Por: Walter Pengue (Argentina).

Es reconocido – y hace tres años se realizó una Cumbre Mundial de FAO – que los sistemas agroalimentarios se componen de todos los recursos, los actores y todos los procesos involucrados en la producción de alimentos, desde la producción hasta el consumo, pasando por el procesado, la distribución y el consumo de productos frescos, transformados, los mercados agrícolas, el transporte de los mismos y su comercialización. Se vinculan también con un tipo de políticas globales y los sistemas de ayuda alimentaria, muy cercanos a la perspectiva de la seguridad alimentaria pero alejados bastante del concepto más amplio de soberanía alimentaria. El modelo agroalimentario actual y sus prácticas de producción y comercialización han logrado enriquecer a sectores muy concretos del mencionado sistema – los más fuertes – a costa de empobrecer a los grupos mayoritarios, la degradación y sobreexplotación de los recursos naturales, inhibir otras funciones de las economías agroalimentarias, subordinando los intereses y necesidades locales, al gran juego global de la aceleración y circulación de biomasa, más que de verdaderos alimentos, aquellos que significativamente nutren.

La generación de empty foodsalimentos vacíos – con una alta carga energética pero poco nutritiva, ha sido parte de los resultados más notables de esta circulación mundial de alimentos, cada vez en menos manos y no justamente bien alimentando a la población global.  Una cuestión que si bien justifica que la humanidad hoy en día accede a una dieta energéticamente aceptable – y muchas veces excesiva – pero que por el otro lado, se concentra en el aumento del uso de azúcares, grasas y sales para dar vida y color a alimentos, que a veces siquiera es posible identificar como tales.

Cada vez son más las pruebas de que los actuales sistemas agroalimentarios están quebrados: nuestros sistemas alimentarios ya suponen la principal carga de morbilidad, más de 815 millones de personas padecen hambre, más de 650 millones sufren obesidad y la malnutrición afecta a más de 2.000 millones, informa en un reciente reporte global el TEEB de las Naciones Unidas.

Por otra parte, comenzando a identificar los costos, tanto en salud como sobre el ambiente, de los actuales modelos de producción agrícola, comienzan a alzarse otras voces e investigaciones que ponen el foco por un lado, en cuantíficar estos daños y por el otro poner en valor los servicios de la naturaleza que permiten una agricultura más amigable.

Actualmente, hasta los promotores de la agricultura industrial, comienzan a reconocer la relevancia de dejar atrás el uso de agroquímicos y fertilizantes sintéticos para encontrar una nueva oportunidad en la industria “bio”, que los lleva a la promoción de biofertilizantes, biocontroladores, bioinsecticidas y demás, lamentablemente bajo las lógicas unívocas de la venta y no en pro de una genuina garantía alimentaria. No obstante, es un paso acertado para la mejora de hábitos arcaicos como pretender controlar a la naturaleza con químicos potentes, asperjándolos sobre los propios alimentos que luego la humanidad va a consumir.  A alguien claramente no podría escapar que estas acciones eran insanas para todos: la gente, los animales, el ambiente.

En la otra orilla, se encuentran los sistemas ecoagroalientarios.  Directamente influenciados y utilizando a la naturaleza como aliada para la producción de alimentos.

Los sistemas ecoagroalimentarios aparecen como un concepto pero también como una práctica históricamente inherente al desarrollo de la humanidad. En nuestros orígenes se vinculaban al proceso cíclico de producción y consumo, aprovechando los recursos locales y el conocimiento para el saber hacer y generar alimentos. Su recorrido a través de cinco grandes paradigmas tecnocientíficos, en los que se mezclan las estrategias de dominación y perturbación del entorno, y las de conocimiento y cooperación mutua con él, establecen los visos y las bases para una interpretación sobre los mismos.

En un documento titulado La economía de los ecosistemas y la biodiversidad para la agricultura y la alimentación” (TEEBAgriFood), se muestra cómo captar la compleja realidad de los diversos e interrelacionados sistemas “ecoagroalimentarios” actuales para evaluar integralmente su desempeño a fin de fundamentar la toma de decisiones, evitando los riesgos y las limitaciones propios de sistemas de medición simplistas como la “productividad por hectárea”.

Existen dos diferencias clave entre el enfoque convencional de evaluación del rendimiento agrícola – basado únicamente en la producción – y el enfoque sistémico del análisis de un sistema ecoagroalimentario. Estas radican en que el primero se restringe a los segmentos de “producción” de las cadenas de valor alimentarias y a aquellas reservas, flujos, resultados y repercusiones que pueden observarse en los mercados y, por tanto, reflejarse en las estadísticas económicas normalizadas. El enfoque sistémico de los sistemas ecoagroalimentarios analiza las cadenas de valor alimentarias en toda su extensión y demuestra que existen reservas y flujos importantes, aunque económicamente invisibles – es decir, sin relación con el mercado – que también deberían tenerse en cuenta. Aunque puede que estas reservas y estos flujos no tengan un precio concreto y no se hayan incorporado en los modelos macroeconómicos ni en el cálculo del producto interno bruto (PIB), sin duda se trata de reservas y de flujos reales que pueden observarse y también describirse.

El concepto de sistemas ecoagroalimentarios proviene del TEEB y es el término colectivo que emplearon para designar el vasto conjunto de interacciones de los ecosistemas, las tierras agrícolas, los pastizales, la pesca continental, el trabajo, la infraestructura, la tecnología, las políticas, la cultura, las tradiciones y las instituciones (entre ellas, los mercados) que participan de formas diversas en el cultivo, el procesamiento, la distribución y el consumo de alimentos. Han puesto en valor este término – en lugar de “sistemas alimentarios” – para resaltar la importancia de pensar en cadenas de valor y no en compartimentos de producción, también con el propósito de destacar lo importante que resulta reconocer el origen “eco” (es decir, de ecosistema natural) de algunos de los insumos mayores y más importantes, aunque económicamente invisibles, para la mayoría de los tipos de agricultura, suministrados mediante servicios ecosistémicos como la polinización, el control de plagas, el abastecimiento de agua dulce, los ciclos de los nutrientes, el control del microclima, la protección frente a las inundaciones, el control de las sequías, etc.

Desde el punto de vista científico, la agroecología como instrumento ordenador integral del análisis agronómico de la finca, aporta a la revisión integral de los sistemas ecoagroalimentarios y de los sistemas alimentarios en general, identificando potencialidades o restricciones que acerquen o alejen a los sistemas de un andarivel sostenible. Ya para muchos autores, la agroecología como disciplina científica responde al nuevo marco de la agronomía, esto es, la búsqueda de producción de alimentos de alta calidad nutricional y respeto integral por las variables ambientales que no sólo focalizarán en la productividad de la finca sino de los servicios integrales que brinda y podrán otorgar los establecimientos agropecuarios frente a los conocidos Objetivos del Desarrollo Sostenible y la hoy en día, también criticada Agenda 2030.  Un tema que trataremos en nuestra próxima columna.

 

Fuentes de base:

Naciones Unidas (2024). Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (2024): Perspectivas de los recursos mundiales 2024: doblar la tendencia: caminos hacia un planeta habitable a medida que aumenta el uso de recursos. Panel Internacional de Recursos. Nairobi.   https://www.resourcepanel.org/es/informes/perspectivas-de-recursos-globales-2024

Pengue, W.A. (2023). Economía ecológica, recursos naturales y sistemas alimentarios ¿Quién se come a quién?. https://ppduruguay.undp.org.uy/wp-content/uploads/2023/04/Economia-Ecologica-Recursos-Naturales-y-Sistemas-Alimentarios.-Quien-se-Come-a-Quien.pdf

TEEB (2018). La Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad (TEEB) (2018). Midiendo lo que importa en la agricultura y los sistemas alimentarios: síntesis de los resultados y recomendaciones del Informe sobre los Fundamentos Científicos y Económicos de la iniciativa TEEB para la Agricultura y la Alimentación. Ginebra: ONU Medio Ambiente. https://teebweb.org/wp-content/uploads/2018/10/Layout_synthesis_ES_High-resolution.pdf