México.
Trapos, periódicos y hasta aserrín son los artículos a los que recurren millones de mujeres en América Latina durante su menstruación al no tener un acceso digno a toallas, tampones o copas menstruales.
Hoy la menstruación es un tema público y social, por ello, expertos y fundaciones y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han pedido que sea reconocida como problema de salud y derechos humanos y no de higiene.
Algunos países, como Colombia o México, han dado pasos para eliminar impuestos y desarrollar programas educativos y de acceso a productos; Chile, en cambio, agravó estos productos con un 19 %, el segundo más alto de la región, por detrás de Uruguay (22 %).
Apenas 9 de 31 países de la región consideran como productos de primera necesidad los de higiene menstrual, lo que permite que estén sujetos a un IVA reducido.
Para Carolina Ramírez, psicóloga de Princesas Menstruantes, una ONG creada en 2014 en Medellín que es pionera en educación menstrual de niñas en América Latina, la educación menstrual se ha convertido en el punto de partida para vencer la pobreza menstrual.
En la región, según la OMS, dos de cada cinco niñas faltan a la escuela durante su menstruación, un absentismo potenciado por los estigmas que existen en torno a esta circunstancia.
Además de la necesidad de entender lo que viven muchas mujeres en entornos vulnerables, en Perú, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) atiende a población migrante refugiada y asesora con nociones de autonomía corporal, autocuidado e higiene con dignidad, apoyándose en brigadas móviles y la ayuda de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid).
En las comunidades indígenas de Santa María de Nieva, en la Amazonía peruana, el UNFPA también brinda programas educativos y de sensibilización con los hombres, para la deconstrucción de mitos y tabúes cuando las niñas tienen su primer periodo.
Esta situación es aún más complicada para las mujeres privadas de la libertad en cárceles donde los servicios básicos son precarios, lo que provoca tener su periodo en condiciones difíciles.
En Santiago de Chile el panorama para las mujeres habitantes de calle es más hostil al ser invisibilizadas. Gente de Calle es una fundación que sensibiliza a la población general sobre cómo viven la menstruación, quienes se encuentran en situación de calle.
“Es imposible pensarse, hablar de la dignidad menstrual cuando tenemos mujeres en situación de calle”, dijo Carla Fernandini.
El llamado también es para priorizar el autocuidado, además de tener políticas públicas que se enfoquen en el cuidado menstrual en las mujeres y la comunicación es la clave, pues entre más visible habrá más balance e igualdad.
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