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Amenazas a Amazonía van mucho más allá de la deforestación

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 Río de Janeiro.

Más de un tercio de la vegetación nativa de la Amazonía que aún es deforestada –unos 2,5 millones de kilómetros cuadrados– está sufriendo alguna forma de degradación, causada por incendios, extracción selectiva de madera, sequías extremas o el efecto de borde (cambios ocurridos en áreas adyacentes a las zonas deforestadas), revela un nuevo estudio publicado en la revista Science.

El área degradada del bioma (38 por ciento) es mayor que la deforestada (17 por ciento). Sumados, los dos índices indican que más de la mitad del bosque ya fue destruido y alterado.

Los autores explican que “durante el proceso de degradación, el uso de la tierra puede o no cambiar, pero la cobertura del suelo no cambia (el bosque sigue siendo bosque)”. La deforestación significa la conversión total de los bosques a otro tipo de uso de suelo, como la agricultura o la ganadería.

Pero, advierten los investigadores, es un error pensar que la degradación causa daños insignificantes en comparación con la deforestación. Basándose en datos de diversos estudios realizados entre 2001 y 2018, cuantificaron la acumulación de perturbaciones que alteran el ecosistema y el funcionamiento del bosque, lo que afecta su capacidad de almacenar carbono y agua.

Según el estudio, las estimaciones sobre emisión de CO2 y gases de efecto invernadero resultantes de la pérdida gradual de vegetación se sitúa entre 50 y 200 millones de toneladas al año, un nivel comparable a la pérdida de carbono por deforestación.

“La tasa de acumulación de carbono por el bosque disminuyó cerca de 30 por ciento en los últimos 30 años. Si continuamos con este patrón, en más o menos 15 años tendremos una Amazonía emitiendo mucho más CO2 del que absorbe”, afirma a SciDev.Net David Lapola, ecólogo y líder del estudio.

Cambio de vegetación

Lapola, investigador del Centro de Investigaciones Meteorológicas y Climáticas Aplicadas a la Agricultura de la Universidad Estatal de Campinas, explica que el impacto sobre el stock de carbono disminuye la evapotranspiración del bosque, un proceso que devuelve agua a la atmósfera mediante la transpiración de las plantas.

“Cuando aumenta el CO2, teóricamente la planta transpira menos, provocando menos lluvia y humedad. Con eso, ya podemos observar un cambio de vegetación: los árboles con mayor afinidad con climas húmedos están desapareciendo y están emergiendo especies más resistentes al clima seco”, revela.

El trabajo también subraya que la degradación amenaza a la biodiversidad y provoca impactos socioeconómicos a las comunidades locales, como la ocurrencia cada vez más frecuente de eventos extremos, por ejemplo las sequías prolongadas precedidas por inundaciones récords ocurridas en 2022 en la Amazonía brasileña.

Ante este panorama, los investigadores de la Amazonía consideran que si bien la meta de deforestación cero para el 2030 del gobierno brasilero –mencionada en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, por la ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático de Brasil, Marina Silva– es importante dentro de la agenda ambiental global, hablar solamente de acciones para combatir el desmantelamiento en la región no es suficiente.

“La política pública en la Amazonía no puede abarcar solo la deforestación”, afirma a SciDev.Net el geógrafo Marcos Pedlowski, de la Universidad Estatal del Norte Fluminense, en Río de Janeiro, coautor de uno de los primeros estudios brasileños, también publicado en Science, que llamó la atención sobre el problema de la degradación del bioma.

Ya no podemos hablar de prevenir la deforestación sin hablar de la degradación. La deforestación cero no es una meta optimista. Se requiere reajustar la discusión sobre la conservación de la Amazonía, el proceso de degradación ya no puede ser ignorado”, precisa.

La tala selectiva

Para Pedlowski, las proyecciones de las próximas décadas van a depender del modelo económico y social que Brasil vaya a adoptar.

Según el informe del Panel Científico por la Amazonía, entre los países panamazónicos Brasil es responsable de más de la mitad de producción de madera (52 por ciento), seguido por Ecuador (11 por ciento), Perú (diez por ciento) y Bolivia (diez por ciento). Venezuela, Colombia, Surinam y Guyana representan en conjunto el 17 por ciento restante.

“En la Amazonía brasileña, la tala selectiva afecta a una gran área del bosque, siendo el segundo factor más común de degradación forestal, solo detrás de los llamados efectos de borde”, destaca el informe.

“Todo ese supuesto ingreso crea muchos más problemas y no genera tanto como la gente cree. Las ganancias son superadas por los daños”, asegura Pedlowski. Y David Lapola añade que “la degradación favorece a unos pocos pero agobia a muchos”.

Los investigadores coinciden en recomendar el desarrollo de un sistema de monitoreo de las perturbaciones forestales –mediante imágenes de satélite combinadas con un escaneo láser de superficie– y de un modelo de “bosque inteligente”, con la instalación de dispositivos en el bosque para monitorear la degradación, especialmente la tala selectiva.

Por: Washington Castilhos en SciDev.Net América Latina y el Caribe.

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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