investigadora.
Para empezar a trabajar con esta enfermedad, que mata alrededor de medio millón de niños al año en el mundo, la doctora Lopez Charretón primero identificó si el virus existía en México y cuántos niños lo padecían.
Posteriormente, secuenció un gen de este virus.“Ahora suena muy fácil porque todo el mundo secuencia un genoma humano en unos días, pero cuando nosotros empezamos a secuenciar era a mano y mis dos años de doctorado los utilicé en secuenciar algunos genes del virus”.
Luego se enfocó al estudio de cómo el virus reconoce las células del intestino a las que se puede adherir. Y en la actualidad investiga cuáles son las armas que utiliza la célula contra el rotavirus y cómo logra invadirla.
“Los virus solitos no se reproducen, sólo lo hacen adentro de las células. Cuando a estas se les mete un virus empiezan a montar lo que se llama respuesta antiviral de las células. El virus también tiene armas para contrarrestar, o sea, es como una guerra entre el virus y la célula. Normalmente estamos rodeados de virus por todos lados y la células en general ganan, pero cuando el virus gana es cuando nos enfermamos”.
Señaló que la gente aún sabe muy poco de esta enfermedad y que existe una vacuna contra este virus, la cual debe ser aplicada a todo niño menor de dos años, que son a quienes principalmente afecta el rotavirus, padecimiento que adquieren por contaminación fecal-oral; es muy infeccioso y causa severos episodios de vómito y diarrea.
El rotavirus no es un problema propio de naciones en vías de desarrollo, ya que igual puede afectar a los niños de África que de Estados Unidos. “En países con menos recursos económicos, se mueren más los niños con esta infección porque no llegan a tiempo a los servicios de salud; y por la deshidratación, que es el principal problema, y se mueren en poco tiempo”.
Impulsar la ciencia en las mujeres
Después de varios años dedicados al estudio del rotavirus, la doctora López Charretón obtuvo el Premio L’Oreal-UNESCO “La mujer en la ciencia 2012”, el cual se entrega anualmente a una mujer de cada uno de los cinco continentes.
“Creo que es muy bueno porque es promover la ciencia y que las mujeres pueden hacer ciencia de muy alta calidad y que nadie te tiene que decir que porque eres mujer no puedes hacer una carrera científica, la cual es divertidísima y muy bonita”, comentó.
Reconocío que en el ámbito científico en México hay cierta discriminación hacia la mujer. “Culturalmente nos han educado a que la mujer finalmente cede y decide quedarse en la casa al cuidado de los hijos cuando el hombre continúa con su carrera.»
«He tenido muchos estudiantes, hombres y mujeres, pero al final, en la decisión de quién va a seguir la carrera, la mujer cede muy fácil. Hay mujeres que deciden que no se van a casar y que no van a tener hijos para no tener este freno y yo creo que la vida es todo y no nada más la carrera, sino poder tener una familia”, explicó la también ganadora del Premio Carlos J. Finlay de Microbiología UNESCO en 2001.
Para ella, agregó, ha sido fundamental contar con el apoyo de su esposo, el investigador Carlos Arias. “Creo fue una fortuna habernos encontrado en el momento de nuestras vidas en el que estábamos, apasionados por la ciencia, pues compartimos esa pasión. Mucha gente me dice que cómo puedo trabajar las 24 horas con una persona, pero así nos conocimos, los dos entramos a ser estudiantes del mismo profesor y fuimos amigos muchos años antes de empezar a salir juntos y casarnos. Puedo compartir y discutir todo con él; pensamos juntos no solo cosas de la vida, sino del trabajo”.
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