Queensland, Australia.
Casi 3 de cada 4 niños y niñas de entre 2 y 4 años -unos 300 millones en total- sufren con regularidad castigos corporales o violencia psicológica de la mano de sus progenitores o cuidadores, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). El maltrato infantil genera, entre otros, problemas de salud física y mental que pueden durar toda la vida.
Sin embargo, muchas veces queda oculto y solo una parte de las personas afectadas recibe el apoyo de profesionales sanitarios. Un nuevo estudio, publicado hoy en la revista Addiction, analiza las consecuencias a largo plazo de estos abusos y desatenciones en los menores de 16 años.
La investigación, liderada por Claudia Bull, de la Universidad de Queensland (Australia), utilizó datos de más de 6.000 niños nacidos en el Hospital Mater Mothers de Brisbane (Australia) entre 1981 y 1983. El 10 % de esos niños (609 niños) tenían al menos una notificación de maltrato infantil (denunciada o corroborada) hasta los 15 años.
Así, en comparación con el resto de los niños, esos 609 niños tenían 2,86 veces más probabilidades de ser ingresados en un hospital por alguna adicción como consumo de alcohol y 3,34 veces más por uso de sustancias a los 40 años.
“Este tipo de trastornos son increíblemente costosos para las sociedades de todo el mundo. Comprender en qué medida están asociados a antecedentes de maltrato infantil puede servir de base para estrategias de prevención e intervenciones tempranas dirigidas a reducir su aparición”, explica Bull.
La probabilidad de ingreso hospitalario por adicción era más de tres veces superior entre las personas que tenían más de dos notificaciones de malos tratos notificadas por organismos, tanto por adicción al consumo de alcohol como por adicción al consumo de sustancias.
El maltrato se definió como ‘notificado’ cuando durante la infancia de una persona existían avisos relacionados por parte de un organismo competente. Los servicios de protección de menores elevaron la categoría a ‘probado’ en los casos en los que había motivos razonables para creer que el niño o niña había sido, estaba siendo o probablemente iba a ser una víctima.
“Nuestros resultados sugieren que, para tratar y prevenir este tipo de trastornos en individuos con una historia de abusos, es necesario abordar sus consecuencias y las causas profundas. Las intervenciones y apoyo personalizados también serán fundamentales para comprender mejor y responder a sus necesidades”, añade la primera autora.
La huella imborrable del maltrato
El estudio también subdividió el maltrato en la infancia en abuso físico, sexual, emocional y negligencia. La probabilidad de ingreso hospitalario por una adicción como consumo de alcohol era mayor (3,48 veces más probable) en las personas que habían recibido notificaciones fundadas de abusos sexuales antes de los 16 años.
Igualmente, el riesgo de ingreso hospitalario por un trastorno por consumo de sustancias era mayor (3,10 veces más probable) para las personas con notificaciones notificadas por la agencia por abuso emocional antes de los 16 años.
“La mayoría de las investigaciones anteriores sobre la adversidad en la infancia y los trastornos por consumo de alcohol y sustancias se han centrado en el abuso físico y sexual. Como sospechábamos, las probabilidades son comparables en todos los subtipos de maltrato y negligencia durante este periodo”, afirma Bull.
A pesar de los graves resultados, la investigadora sostiene que es probable que las notificaciones de maltrato infantil a los servicios de protección infantil subestimen significativamente la verdadera prevalencia del problema.
“Las notificaciones en este estudio no incluían a las personas con trastornos no diagnosticados o no tratados, ni a las que recibían atención ambulatoria y comunitaria. Además, reflejan las prácticas en la década de 1980 a 1990, lo que puede presentar una rebaja adicional de la verdadera prevalencia y el sesgo contra las poblaciones marginadas y las minorías étnicas”, concluye.
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