Alemania

Los dientes del tiburón se cuentan entre las armas más afiladas de la naturaleza, aunque la creciente acidificación de los océanos podría ponerlos en peligro al debilitarlos estructuralmente y hacer que sean más propensos a romperse.

A los tiburones les crecen dientes nuevos a medida que desgastan los que tienen, una capacidad que podría no ser suficiente para garantizar que puedan soportar las presiones de un mundo en calentamiento, en el que los océanos se están volviendo más ácidos, indica un estudio en Frontiers in Marine Science.

Un equipo de la Universidad Heinrich Heine de Düsseldorf (Alemania) examinó cómo sufren la acidificación los dientes de los tiburones, que «son armas muy desarrolladas, diseñadas para cortar carne, no para resistir la acidez del océano», señaló el investigador Maximiliam Baum.

Los resultados muestran «lo vulnerables que pueden ser incluso las armas más afiladas de la naturaleza”, agregó Baum, uno de los firmantes del artículo.

La acidificación oceánica, impulsada principalmente por la liberación de CO2 generado por el ser humano, es un proceso por el que el valor del pH del océano disminuye, lo que da lugar a un agua más ácida.

El pH medio de los océanos es actualmente de 8,1 y para 2300 se espera que baje a 7,3, con lo que serán casi 10 veces más ácidos que ahora.

Los investigadores usaron esos dos valores para examinar los efectos del agua en los dientes de tiburón de arrecife de punta negra, que nadan con la boca permanentemente abierta para poder respirar.

Para el trabajo se recogieron dientes desechados de un acuario. De ellos, 16 que estaban completamente intactos y sin daños se usaron para el experimento de pH y otros 36 para medir la circunferencia antes y después.

Los dientes se incubaron durante ocho semanas en tanques separados de 20 litros. En comparación con los introducidos en un pH de 8,1, los expuestos a agua más ácida presentaban un daño significativamente mayor.

Observamos daños visibles en la superficie, como grietas y agujeros, un aumento de la corrosión de las raíces y una degradación estructural”, además la circunferencia de los dientes era mayor a niveles de pH más altos, destacó Sebastian Fraune, otro de los firmantes de la investigación, citado por la universidad.

El estudio solo analizó dientes desechados de tejido mineralizado no vivo, lo que significa que no se pudieron tener en cuenta los procesos de reparación que pueden producirse en organismos vivos.

En los tiburones vivos, la situación “puede ser más compleja”, pues podrían remineralizar o reemplazar los dientes dañados más rápidamente, pero -agregó- “el coste energético de este proceso probablemente sería mayor en aguas acidificadas”.

Además, incluso descensos moderados del pH podrían afectar a especies más sensibles con ciclos de replicación dental lentos o tener efectos acumulativos con el tiempo. De ahí que mantener el pH del océano cerca de la media actual “podría ser fundamental para la integridad física de las herramientas de los depredadores”, insistió Braum.

Futuros estudios deberían examinar, sugiere el equipo, los cambios en los dientes, su estructura química y su resistencia mecánica en tiburones vivos.

La actual investigación ya muestra que el daño microscópico podría ser suficiente para suponer un grave problema para los animales que dependen de sus dientes para sobrevivir.

“Es un recordatorio de que los efectos del cambio climático se propagan por toda la cadena alimentaria y los ecosistemas”, concluyó Baum.