Por: Carlos Iván Moreno (México).

En 2023 el diario español El País publicó un artículo que simulaba los efectos devastadores de un hipotético ataque nuclear en Barcelona. Cientos de miles de muertes en segundos; temperaturas que superarían los 15 millones de grados Celsius. El relato es tan crudo -y real- que fue retirado por “insensible” y “alarmista”. Ofendió a los catalanes. Como si no hablar de las cosas graves hiciera que desaparecieran. El absurdo es evidente: mientras se censuran reportajes científicos sobre plausibles ataques nucleares, proliferan las armas que los provocarían.

Un escalofriante recuento similar, pero a escala global, publicó este año la periodista de investigación, Annie Jacobsen, en su libro Nuclear War: A scenario. El escenario es el siguiente: un ataque nuclear lanzado por Corea del Norte a Estados Unidos y la respuesta obligada de éste, con el inevitable involucramiento de sus respectivos aliados, llevaría a la destrucción del planeta en 92 minutos. Hora y media.

A consecuencia de una “guerra nuclear total” perderían la vida más de 5 billones de personas. El planeta tardaría 24,000 años en recuperarse del “invierno nuclear”. Una locura “racionalmente” construida bajo la doctrina de la disuasión (deterrence), que dicta: mientras más poder nuclear tengo es menos probable que me ataquen. Ha funcionado por 70 años, pero puede fallar en cualquier momento.

Esto viene a cuento porque en 2026 expira el tratado para el control de armas nucleares entre EEUU y Rusia, New START, lo que llevaría a una nueva escalada. “Nos encontramos en una nueva era nuclear”, declaró este mes Vipin Narang, del Pentágono. ¿La solución? Más nukes. Eureka.

Actualmente hay 12 mil ojivas nucleares distribuidas por todo el planeta; 9 mil listas para ser lanzadas. Según la ONU, su poder de aniquilación podría destruir la Tierra no una, sino 16 veces. La sola existencia de estas armas convierte a nuestra civilización en una paradoja insostenible: ser la única especie que se desarrolló solo para destruirse.

Algo es seguro, la historia no recordará quién ganó una guerra nuclear, sino que la historia misma desaparecerá. La estupidez humana en la era de la Inteligencia Artificial.

 

***

Es Licenciado en Finanzas por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Maestro en Administración Pública por la Universidad de Nuevo México y Doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Illinois-Chicago. Realizó estancias doctorales en la Universidad de Chicago (Harris School of Public Policy) y en la Northwestern University (Kellog School of Management). Actualmente se desempeña como Coordinador General Académico y de Innovación de la Universidad de Guadalajara.