Por: Durruty de Alba (México).

La tradición mexicana de estudiar los eclipses iniciada en la décimo sexta centuria no decayó, pues en el siglo siguiente destacaron como observadores de estos eventos, personajes como Henrico Martínez, fray Diego Rodríguez y Carlos de Sigüenza y Góngora. Martínez fue el primero en publicar un Canon de eclipses en todo el continente americano.

Marco Arturo Moreno Corral en Pablo S. Barrera et al., Memorias del Gran Eclipse de Sol Montemorelos, Nuevo León 28 de mayo de 1900, UANL, Monterrey (2001), p. 11

El pasado 8 de abril en todo el territorio de México, Estados Unidos, una buena parte de Centroamérica y Canadá pudimos apreciar un eclipse de Sol, cuando en sus desplazamientos la Luna y la Tierra quedaron por algún tiempo alineados en un mismo plano con nuestra estrella más cercana, si nos encontramos en la umbra (la zona más oscura) de la sombra lunar lo que observamos fue un eclipse total, quienes estaban en la zona penumbral de dicha sombra pudieron verlo como eclipse parcial de Sol y dependiendo su proximidad a la zona de centralidad fue el porcentaje del disco del Sol ocultado.

Para el caso de México se mencionó en diferentes fuentes noticiosas al eclipse de 1991 como el último de características similares y el próximo será el 2052, ello propicia un gran interés y en esta ocasión hubo una gran organización a nivel nacional, la cual permitió desarrollar actividades previas de concientización sobre los cuidados y precauciones dirigidas a los interesados en observar el eclipse con toda seguridad.  Si bien los eclipses solares y lunares acontecen todos los años -aunque algún año es posible que no se verifique un eclipse total de Sol- el que ello ocurra en un determinado lugar puede tardar muchos años en repetirse.

La observación sistemática de la evolución de los objetos astronómicos en la bóveda celeste por parte de los antiguos griegos nos legó el conocimiento del mecanismo por el cual se puede predecir cuando ocurrirá un eclipse y de qué tipo será; uno de los textos más antiguos que ha llegado hasta nosotros es el de Aristarco de Samos (circa 310 a.C.-circa 230 a.C.) titulado Acerca de los tamaños y las distancias del Sol y de la Luna, recientemente (Universitat de Barcelona Edicions, 2020) publicado en la primera traducción íntegra al español gracias a los doctores Christián C. Carman, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y de la Universidad Nacional de Quilmes en Argentina y Rodolfo P. Buzón, profesor de Filología en la Universidad de Buenos Aires y de Lengua y Cultura Griegas en la Universidad Católica Argentina y también investigador del Conicet.

Los libros ‘Archipiélagos Siderales. Eclipses y astronomía en la historia de México’ de Elías Trabulse y ‘Acerca de los tamaños y las distancias del Sol y la Luna’ de Aristarco de Samos. Foto: Durruty de Alba.

En el estudio introductorio de la obra nos comentan: “Aristarco analiza lo que sucede en un eclipse total de Sol. Sostiene que, por un lado, todo el Sol queda eclipsado -lo que demuestra que el tamaño aparente del Sol no es mayor que el de la Luna- y que, por otro, no permanece durante cierto tiempo eclipsado sino que, apenas es totalmente ocultado, empieza a reaparecer -lo que prueba que el tamaño aparente del Sol no es menor que el de la Luna-. Si no es ni mayor ni menor, será igual” (Op. Cit. p. 89).

Para el caso de la Historia de México una exhaustiva revisión la hace el doctor Elías Trabulse en un volumen de gran formato editado bajo los auspicios de la federal Secretaría de Comunicaciones y Transportes mexicana con motivo de su centenario, cuyo título es Archipiélagos siderales. Eclipses y astronomía en la historia de México (SCT, México 1991) y está dividido en tres períodos, “El México Antiguo”, “El México Colonial” el último es “Los siglos XIX y XX” entre ellos hay un total de 16 capítulos más los índices y la bibliografía.

En primera parte destacamos el capítulo “Netonatiuh qualo” donde refiere que: “Son muchos y variados los testimonios que nos han llegado acerca del pánico que causaban en el México antiguo los eclipses de Sol” (Op. Cit. p. 24) y luego menciona las palabras consignadas por fray Toribio de Benavente: “El más general sacrificio de todos era cuando había eclipse de Sol, porque entonces con gran temor todos, hombres y mujeres, chicos y grandes, se sacrificaban de las orejas o de los brazos, y echaban la sangre con los dedos hacia el Sol” (Ibid.), luego Trabulse comenta de la gran fiesta precisamente nombrada Netonatiuh qualo traducida como “el infeliz Sol comido” y cuya periodicidad era cada 200 o 300 días.

En la parte de la época denominada del México Colonial se incluye una reproducción fotográfica de una hoja impresa donde el rey Felipe II expide la Inſtruccion para la obſeruacion del eclypſe de la Luna, y cantidad de las ſombras, que ſu Mageſtad manda hacer el año de mil y quinientos y ochenta y dos, en las ciudades y pueblos de Eſpañoles de las Indias: para verificar la longitud , y altura dellos, que aunque pudiera auer otros medios Mathematicos para ello, ſe an elegido por mas fáciles los que ſe ſiguen. Para el año de 1584 habría de emitir otra instrucción para el eclipse de Luna de dicho año que se vio en “las Indias” el 9 de mayo y el del 17 de noviembre, el interés fundamental era precisar la ubicación geográfica y mejorar las cartas geográficas para diverso uso.

Quien fue en 1637 el primer catedrático de Astrología (sic) y Matemáticas en la Real y Pontificia Universidad de México, el fraile mercedario Diego Rodríguez, observó y registró el eclipse de Luna del 20 de diciembre de 1638, los resultados los incluye en la última parte de su obra Tratado del modo de fabricar reloxes horizontales, verticales, orients, etc., con declinación, inclinación o sin ella: por senos rectos, tangentes, etc., para por vía de números fabricarlos con facilidad, manuscrito fechado en 1649 el cual se conserva en el Archivo General de la Nación donde también existe una licencia (https://memoricamexico.gob.mx/swb/memorica/Cedula?oId=ffM6qm8B_rvPl7zTMHXt) para la impresión de un “Lunario y discurso astronómico” del propio fray Diego, de este personaje nos dice el doctor Trabulse: “La obra astronómica y matemática de fray Diego Rodríguez abrió a México las puertas de la modernidad científica en el siglo XVII. Él fue uno de los más empeñosos propagandistas de los postulados de la Revolución Científica” (Op. Cit. p. 47).

En la sección correspondiente a los siglos XIX y XX se comenta de “la continuidad de una tradición científica” donde tendrá un papel preponderante el Observatorio Astronómico Nacional, entre las publicaciones de tal período una curiosa es Determinación de la Longitud Geográfica por Alturas Iguales de la Luna y el Sol durante un Eclipse Solar (Imprenta Políglota de Cárlos Ramiro, México 1878) del ingeniero topógrafo Manuel E. Pastrana, puesto que él ocupó la dirección del Observatorio Meteorológico Central al finalizar la gestión del primer director, el jalisciense Mariano de la Bárcena y Ramos, y aquí se enlaza su historia con la relatada en el siguiente libro que comentaré, pues por “la acuciosidad de sus cálculos” según refiere Trabulse, lo designaron para dirigir una de las dos comisiones instauradas para realizar las observaciones del eclipse total de Sol del 28 de mayo de 1900.

El muy estimado amigo doctor Pablo Sergio Barrera Pineda (Universidad Autónoma de Coahuila) en colaboración con E. Castro, J.R. Garza, J.J. Martínez y R. Aguirre publicaron en la Serie Testimonios de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) el libro Memorias del Gran Eclipse de Sol Montemorelos, Nuevo León 28 de mayo de 1900 (Monterrey, 2001), que nació a partir del descubrimiento de una colección de fotos de tal suceso incluida en un fondo perteneciente a la familia de Boney Collins Espinosa que fue donado a la Biblioteca del Centro de Información de Historia Regional y Hacienda San Pedro “Celso Garza Guajardo” (CIHR) de la UANL.

Libro ‘Memorias del Gran Eclipse de Sol Montemorelos, Nuevo León 28 de mayo de 1900’ de P.S. Barrera, E. Castro, J.R. Garza, J.J. Martínez y R. Aguirre. Foto: Durruty de Alba.

En dicha obra presentan los conceptos básicos acerca de los eclipses, describen lo que llaman “El Eclipse Total de Sol Hispanoamericano de 1900”, así como el caso de México, para luego dedicar sendos capítulos a las crónicas de dicho eclipse en Nuevo León como específicamente en Montemorelos, enriquece la edición un anexo de fotografías de época.

A las 22:10 horas del domingo 7 de abril pasado desde el edificio de la Rectoría General de la Universidad de Guadalajara (UdeG) salieron dos camiones con estudiantes y dos profesores del Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías  (CUCEI)  de la propia UdeG con rumbo al puerto de Mazatlán, a donde arribaron unas horas antes del amanecer con el objetivo de atestiguar el eclipse total de Sol del 8 de abril; el lugar asignado por las autoridades responsables de la organización fue el parque “Martiniano Carvajal”, situado en las inmediaciones de la avenida costera.

Estudiantes y profesores del Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías  (CUCEI)  de la Universidad de Guadalajara con en el puerto de Mazatlán. pasado desde el edificio de la Rectoría General de la Universidad de Guadalajara (UdeG). Viajaron con el objetivo de observar eclipse total de Sol del 8 de abril de 2024.

Estudiantes y profesores desplegaron algunos telescopios con filtros especiales para la observación segura del Sol, también se dispusieron de filtros solares personales y pequeñas cartulinas para hacer una proyección del fenómeno.

Cientos de personas acompañaron a los universitarios en la observación, desde niños hasta adultos mayores quienes expresaron diversas emociones al contemplar el eclipse en su transcurrir.

Asistimos a una de las lecciones vivas acerca de las maravillas de la naturaleza, preparémonos con información fiable para los siguientes fenómenos que nos sea dado disfrutar. 

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Licenciado en Física adscrito al Instituto de Astronomía y Meteorología (IAM) de la Universidad de Guadalajara (UdeG), dedicado a la divulgación e historia de la ciencia. Desde 1990 escribe sobre dichos temas en distintos medios de comunicación de Jalisco, México. Es miembro de la Sociedad Mexicana de Física, la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y la Tecnología, del Departamento de Estudios Históricos de la Arquidiócesis de Guadalajara y de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.