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Un ecocidio acaba con la cultura de una aldea indígena en Brasil

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Brasil.

Algunos rituales deben realizarse con sumo cuidado. Es la aldea de Nao Shoah a pocos kilómetros de Belo Horizonte, Brasil.

“Ya no podemos golpear los pies en el suelo porque está contaminado y acabamos respirando ese polvo tóxico, aunque los jóvenes intentan resistir haciendo rituales sentados”, dijo un integrante de la comunidad.

Sucupira es el cacique de la aldea, vive con su mujer Tatiana y su hijo de 6 años. El pequeño tiene heridas en la piel que no ha podido curar en los centros de salud de la zona. Muchos ahí sufren de enfermedades en la piel, vómitos o depresión, comenzaron a aparecer tras la segunda peor tragedia ambiental de la historia de Brasil: la de Brumadinho.

El 25 de enero de 2019, los diques de contención de un depósito de residuos mineros cerca de Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais, se rompieron y provocaron un alud de barro que arrasó con todo lo que encontró en su paso por kilómetros. 270 personas murieron y la vida del pequeño municipio de Brumadinho cambió completamente.

El alto nivel de toxicidad del río Paraopeba provocó enfermedades. Sus habitantes denuncian que ya no se puede sembrar nada, ni cazar los animales de la zona.

“Todo lo que plantamos crece y se pone amarillo, pero cuando lo recogemos para comer nos sentimos mal. Nos provoca dolor de estómago, vómitos, diarrea, dolor de cabeza y a veces manchas en la piel”, comentó una de las habitantes del municipio.

La minera Vale, dueña del depósito que se rompió, ha gestionado las ayudas gubernamentales de 200 euros por mes durante 5 años y distribuye quincenalmente mil 500 litros de agua para cada aldea.

Una de las soluciones que ofrece a los afectados es trasladarlos a territorios sin contaminación, pero 4 años después siguen sin llegar a un acuerdo. El cacique Sucupira, advierte que la contaminación del río supone la muerte de su dios y su cultura.

“Acabó con nuestra tradición y cultura: nuestro medio religioso. Hoy ya no practicamos más porque no tiene precio matar al Dios del agua. Ya no podemos celebrar la fiesta del agua que hacíamos cada año”, dijo el cacique.

Célia Xakriabá, la primera indígena electa diputada federal de Brasil denunció el aumento de crímenes contra los pueblos indígenas y la contaminación de sus territorios por la minería y el agronegocio.

“En 2020 fueron 185 líderes indígenas asesinados por los conflictos ambientales por el avance agrario en Brasil porque la guerra del siglo XXI es el territorio. Está comprobado que la demarcación de los territorios indígenas reconocida por la ONU, significa la solución número 1 para parar la crisis climática”, expresó Célia Xakriabá.

Brasil es el país del mundo con mayor población indígena: cerca de un millón de personas de más de 300 etnias. Muchas aldeas como la de Sucupira esperan que el nuevo gobierno demarque sus territorios para poder mantener viva su cultura ancestral.

Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano – Noticias NCC
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