Un equipo internacional de investigadores ha descubierto el fascinante mecanismo fisiológico del canto con el que las ballenas barbadas se comunican bajo el agua, y su descripción este miércoles en la revista «Nature» ofrece valiosas claves para la conservación de estos cetáceos.
El canto de las ballenas barbadas (misticetos) entre las que se incluyen especies como la jorobada, azul, gris, minke, de aleta o rorcual boreal/austral, cautiva a la sociedad desde que los primeros pescadores comenzaron a surcar los mares.
En aquellos tiempos, exentos de la contaminación acústica actual, el imponente silencio del mar en calma se interrumpía en las jornadas de pesca con espeluznantes sonidos que reverberaban bajo el casco de las embarcaciones, y que los pescadores atribuían a la existencia de fantasmas o monstruos marinos.
Los primeros micrófonos acuáticos (hidrófonos), que comenzaron a usarse para detectar icebergs tras el hundimiento del Titánic y se perfeccionaron en las dos guerras mundiales para localizar submarinos, desvelaron que aquellos sonidos no eran de monstruos, sino de los cantos con los que estas ballenas se comunican en la opacidad submarina.
A partir de los años 60, el análisis de especímenes varados permitió a los científicos contar con una foto anatómica bastante precisa de las barbadas, pero el mecanismo fisiológico que produce el canto ha sido un misterio hasta hoy, explica en una entrevista Coen Elemans, biólogo de la Universidad del Sur de Dinamarca.
La respuesta
La clave está en la laringe: mientras las ballenas dentadas (odontocetos) desarrollaron un órgano vocal nasal, las barbadas usan la laringe para producir sonidos.
Estudios anatómicos previos describían la laringe de las barbadas pero no la asociaban a la producción de sonido.
El azar quiso que en 2018 un ejemplar de la tercera ballena barbada más grande, un rorcual boreal, acabara varado en Odense (Dinamarca) junto al laboratorio de Elemans, experto en el estudio de la comunicación y conducta de estas criaturas, y que al año siguiente otra ballena jorobada corriera la misma suerte en ese lugar.
Estos dos ejemplares, junto con otro de ballena minke que quedó varada en la costa escocesa en 2018, han servido a Elemans y a otros investigadores austríacos y estadounidenses para descubrir que las barbadas poseen en su laringe una estructura en forma de U “equivalente a nuestras cuerdas vocales” de la que sale el canto, que heredaron de los mamíferos terrestres hace 40 millones de años.
El sentido del canto
«A diferencia de las cuerdas vocales típicas de otros mamíferos, el pliegue en U de las ballenas está girado 90 grados en paralelo a la tráquea, y el espacio entre los brazos del pliegue en U desemboca en una especie de saco faríngeo».
Las disecciones de los ejemplares citados han constatado que el aire entra por las fosas nasales de las barbadas (espiráculos), llena las vías respiratorias y a continuación va a la faringe para producir el sonido con la vibración que se produce en esos pliegues en forma de U.
El saco faríngeo situado bajo esa U captura el aire, lo recicla y lo devuelve al pulmón para su reutilización, al tiempo que evita la inhalación de agua, y es precisamente ese proceso el que permite el canto continuo durante los largos periodos de contención de la respiración.
«El canto es la única forma que poseen la barbadas para encontrarse y comunicarse», subraya el científico, ya que la visibilidad bajo el agua apenas supera los 30 metros de profundidad y estos animales son de grandes dimensiones: miden más de seis metros y suelen pesar más de tres toneladas.
Preguntado sobre qué tratan de comunicar las ballenas con la diversidad de sus cantos, el biólogo explica que «aunque la finalidad exacta se desconoce, todo apunta a que hay llamadas al apareamiento, alerta de peligros o simplemente cantos, como los de los pájaros».
Implicaciones para la conservación
El análisis de las vocalizaciones de las barbadas mediante modelos computacionales ha evidenciado un dato vital para su conservación: sus cantos se escuchan a una profundidad máxima de 100 metros y en una frecuencia máxima de 300 hercios, y su fisiología no da de sí para hacerse escuchar más allá de esos límites.
Esto implica que al quedar los cantos dentro del rango de ruido que emiten los buques, la comunicación entre las barbadas se ve «seriamente afectada» por la contaminación acústica que genera la navegación.
«Esperemos que este hallazgo sirva como base científica para reforzar las leyes que limitan la contaminación acústica en el océano», concluye.
La investigadora de anatomía comparada en el Mount Sinai de Nueva York Joy Reidenberg alaba en otro artículo el descubrimiento de este mecanismo fisiológico de canto, aunque considera que hay que comprobar con ejemplares vivos si este sistema es, en efecto, el que hace que las minke emitan sonidos de «guerra de las galaxias» o que los cantos de los rorcuales australes suenen como disparos.
Por: Caty Arévalo.
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