Por Gabriela Zúñiga*, Yuriana Gómez**, Emmanuel Téllez***, Hublester Domínguez**** | Ciencia UNAM
Los humanos, igual que los demás seres vivos, somos dependientes de la naturaleza para sobrevivir. Pero a diferencia de la mayoría de las especies, tenemos la capacidad de modificar el ambiente en busca de satisfacer nuestras necesidades y gustos.
En esta búsqueda hemos afectado drásticamente nuestro planeta; el impacto ha sido tan grande que en la actualidad podemos encontrar huellas de nuestras actividades hasta en los sitios más recónditos; por ejemplo, contaminantes en los casquetes polares o microplásticos en el fondo del océano.
Conscientes del problema, hemos creado diferentes propuestas. Los paisajes bioculturales son reservorios de conocimientos que pueden resultar muy valiosos en la lucha por la conservación de la biodiversidad y la búsqueda del equilibrio entre las actividades humanas y la naturaleza.
Algo de historia
En un inicio los paisajes culturales se conceptualizaron como espacios ilustrativos de la evolución humana en relación con el ambiente y con aspectos como el diseño, función y espiritualidad.
En el presente, esta definición se ha dejado de lado debido a diferentes problemas operativos. Actualmente se considera que los paisajes culturales son cualquier parte del territorio resultado de la interacción entre los humanos y el ambiente donde se guardan valores intangibles asociados a la cultura de un pueblo.
El concepto actual es muy amplio, al grado de que se podría considerar que cualquier espacio antropizado calificaría como paisaje cultural; tanto los que poseen valores excepcionales y representativos de una cultura como aquellos espacios cotidianos degradados (en términos ambientales), por las actividades humanas.
De la misma manera, tendríamos que considerar paisajes culturales a aquellos espacios que se han construido a lo largo de muchas generaciones humanas y a los que tienen un origen mucho más reciente. Esta ambigüedad deja muchas preguntas abiertas cuando pensamos en la relación entre las actividades humanas y el ambiente, sobre todo porque enfatiza la importancia de la cultura y deja de lado la importancia de los otros componentes de los paisajes.
Espacios para la protección de la vida y la cultura
En respuesta a la necesidad de valorar mejor al resto de los seres vivos y los elementos abióticos, surge la propuesta de los paisajes bioculturales; los cuales pueden entenderse de dos maneras. La primera conceptualización hace alusión a la forma en la que se originan; la segunda se refiere a su aplicación para el desarrollo de nuestras sociedades.
En el primer caso, se reconoce que los paisajes bioculturales surgen de la interacción entre la cultura y el ambiente. En este sentido, se puede decir que los paisajes bioculturales son productos dinámicos, moldeados, por un lado, por las prácticas de aprovechamiento de las comunidades y el simbolismo asignado a los elementos naturales y por el otro lado, por los elementos bióticos y abióticos.
En esta conceptualización se reconoce que la cultura moldea a los paisajes naturales y a su vez, el paisaje natural moldea la cultura. Por otro lado, los paisajes bioculturales se pueden considerar unidades de gestión territorial donde se busca un estado de equilibrio a través de la sustentabilidad. Esta idea recurre frecuentemente a los manejos tradicionales de comunidades originarias como ejemplo de coexistencia y equilibrio entre ambiente y cultura.
Sin embargo, se ha argumentado que lo que definimos como equilibrio o sustentabilidad está sesgado a nuestras necesidades, por lo que recientemente se ha propuesto dar más valor a los otros seres vivos con los que compartimos el paisaje poniéndolos al centro de las decisiones.
En México se ha propuesto utilizar a los paisajes bioculturales como una estrategia de conservación, tomando como base el modelo de conservación francés de parque natural regional. Sergio Graff-Montero y colaboradores mencionan que son creados para evitar la desaparición de las actividades rurales tradicionales y disminuir la presión de actividades urbanas, turísticas e industriales; así como para promover el desarrollo local sustentable que proteja el patrimonio natural y cultural.
Sin embargo, Martin Checa Artasu en su escrito Los paisajes bioculturales ¿Una nueva oportunidad para proteger y gestionar el paisaje en México?, evidencia que las propuestas en torno al concepto de paisaje biocultural no han prosperado completamente en términos de reconocimiento legal, entre otros factores, debido a varias deficiencias teórico-conceptuales.
Si entendemos a los paisajes bioculturales como productos de la interacción entre los ecosistemas y los humanos que los habitan, podemos esperar que, a lo largo del tiempo, esta interacción se exprese en paisajes donde las actividades humanas se han integrado (en mayor o menor medida), con la biodiversidad y las prácticas locales.
Existen varios factores que pueden determinar el nivel de integración y por lo tanto el funcionamiento del ecosistema original. En particular, dos pueden ser de gran importancia: el tiempo y la forma de manejo sobre el medio natural.
De esta manera podríamos esperar que, en algunos paisajes, el tiempo, las prácticas de manejo y las expresiones culturales, generen espacios que favorecen la conservación de la biodiversidad; mientras que en otros se haya generado un ambiente hostil para la biodiversidad. Por lo tanto, para poder generar estrategias de manejo apropiadas, es necesario identificar las características de los paisajes bioculturales que favorecen la conservación, así como aquellas que representan una amenaza.
Es importante destacar que las características a las que nos referimos incluyen los componentes tangibles e intangibles de los paisajes. Entre los primeros, podemos encontrar estructuras físicas como las cercas vivas o los canales de riego en los sistemas agrícolas; en los segundos, las expresiones culturales como ceremonias y técnicas de aprovechamiento de los recursos.
La implementación de cercas vivas a las orillas de las parcelas son una forma de retener suelos. Además, se realiza un aprovechamiento de diferentes especies dentro de ellas. De esta manera, un paisaje biocultural puede integrar áreas en buen estado de conservación, áreas con vegetación transformada (e. g. sistemas agropecuarios, pesqueros y forestales), monumentos arqueológicos e históricos y poblados con valor histórico-cultural.
En la actualidad, podemos observar los resultados de este proceso en la configuración de regiones de alta densidad biocultural, las cuales se consideran reservorios de recursos naturales y de servicios ecosistémicos.
En el Barrio La Cañada, San Antonio la Ciénega, San Felipe del Progreso, Estado de México, uno de los paisajes bioculturales ejemplo de la transformación del ser humano para su beneficio es la milpa, agrosistema tradicional donde se albergan costumbres, tradiciones y un conocimiento tradicional que se transmite de manera oral. Los conocimientos que se albergan permiten la asociación de diferentes cultivos como maíz, calabaza y frijol.
El futuro de los paisajes bioculturales en México
Actualmente vivimos una crisis ambiental global que demanda acciones de conservación y restauración de ecosistemas con urgencia. También es importante destacar que existe una pérdida de conocimientos tradicionales y prácticas asociadas a la cultura de nuestros pueblos. El reconocimiento de los paisajes bioculturales tiene el potencial de contribuir a la solución de ambos problemas ya que representan la unión entre la cultura y la biodiversidad. Por ello se espera que los paisajes bioculturales tengan un auge importante en los próximos años.
En México y otros países existen estrategias que contribuyen a la conservación de los paisajes bioculturales, aunque no han sido creados específicamente para ese fin, entre estos espacios se encuentran las Áreas Naturales Protegidas, los Geoparques, las Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación. Estas últimas han sido las más exitosas en promover tanto la conservación de la biodiversidad, como del patrimonio cultural, gracias a la organización comunitaria y su vinculación tan estrecha con el entorno.
Aún tenemos un largo camino por recorrer para superar la crisis de la diversidad biocultural; el primer paso es contribuir al entendimiento de los paisajes bioculturales como sistemas holísticos, donde se reconozca la necesidad de la conservación de la diversidad biocultural.
Un reto importante es identificar las prácticas y percepciones que cumplen con estos criterios; así como las que deben modificarse. De esta manera podrán establecerse prioridades de trabajo para mejorar los beneficios que nos ofrecen los paisajes bioculturales; sin embargo, debemos reconocer que se requiere de futuras investigaciones enfocadas en generar conocimiento detallado sobre la diversidad de las relaciones presentes en estos espacios.
Afortunadamente, los estudios vinculados a los paisajes bioculturales están aumentando en todo el mundo. En México, se han generado varias propuestas en este tema; por ejemplo, los estudios de Juan Bezaury-Creel y colaboradores. En la Universidad Intercultural del Estado de México también estamos trabajando para entender, desde distintas perspectivas, los elementos presentes denle los paisajes bioculturales de la zona mazahua.
En la actualidad trabajamos la resignificación de los paisajes bioculturales para preservar y valorar tanto la biodiversidad como la riqueza cultural de la región. Además de restablecer y reforzar el equilibrio entre las comunidades y su entorno. Sin embargo, existen muchos desafíos en este proyecto como la presión ejercida por las prácticas agrícolas intensivas, el cambio climático, la globalización, el despojo de tierras, la discriminación, y la pérdida de conocimientos tradicionales.
De igual manera, hemos realizado trabajos enfocados a entender la dinámica de la diversidad funcional de aves en paisajes bioculturales inmersos en una pequeña ciudad, hogar de la cultura mazahua, en el centro de México. Notamos que, a pesar de la constante amenaza de la urbanización, aún podemos identificar remanentes de los paisajes bioculturales locales en sitios como los ríos, relictos de matorral xerófilo, zonas de cultivo y huertas de árboles frutales, cada uno caracterizado por elementos ambientales y culturales que determinan las funciones desarrolladas por las aves.
Encontramos que la diversidad ecológica y funcional fue mayor en los paisajes bioculturales que contienen elementos de vegetación nativa, funcionando como sitios de alimento, refugio y reproducción para las aves.
- A 100 años del gran descubrimiento de la galaxia Andrómeda. El legado astronómico de Edwin Hubble - noviembre 25, 2024
- En Chile forman a estudiantes para la conservación de tortugas marinas - noviembre 25, 2024
- Árbol robot con inteligencia artificial: una propuesta desde Bucaramanga - noviembre 25, 2024