México.
Desde los dos meses de nacida le detectaron problemas de salud de la cintura para abajo. Quería ser bailarina, pero era poco probable. Brenda Liliana Ruvalcaba Montoya fue sometida a muchas terapias, rehabilitación con aparatos para darle más fuerza y motricidad; entre las opciones para mejorar, el médico sugirió llevarla al ballet clásico.
Allí todo es muy estricto. Los maestros siempre dijeron que no podría bailar ni ser una profesional, pero podría conformarse con ser maestra o coreógrafa. Sin embargo, ella decidió ser su propia maestra. En el camino, entró a la Universidad de Guadalajara (UdeG) a la carrera de Nutrición, porque quería ver cómo funcionaba su cuerpo. También trabajó en Selva Mágica porque, para ella, los delfines bailan y quería aprender de ellos. Todo para mejorar la danza.
«Después llegó un parteaguas a mi vida. Al final logré graduarme como bailarina y como docente con honores; entonces, yo ya estaba súper feliz. Sin embargo, yo ya me había acostumbrado a no parar, a siempre seguir, a siempre mejorar mi cuerpo”, contó Brenda Liliana Ruvalcaba.
Así nació Brandy: la bailarina. Se fue a la Ciudad de México y se dedicó a aprender idiomas y magia, pero fue cuando su mamá enfermó de párkinson. Antes de llegar a un diagnóstico, las personas tienen síntomas que no desenmascaran al párkinson a la primera. Les duele la rodilla y lo atribuyen al uso de tacones; les duele el brazo y no pueden dormir bien, pero no por eso van al neurólogo.
Otros se quedan parados sin poder caminar; es como quedarse “apagados” de pronto; en otros casos pierden la voz, hay quienes ya no pueden ni sonreír y la expresión parece de enojo. Así pasan entre tres y cinco años hasta que les confirman la enfermedad.
“Mis alumnos en la ‘tangoterapia’ aprenden caligrafía, teatro, escenografía, dibujo, pero, sobre todo, pero todo es una cosa integral. Lo más importante es que aprenden a quererse otra vez ellos y a aceptarse, y se vuelven otra vez productivos porque, cuando el párkinson les llega, ellos se sienten impotentes y humillados porque ya no pueden trabajar”, agregó Brenda.
Además, resaltó que esta enfermedad no sólo afecta a las personas mayores de edad de 60 o 70 años, “también hay parkinsonismo juvenil”. Brandy aprendió que el párkinson no es solo una enfermedad de “viejitos temblando”.
Ella oraba porque su mamá pudiera mejorar, pero al ver cómo avanzaban los malestares, sólo le quedaba pedir que no siguiera empeorando. La mamá de Brandy murió en 2020, pero se fue sabiendo que ambas ayudaron a muchas personas.
Por: Canal 44.
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