Brasil.
Un estudio en Brasil, que analizó muestras de cinco especies de peces usualmente capturadas por pesca artesanal y consumidas a nivel local, detectó valores de cadmio y cromo por encima de lo establecido por normas internacionales.
El consumo de alimentos con concentración de metales provenientes de la industria y las viviendas puede resultar nocivo o tóxico para el ser humano a mediano o largo plazo. Según cuáles sean los metales presentes, los efectos tóxicos pueden afectar el sistema nervioso, cardíaco o digestivo.
En particular, lo hallado en este estudio “trae preocupación porque el cadmio y el cromo pueden generar alteraciones metabólicas en las células humanas, en el ADN, además de tener impactos en los peces y en toda la cadena alimenticia que involucra a estos animales”, advirtió a SciDev.Net Marcelo Henrique Silva, oceanógrafo de la Universidad Federal de Maranhão y autor del estudio publicado en Marine Pollution Bulletin.
Asimismo, si bien las especies en las que se detectaron concentraciones altas de metales no son las más consumidas a nivel masivo, son frecuentes en la dieta de las poblaciones locales. En particular, según Silva, “comúnmente son (especies) capturadas por pesca artesanal sin mucha inspección”.
El estudio analizó las especies Sciades herzbergii, Cetengraulis edentulus, Macrodon ancylodon, Pseudauchenipterus nodosus y Stellifer rastrifer, que habitan en tres bahías que forman el Golfo de Maranhão, al este del delta del río Amazonas.
Sobre una muestra de 45 ejemplares analizaron la presencia en el tejido muscular (la parte comestible del pez) de compuestos químicos como cadmio, cobre, cromo, manganeso y hierro.
“Analizamos peces en diferentes niveles de la cadena alimentaria e, independientemente de la dieta del animal, encontramos metales acumulados en todas las especies”, destacó Silva.
“Además, notamos que las bahías que supuestamente tendrían menos antropización que la bahía de São Marcos (las bahías São José y Arraial) también sufren algún impacto”, agregó.
Algunos especímenes de las especies C. edentulus y M. ancylodon registraron concentraciones superiores al límite permitido para el cadmio: hasta 1,8 mg, cuando las guías de salud y nutrición recomiendan 1 mg de cadmio por kilogramo de carne.
En tanto, individuos de M. ancylodon y P. nodosus se comportaron de igual manera para el cromo: hasta 0,4 mg, cuando lo recomendado es y 0,1 mg de cromo por kilogramo.
Respecto al cobre, en las muestras se encontró muy por debajo del valor de referencia, y para hierro y manganeso no existen normas nacionales que regulen un valor permitido.
Silva recuerda que para reducir la contaminación por metales, son necesarias políticas de saneamiento básico para detener y tratar la disposición de desechos industriales y urbanos en el mar.
Para la investigadora Juliana Ávila, bióloga de la Universidade Estadual Paulista que no participó en el estudio, a pesar de que el número de muestras en el estudio es pequeño (45 en total) y puntual, este tipo de investigación es importante porque la vigilancia brasileña respecto a la contaminación de alimentos por materiales orgánicos e inorgánicos es débil y la evidencia científica sobre el tema es escasa.
Para Ávila, que ya observó la presencia de metales en otras especies de la región amazónica, los resultados no son alarmantes sino que están en consonancia con resultados obtenidos en regiones cercanas.
“Es lo que se espera para regiones marinas con presencia de industrias. La especie M. ancylodon, por ejemplo, nada a lo largo de toda la costa de norte a noreste, por lo que no sería posible decir dónde se contaminó el pez”, apunta Ávila.
Por lo tanto, estudiar especies que se mueven un poco menos, como los macroinvertebrados, además de analizar otros materiales, son pasos importantes para determinar la salud del medio ambiente local.
El objetivo del estudio es continuar el seguimiento de la región de la Bahía de São Marcos, la región más afectada por las actividades portuarias. Los análisis futuros cubrirán los sedimentos marinos sólidos y más especies de peces, incluidas otras partes del animal, como las branquias y el hígado.
“Son necesarios más estudios para correlacionar y saber si esto es algo específico o si se extrapola a todo el ecosistema, no solo a la región estuarina”, dice Silva.
Por: Renata Fontanetto.
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